Ilustrado por: Dina
María Alejandra Luna
Los domingos otoñales se prestan para acurrucarse en el sillón y abusar de las miles ofertas de entretenimiento que hoy en día se contonean frente a nosotres.
Así fue que terminé mirando un video de Jaime Altozano en que, junto a su autor, analizaba un tema de Jorge Drexler. Ellos la presentan como la canción de amor más científica de la historia y realmente lo es porque, en resumidas palabras, cuenta cómo hubo un organismo que abandonó la reproducción asexual para procrearse sexualmente.
A mí la letra me parece excelente y en parte se debe a que me hizo preguntarme sobre la música y la ciencia ficción. Es sabido que este género encontró sus medios perfectos en la literatura y, aún más, en la cinematografía, pero recuerdo obras de muralistas mexicanos que también podrían clasificarse como tal.
Ahora bien, ¿qué pasa con la música? En una respuesta apurada, diría que no hay ciencia ficción en canciones. Y estaría mintiendo porque el que yo considero el mejor disco de la banda Queen cabría sin problemas en una definición de aquella. Tal vez es más difícil visualizar sus elementos, mas solo es cuestión de agudizar los sentidos.
Por supuesto, me refiero a The Works (1984, qué espectacular coincidencia). El viaje que propone consta de nueve títulos. Los más famosos terminaron siendo «Radio Ga Ga» y «I want to break free», pero no sobra ningún botón en esta nave. Hay turbulencias más rockeras y hasta poperas y hay, además, melancólicas melodías que angustian.
Quiero ir en orden y será diferente a la enumeración del álbum («Radio Ga Ga»0, «Tear it up», «It’s a hard life», «Man on the prowl», «Machines (or “Back to the humans”)», «I want to break free», «Keep passing the open windows», «Hammer to fall» y «Is this the world we created…?»). ¿Por qué? Porque este orden me permitirá explayarme acerca de las dos cuestiones que me interesa zanjar: ¿qué me motiva a recomendar el disco? ¿Por qué The Works es una obra de ciencia ficción?
Machines
La obra de teatro Robots Universales Rossum, además de instalar la palabra robot para definir a los androides, propone una comparación entre los obreros humanos y los obreros robóticos. Esa comparación consiste en que estos, como no tienen necesidades fisiológicas, no requieren un salario y, por ende, son más baratos. Asimismo, se compara otro aspecto que para el patrón es elemental: la tendencia a la rebelión. La rebelión, en los diálogos, está asociada al alma, ergo, los robots no se organizarán contra sus empleadores.
El alma, entonces, hasta cierto punto del texto, es el rasgo distintivo de la humanidad. En «Machines (or “Back to the humans”)», el sinónimo de alma se aloja en el rock and roll. Las máquinas parecen haber trascendido todo lo nocivo del viejo mundo, como las enfermedades o las guerras, pero sus sonidos jamás podrían producir melodías rockanrolleras y allí reside el mayor miedo del yo lírico. Esa carencia le impediría sobrevivir a ese futuro próximo en que los robots controlen la situación. Hay ciencia ficción en esos personajes, temores y presunción de los años venideros.
Radio Ga Ga
En esta composición, hay un sentimiento similar al de «Toy Story 1». Lo viejo solía ser novedoso y emocionante, pero ya no genera entusiasmo, mucho menos cuando lo nuevo es, aparte, muy avanzado tecnológicamente. Woody tiene en su bota una palanca que expulsa una serpiente y eso es genial. Sin embargo, Buzz tiene luces, aspas, casco convertible y aspecto de guerrero intergaláctico.
La radio es un objeto tecnológico que va quedando obsoleto frente a la televisión y el videoclip. Se vuelve forzoso añorarla frente al vértigo de los descubrimientos y los artificios que ganan terreno inminentemente. Ante los medios audiovisuales, su única oportunidad de ser revalorizada yace en los recuerdos de los efectos que supo causar.
La ciencia ficción presenta realidades en las que el ciudadano promedio no solo teme a lo otro por desconocido (y por semejante, en muchos casos), sino porque puede reemplazar con éxito y superar lo que ya está instaurado.
Una oda al pasado es también una defensa contra lo que se pronostica seguro.
Hammer to fall
Uno de los grandes impulsores contextuales de la ciencia ficción fue el aura de posguerra, haber conocido el horror definitivo y sentirse aterrorizade al respecto o augurar un futuro peor, que es indeseable. Las distopías y las discronías son ejemplo de ello. Mostrar una percepción esperanzadora de la realidad después de la Gran Guerra y del genocidio atroz de la Segunda Guerra es una tarea ardua, especialmente cuando se avecinan con rapidez situaciones que, por ser artificiales, parecen controlables, pero que en la práctica y en la imaginación son impredecibles.
«Hammer to fall» menciona la nube de hongo como el antecedente más próximo que todavía sigue condicionando la actitud de quienes fueron contemporáneos y que, aparte, les posiciona diferente de las personas que sufren los espantos modernos, que se reducen a tecnologías inexplicables, sensación de que el tiempo se va apresuradamente y la amenaza de la sustitución de los cuerpos. Quienes supieron a través de la radio acerca de la nube de hongo y de sus efectos y consecuencias se han resignado a que más progresos científicos supondrán más muertes abominables y, en cambio, las generaciones posteriores están anestesiadas y no sospechan motivos por los cuales gritar.
Tear it up!
¿Quién es el yo lírico de «Tear it up!»? Por un lado, alienta a su interlocutor a despertar y a darse cuenta antes de que sea tarde. Por el otro, parece que le hace una advertencia, un aviso de lo venidero, que puede no ser tan agradable al principio. Y también, finalmente, establece una conexión con el alma en forma de amor.
El alma, propuse antes, se aloja en el rock and roll, en la música. No obstante, el amor se suma como sinónimo para profundizar esa diferencia entre lo humano y lo robótico. ¿Qué sería, si no, una pista, un indicio, una huella de que la humanidad existió en algún instante de la historia, presumido ya su final inexorable a manos de los otros?
¿Será posible, en otro caso, que un robot pida y ofrezca amor, que un robot reciba amor, tras la resignación ante la nueva era del Planeta Tierra?
It’s a hard life
Une como ciudadane de a pie, común y corriente, suspende el vicio de sobreprensar algunas cuestiones porque piensa que no le conciernen. Hay una emoción que, quizá, sea la más humana de todas y que les artistas experimentan hondamente. Es un miedo muy particular donde se reúnen el futuro y lo extraño, sí, pero no llenan por completo la causa. Es el miedo a ser olvidade.
La especie humana es consciente de sí misma y, por ende, es posible que se aterre de ser olvidada por quienes encarnen el rol de sucesores. Ese pavor es incalculable e inefable, mas «It’s a hard life» plantea una gran analogía porque muches podemos empatizar con dicho miedo universal desde un lugar particular: el de haberse enamorado y pretender que haya un recuerdo cuando el amor se haya acabado.
Man on the prowl
En la letra de «Man on the prowl», opino, hay aceptación de la apocalipsis y despedida, por consiguiente, de la vida que entendemos como familiar. Hay que vivir, parece declarar, un último día en armonía con aquel remoto inicio salvaje y dejarse vencer por lo que está asentándose alrededor, sin que podamos frenarlo pues, a fin de cuentas, es lo que produjimos colectivamente a lo largo de nuestra evolución.
Keep passing the open windows
En la pieza «Keep passing the open windows», creo que podemos notar un tono de negación. Así como la fantasía orientó a la concreción de eventos tecnológicos que nos amedrenten, también puede extraernos de la versión física y circundante de lo primero. Fantasear fuera de la adversidad y abrazar la trascendencia fugaz de quien apaga el pensamiento alterado es un pequeño bálsamo hasta la definición.
No hay plan para combatir a las máquinas en un planeta que evidentemente no sigue siendo dominio humano. Por eso, hay que refugiarse en creer. Crear es ahora una cuestión científica y creer se erige como la acción opuesta a la que acudir, si lo nuevo deviene en efectivamente siniestro.
Is this the world we created…?
En consonancia con los relatos míticos y las tragedias, la ciencia ficción parte de la heteronomía: les creadores son otres que nos gobiernan y nos vigilan para que actuemos según sus predisposiciones en confianza de que eso nos dirigirá al bien común, con fe de que sus criteriores son mejores que los propios. El problema diferencial es cómo se desarrolla la dicotomía entre creador y creades porque en narraciones donde hay dioses y hombres está bastante claro quién es quién (la inmortalidad y los poderes sobrenaturales ponen la divinidad por encima; si Dios es una creación humana, la discusión y la comparación se complican, pero ese cuestionamiento no viene al caso en un estadío tan temprano de la literatura) y donde hay hombres y máquinas aparecen más enigmas.
«Is this the world we created…?» da una respuesta parcial. En muchos textos, los robots o las computadoras se rebelan y toman el poder, entonces, ya con autonomía no cumplen el papel de simples creaturas, se ubican jerárquicamente arriba de sus endebles gestores. Sin embargo, la culpa está en la mano que hábilmente trazó nuevas formas de la existencia terrestre. Inclusive cuando se coloca a les aliens como otredad se está diciendo que lo temible es la posibilidad de que obren humanamente.
La canción acusa a la humanidad de autoría. Autoría de la soledad, el hambre y el dolor. Autoría de la irresponsabilidad suprema sobre el territorio que se nos confió. Si una y otra vez nuestros trabajos sanos y buenos serán suplantados por entidades más factibles de autonomía y de destrucción, ¿qué mundo es el que materializamos, es el que materializaremos y terminará desechándonos para olvidarnos y comenzar desde cero? Hay un reconocimiento más allá de la simple y pasiva aceptación.
I want to break free
La ciencia ficción finge que habla sobre lo probablemente futuro y lo ajeno a la humanidad, pero en resumen es un trabajo de introspección que escarba los matices del alma del hombre en medio de la adversidad y del conocimiento de su propio fin. De hecho, conocer que habrá un final ineludible hace que les humanes fantaseen con todas las alternativas que les conduzcan a ese punto, en calidad de individues y de especie.
Desde Los trabajos y los días, una generación le cuenta a la siguiente cómo les seres humanes se han perjudicado y se han orillado a la destrucción. The Works musicaliza ese recorrido multicolor que la ciencia ficción retoma con sutileza y devuelve cada cosa a su sitio: lo otro es creación o, mejor dicho, construcción humana y, si genera una autonomía que se enemiste contra nosotres, hay que aferrarse a lo que, aunque igualmente artificial, siga siendo una expresión genuina de lo propio.
María Alejandra Luna
Subdirectora General / Directora de Redes Sociales
Buenos Aires le dio el soplido de vida a mi existencia. De origen hebreo, mi primer nombre. La Antigua Grecia me dio el segundo. La Luna alumbró mi apellido. Escritora de afición, lectora de profesión, promotora de poesía y de los márgenes de la cultura. Dicen que soy quisquillosa con las palabras, que genero discursos precisos y que sobreanalizo los discursos ajenos. Y todo esto se corresponde conmigo. Pueden ser tan expresivos los textos que escribo como los gestos que emito al hablar. Y esos rasgos trato de plasmarlos en los ámbitos donde me desarrollo, como las Redes Sociales.
Dina
Ilustradora