Ilustrado por: Berenice Tapia
Javier García
Alan Moore no necesita ni presentación a estas alturas de la historia, por una razón u otra es sobradamente conocido como autor.
Moore es un tipo tranquilo que, a pesar de la falsedad de su reputación como un salvaje solitario, ha pasado la mayor parte de su vida adulta en su casa en Northampton, el Pueblo inglés donde nació.
Ha demostrado que los superhéroes pueden escribirse de manera más madura y usarse para explorar temas profundos. Alan Moore es un maestro indiscutible del lenguaje, mucho más allá del medio donde alcanzó fama. Alan Moore, de principios e incorruptible clase trabajadora, ha sido incapaz de lograr que Hollywood deje de convertir sus historias en películas, sin importar cuánto veneno les escupa. Desde su ciudad natal de Northampton, Reino Unido, manifiesta un desdén activo por la industria del entretenimiento corporativo, aunque incapaz de escapar de su foco de atención.
Moore pagó un precio inmenso por sus posturas morales a lo largo de los años. Se alejó de los dos grandes sellos editoriales de cómic y ha quemado muchos puentes en Hollywood. Parece furioso con los medios corporativos por sus prácticas comerciales explotadoras y manipuladoras, con cierta razón.
El trabajo de superhéroes de Moore fue de naturaleza deconstructiva, reventando la burbuja de estas fantasías de poder adolescentes al llevar la lógica del mundo real a estos mundos imaginarios. El enfoque de Moore fue hacer que el género de los superhéroes se pareciera más al mundo real, donde el poder absoluto corrompe absolutamente y el concepto de heroísmo es ambiguo en el mejor de los casos. Moore llevó a los superhéroes a su conclusión lógica y, habiéndolos llevado a su fin, vio que no servía de nada seguir adelante.
El lugar de Moore en la historia de los cómics no podría ser más seguro. Es un titán. Incluso sus obras menores son estudiadas, analizadas y referenciadas en nuevas historias. Incluso los críticos más fuertes de Moore admiten su brillantez y su influencia. Lo que Moore parece interpretar como imitación o plagio es en realidad un reflejo de su propio estatus. De la misma manera, a Moore podría no gustarle que DC hiciera precuelas de Watchmen, pero lo hizo porque Watchmen es muy venerado.
El primer desafío de Moore como escritor fue triunfar en los cómics británicos, lo logró con gusto. Si su segundo desafío fue hacer el cambio a los cómics estadounidenses, es difícil sobrestimar su éxito en ese sentido. El tercer desafío de Moore fue hacer que los lectores estadounidenses de cómics adoptaran cómics inteligentes que no fueran de superhéroes, para seguirlo a pesar de su cambio a otros géneros.
El trabajo de Moore se extiende mucho más allá de los cómics, a presentaciones multimedia, grabaciones de rock and roll en directo y últimamente a la realización de películas. Es un artista puro, hace tiempo que se cansó de escribir historias de superhéroes, pero ciertamente no de los cómics como medio. Al vincular los cómics con las antiguas tradiciones de la magia simbólica, Moore nos muestra el camino a seguir hacia una nueva comprensión de la comunicación en la era digital, aunque él personalmente no está muy orientado a la tecnología.
Alan Moore sigue siendo un gran escritor absolutamente asombroso, y sea lo que sea que esté haciendo y diciendo ahora, ha hecho una contribución increíble a la cultura universal. No puede destruir su propio legado, incluso si ahora lo desea.
Javier García
Autor
Avilés, Asturias, 1976.
A pesar de tener cierta afición por el dibujo, estudios de artes gráficas y diseño industrial, se decantó con decisión por medios escritos.
Narrador polivalente con experiencia creativa. Recolector de experiencias que plasmar en papel, con especial interés por el cómic, la literatura pulp y el género negro.
Berenice Tapia
Ilustradora
Demasiado perezosa para pensar en algo decente. Me gusta dormir y mi sueño más grande es poder vivir de hacer monitos. Las dos cosas más importantes que me ha enseñado la vida, son:
1) Estudiar arquitectura no vuelve rica a la gente.
2) El mundo no se detiene nunca, ni aunque estés llorando hecha bolita porque borraste accidentalmente un capítulo de tu tesis.