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Ilustración: Maricielo

Majenda Aliaga

Quienes se parecen demasiado y se buscan, terminan mal.

Berta Erfjord*

Corrían los años veinte en una ciudad de América del Sur, más precisamente en el año 1922 en la ciudad de Buenos Aires, más precisamente en la casa del acuarelista Emilio Centurión, dos grandes escritores, cada uno atormentado a su manera se conocen, una poeta y un cuentista, Alfonsina y Horacio, en una reunión a la que asistieron un grupo de jóvenes y talentosos escritores con los que forman posteriormente el grupo literario «Anaconda». Por iniciativa del uruguayo se apartan del resto, él desea conocerla, saber todo de ella, le comenta que ha leído varios poemas suyos con mucho agrado, recuerda algunos de memoria.

Quisiera esta tarde divina de octubre
pasear por la orilla lejana del mar;
que la arena de oro, y las aguas verdes
y los cielos puros me vieran pasar.

Le recita él.

A mi hijo le leí una tarde Cuentos de la selva, le ha fascinado, le responde ella. «Los cuentos los escribí para mis hijos, los corregí un poco y tras publicarlo han tenido aceptación». «También leí algunas críticas suyas sobre ese nuevo arte que ha empezado a desplazar a otros entretenimientos más comunes», agrega ella. «Es que es el cine, el cine fascina porque nos recuerda un poco a la literatura, nos cuenta una historia, pero al verla en la pantalla nos resulta aún más real por decirlo de alguna manera». La atracción entre ambos es notoria, pero él no termina de atreverse a darle un beso hasta que llega el reloj.

«En el cine el beso es legal cuando define una aventura de amor que mantiene henchido el corazón y los labios de los protagonistas hasta el desahogo final, otras veces el beso sirve de pararrayos de la misma pasión que no ha podido ser contenido» escribió un día Quiroga.

Cuando la noche ya estaba avanzada los escritores decidieron dejar la tertulia, pusieron a andar el fonógrafo y organizan juegos, uno en particular que incluye un reloj de bolsillo, el mismo consiste en que dos personas estén frente a frente y con un reloj de bolsillo que gira en el medio de ambos, los jugadores deben besar un lado del reloj. Cuando llega el momento de hacerlo Horacio saca el reloj y le da un apasionado beso a la poeta.

Desde esa noche, empiezan una correspondencia constante, ella viaja en algunas ocasiones a Buenos Aires, dan paseos con sus hijos, acuden al cine, disfrutan de caminatas vespertinas y se reúnen a escuchar música, en especial Wagner que es el preferido de ambos. A veces viajan a Montevideo porque Quiroga como miembro del consulado tiene como deber hacerlo. En uno de esas ocasiones le comenta su deseo de viajar a Misiones, y le pide con vehemencia que le acompañe. Ella decide pensarlo.

Tras la invitación de ir a la selva junto a él, ella consulta a su amigo Benito Quinquela Martín si sería bueno que lo haga, «¿Con ese loco? ¡No!» le dijo. Consejo que ella sigue por lo que en 1925 Horacio viaja solo a San Ignacio, Misiones. Poco tiempo después ella busca saber de él sin éxito a través de sus amigos porque este no le daba señales de vida, aproximadamente un año después, se vuelven a ver y procuran retomar su amistad; la misma que en 1927 termina cuando aparece María Elena Bravo, la mujer con la que el cuentista contrae su segundo matrimonio para solventar ciertos apuros económicos. «El motivo de andar un poco urgido de plata, hace que deba casarme, don Escalera. La novia en cuestión es íntima amiga de Eglé, pues es muy joven, y tan rubia como la guagua. Será para agosto o setiembre. Y aunque yo no soy muy rumboso, siempre necesito unas cuantas cosas en casa para tal salto mortal. Ya la ha de conocer Ud., pues ella lo conoce ya bastante a través de nosotros», le confiesa a su amigo Isidoro Escalera.

¿Pénsas en la muerte? No es necesario camina a lado nuestro desde que nacemos.

Stormi a Quiroga.

En 1937 un examen médico le anuncia a Quiroga que tiene cáncer de próstata, aún no empiezan los fuertes dolores, pero ya sabe que vendrá, se presume le escribe a Alfonsina para despedirse, le anuncia que será a través del cianuro. Ella queda devastada por la muerte de su amigo y antiguo amor pero trata de sobrevivir. Además lidia con un cáncer de mama desde 1935, el mismo es devastador, los dolores son terribles, las pastillas poco ayudan en paliar su malestar. Un día en 1938 se interna en el mar tras dejar una breve nota para no salir más.

Epílogo:

Mientras terminaba este texto empezó a sonar la canción «Óleo de mujer con sombrero» y fue inevitable relacionar parte de la letra, me he preguntado al escribirlo que hubiese pasado si ella no hubiese tenido un amor cobarde, diversos médicos afirman que la enfermedad avanza más cuando nos deprimimos, la serotonina ese elixir que segrega el cerebro cuando está alegre ayuda a menguar los efectos, además de la dopamina, la oxitocina ambas relacionadas con el amor. Alfonsina solía preguntar apenada por Quiroga, quería saber de él. Y este desde Misiones se comunicaba poco con ella. Esto deja ciertas luces del dolor que le había causado que ella no acepte acompañarle y el arrepentimiento que ella sentía por esto. Es probable que de haber viajado hubiesen terminado suicidándose juntos pero habrían tenido tal vez una felicidad, una breve.

* Bertha Erfjord, fue la madre de Norah Lange, escritora argentina vinculada al grupo «Martín Fierro» y esposa de Oliverio Girondo. Cuando Horacio conoció a Alfonsina, ella recordó la frase que solía decir su madre.

Majenda Aliaga

Majenda Aliaga

Redactora

He publicado poemas en plaquetas en Lima, Perú. Trabajé en librerías limeñas y actualmente escribo en la revista Katabasis y en mi página de Facebook: Lecciones de vértigo. Estoy preparando un libro de cuentos que espero publicar y una novela.

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