Ilustrado por: Sofía Olago
Paulo A. Cañón
Para hablar de este escritor mozambiqueño, lo primero que hay que hacer es hablar de un literato keniano: Ngugi Wa Thiong’o. Este artista es uno de los nombres que más resuenan en la literatura africana contemporánea, y ha dicho, posiblemente, la frase que mejor se adapta para la descripción del estilo escritural de Mia Couto. «Las palabras escritas también pueden cantar». Tan sencillo como eso, una descripción concisa de los complejos mecanismos que habitan en el uso del lenguaje escrito, de la música que habita cada una de las letras y que, conjugada con maestría, hace que surja la literatura con letras mayúsculas, la que es capaz de enseñar, la de las obras que soportan el peso de los años y, después de décadas, continúan respirando con vigor. Así es el estilo de Mia Couto: una sinfonía constante de verbos, pronombres, artículos y sustantivos que van entretejiéndose en medio de las páginas escritas por este artista africano. Todo resuena y, además, lo hace al ritmo de tambores y cantos tribales.
Tal vez soy demasiado generoso con Couto y lo que realmente ocurre es que está imbuido de la mágica sonoridad del portugués, el mismo idioma que nos trajo las canciones maravillosas de Lobo Antunes, Saramago, Pessoa y Nélida Piñón. También es posible que estemos ante uno de los mejores escritores lusófonos de la actualidad. Sin embargo, para mí es mucho más sencillo creer en lo segundo.
En sus libros, el viento que pasa por las sabanas africanas, del mismo modo que la tierra agrietada, los soles y los extensos espacios de vegetación y fauna silvestre casi parecen salirse del papel, convirtiéndose en meros escenarios donde el lector queda indefenso ante las inmensas porciones de vida y sabiduría que hay dentro de lo que lee. Sus territorios parecen reflejos de otros igual de inmensos, hechos por escritores a los que bien podría mirar frente a frente, iguales al Veld sudafricano de Coetzee o a la Nigeria rural de Achebe.
Muchas de sus frases aisladas parecen aforismos o fragmentos de poemas. Cada fracción del lenguaje que trabaja da una sensación de haber sido bruñido con exactitud, al mismo tiempo que cuesta creer que lo que hay frente a nosotros es una novela y no un espejo en medio de la selva. Porque su literatura, enraizada en el suelo africano a pesar de él ser un hijo proveniente de inmigrantes portugueses, descubre al lector la universalidad de la experiencia humana por medio de las historias que se cuentan junto a una hoguera, escuchando animales a la distancia.
António Emílio Leite Couto, mejor conocido como Mia Couto (1955), es un escritor mozambiqueño, autor de novelas, cuentos y crónicas. Actualmente es una de las voces más relevantes dentro de la literatura africana contemporánea. Su obra destaca por relatar diferentes aspectos de la vida en Mozambique y por su estilo sencillo y lírico. Ha trabajado como biólogo, periodista, poeta y escritor de literatura infantil.
De igual forma, ha recibido reconocimientos como: el Comendador de la Orden de Santiago de la Espada; el Premio Vergílio Ferreira (1999); la Orden del Mérito Cultural (2009); el Prix Tropiques (2012), el Premio Camões (2013) y el Premio Internacional Neustadt de Literatura (2014).
Algunas de sus obras más destacadas son:
- Tierra sonámbula (1992)
- El balcón del frangipani (1996).
- El último vuelo del flamenco (2000)
- Venenos de Dios, remedios del diablo (2008)
- La confesión de la leona (2012)
Mia Couto en sus propias palabras:
«Hasta que los leones inventen sus propias historias, los cazadores serán siempre los héroes de los relatos de caza». La confesión de la leona
«El amor es un territorio donde no se pueden dar órdenes». Jesusalén
«Según él, el cuerpo estaba hecho de tiempo. Acabado el tiempo que nos era dado, terminaba también el cuerpo. Después de todo, ¿qué queda? Los huesos. El no-tiempo, nuestra esencia mineral. Si algo debemos de cuidar, es el esqueleto, nuestra tímida y oculta eternidad». El último vuelo del flamenco
«Todas las mañanas la gacela se despierta sabiendo que tiene que correr más veloz que el león o morirá. Todas las mañanas el león se despierta sabiendo que debe correr más rápido que la gacela o morirá de hambre. No importa si eres un león o una gacela: cuando el sol despunta lo mejor es empezar a correr». La confesión de la leona
«El que busca la eternidad debe mirar al cielo, el que busca el momento, debe mirar a la nube». Jesusalén
«Además, las guerras nunca empiezan. Cuando despertamos en ellas, nos damos cuenta de que empezaron hace tiempo». Mulheres de Cinzas
«La guerra es una serpiente que utiliza nuestros propios dientes para mordernos». Tierra sonámbula
«La vejez no nos da ninguna sabiduría, simplemente autoriza otras locuras». La terraza del frangipani
«Reír juntos es mejor que hablar el mismo idioma. O tal vez la risa es un lenguaje anterior que perdimos cuando el mundo dejó de ser nuestro». Venenos de Dios, remedios del Diablo
Paulo Augusto Cañón Clavijo
Redactor
Colombiano, periodista y lector de tiempo completo. Escribo para encontrarme. Apasionado del fútbol, la música, los elefantes, las mandarinas y los asados.
Sofía Olago
Ilustradora
Mi nombre es Diana Sofía Olago Vera, para abreviar prefiero ser llamada Sofía Olago. Tengo 19 años y nací en Lebrija, un pequeño municipio del autoproclamado país del Sagrado Corazón de Jesús: Colombia. Sin embargo, desde pequeña he vivido dentro del área metropolitana de Bucaramanga, capital del departamento de las hormigas culonas.
Soy una aficionada del diseño que nutre su estilo y conocimientos a base de tutoriales y cacharrear softwares de edición. Actualmente, soy estudiante de Comunicación Organizacional, carrera que me dio la mano para mejorar mi autoconfianza y mis habilidades comunicativas.