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Foto: Alejandra Villela

Alejandro Zaga

I

Finjámonos desentendidos ante las preguntas
no es cuestión de muchos si nos han poseído
pues éstos demonios no vienen del infierno
vienen de la misma tierra que nosotros
solo que algunos más experimentados
en éstas turbias tesituras.

Y si hemos de huir para guardar el silencio
correremos sin equipaje
la palabra escrita pesa lo suficiente
y nuestra página exige cuidados.

 

II

Andamos a pie cada uno, por separado
con sendas brújulas recién arregladas.
La mía apunta al suroeste.
Mantengo los ojos abiertos.

Mi lengua existe solo para mí.
Veo y escucho otras
existen para nadie salvo sus dueños.
Caminando…
                          siempre un pie delante del cuerpo.

Advierto con mi lengua y mis ojos
algunos gigantes de piedra
aunque ni siquiera me miran
me intimidan…
                          pero me ensanchan a su talla.
Quedan atrás las piedras inspiradoras
mientras mi pie se adelanta al cuerpo.
Y luego el otro…
                          creando el caminar.

Mi brújula apunta al sur
me encuentro con los demás viajantes.
Sigo con los ojos abiertos
atentos
como víboras
arrastrándose por la tierra bendita.

Ingresamos a las selvas
como un cuerpo solo
recordamos el desierto en que comenzamos
con las agujas apuntando
a cualquier lado del círculo
como si estuvieran locas las brújulas.

Nuestro cuerpo alza la cabeza
y los ojos en ella se abren más
como incubando un huevo
buscando entre matorrales algún alimento.

Sorprendidos caemos al piso.
Nuestros pasos nos han llevado,
con cada adelanto de pie,
a una tierra paralela
con los mismos síntomas
las mismas sonrisas.
Las mismas lenguas existentes.
Piedras parecidas.
Brújulas que apuntan hacia el lado contrario
sueños que apuntan hacia las nubes.

 

III

Rodamos hacia un encuentro
lloran un tesoro entero
los de brújulas al noreste
llevan una página delicada
y sus palabras pesan como las nuestras.

Mañana parten o van llegando.
No nos incumbe
debemos ascender nosotros
no tenemos tiempo para hirsutos comentarios.

De a poco nos embarcamos a las nubes
nuestros pies siguen siendo vehículo
nuestra palabra en la página el motor.

En poco la luz no me deja ver a mis viajantes
con los que fuimos un cuerpo
que salió del desierto
llegó a las selvas
cruzó ríos caudalosos
y encontró gente con la misma piel.
Ese cuerpo formado por nómadas
descubridores de la no esclavitud
aquellos que huyeron por un secreto
y que no me alcanzan a ver.

La luminosa media noche nos llueve
nos pinta mientras sonreímos la misión
el llanto me quiso salir y se detuvo.
Escucho un quejido ajeno
y en seguida uno mío
lloramos perlas y diamantes
sabemos entonces que no los buscamos
y la palabra ya no pesa ni la página es frágil.

La noche se apaga con los primeros rayos del sol
nos encontramos en el blanco futuro
el que buscamos y que creíamos querer.

Entonces giramos la cabeza y volvemos a casa.

Alejandro Zaga

Alejandro Zaga

Director Jurídico

Nacido en 1995 en Distrito Federal (hoy CDMX). Estudió teatro y la licenciatura de Estudios Latinoamericanos, en la UNAM. Ambas truncas. Permanente estudiante/escrutiñador de la comedia, pues la risa es la prioridad. La ironía lo llevó a inscribirse en Derecho, también en la UNAM.

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