contacto@katabasisrevista.com

Ilustración: Deivy

Alejandro Zaga

The Good Place es una maravilla narrativa con algunos de los giros de trama más espectaculares que he visto y que toma una premisa qué todos nos hemos hecho «¿Que pasa después de la muerte?» Pero presentada con gags, un montón de coloridos escenarios y unos protagonistas con perfiles únicos y muy distintos entre sí qué se ven obligados a compartir la otra vida.

Ésta pregunta sobre la muerte ha sido crucial en el desarrollo del pensamiento humano, desarrollando religiones (qué, según la serie, cada una acierta en más o menos 5% a lo qué realmente es el más allá) y filosofías variadas. Precisamente uno de los personajes principales es un doctor en filosofía moral, alguien a quien las alternativas ponen en un predicamento inusual, debiendo sopesar todas las posibilidades que cada acción desencadenaría. Una comedia con un personaje qué no puede hablar más de cinco palabras sin citar a un filósofo, diversión garantizada ¿No?

Pues sí, definitivamente.

Pero la filosofía no se queda en los diálogos de este personaje, llamado Chidi Anagonye o de Eleonor, cuando comienza a aprenderla con el fin de ser mejor persona, sino que los escritores verdaderamente estructuraron la narrativa del show a través de problemáticas morales.

En la narrativa tradicional, para generar (o por lo menos intentar generar) sentimientos en el lector o espectador, se plantean problemáticas, nudos y tomas de decisiones. Así se mantiene al espectador, como se diría coloquialmente, «en ascuas». Entre más trascendental sea aquello a lo que un personaje se enfrenta, mayor impacto tiene en el receptor y también lo hace preguntarse «¿Qué haría yo en su lugar?», ejercitando la empatía, esencial para el estudio de la moral y la ética.

Welcome, everything is fine

Cuando Eleonor muere y es recibida en un vecindario de El lugar bueno (de ahí el nombre) por el arquitecto de éste, Michael; él le asegura que está diseñado para su felicidad eterna y se alegra, pero inmediatamente descubre que, a pesar de que su nombre coincide, no es ella a quien esperaban. Eleonor no pertenece al lugar bueno pero no puede arriesgarse a que la envíen al lugar malo ni cree que pertenezca ahí tampoco, así que le pide ayuda a su alma gemela (oh, sí, eso existe): Chidi.

Aquí ya hay una buena cantidad de problemáticas ¿Este error significa que ocupa el lugar de alguien más? ¿Chidi está obligado a confesar que hay algo erróneo en El lugar bueno? ¿Si está ahí por error significa que Michael, el arquitecto tiene que asumir esa responsabilidad? ¿Intentar ser mejor por un objetivo egoísta hace a alguien legítimamente mejor?

Otro punto que me hizo apreciar mucho la serie desde el inicio es la explicación que dan sobre cómo se gana un sitio en El lugar bueno, se trata de una evaluación de todos los actos realizados durante la vida, cada uno tiene una puntuación específica y se hace un balance de todos y cada uno. Aquí no se pierden ninguna oportunidad para insertar chistes pasajeros sobre el puntaje de ciertas acciones, como que es negativo abrir una cuenta de Facebook, cometer genocidio tiene uno de los puntajes negativos más altos y que cosas como ir a un concierto de los Red Hot Chili Peppers o ser fan de The Bachelor te envían automáticamente al lugar malo.

Chidi Anagonye es el alma gemela de Eleonor, según los cálculos, un profesor de filosofía moral con un problema gástrico que le ataca cada que se encuentra en un dilema. Eleonor debería venir con antiácidos para Chidi.

Chidi, de niño, durante el receso, intentando escoger a su equipo de soccer:

«Tengo que considerar todos los factores. Estrategias atléticas, los egos frágiles de mis compañeros y políticas de género. ¿Debería escoger a una niña como gesto pro movimiento de equidad femenina o eso es condescendiente? ¿O creo que es condescendiente por mi limitado punto de vista masculino?»

Los otros residentes de este vecindario que tienen protagonismo son Jianyu, un monje que a lo largo de la serie nos enseñará múltiples cosas sobre la filosofía aplicada no académica, es decir, sobre cómo no es necesario ser brillante para ser una persona innatamente «noble» (no encontré mejor adjetivo) y Tahani, una activista/modelo/socialité/millonaria con múltiples éxitos en vida obsesionada con la competitividad y con sobresalir. También como principales tenemos al siempre genial Ted Danson interpretando a Michael, el arquitecto del vecindario, un admirador de los seres humanos, quienes son incomprensibles para él y que se esforzará por llegar a entenderles y Janet, una suerte de computadora antropomórfica que, sin estar seguro, me atrevería a pensar fuertemente que es una representación de las identidades no binarias y que tiene un conocimiento sobre todo en el universo. Este es un coctel muy rico servido sobre una cama de filosofía.

No puedo extenderme mucho en cómo algunas premisas filosóficas influyen en partes específicas de la trama porque significarían spoilers gigantes, pero aquí hay algunos, muchos de ellos como base de clases para enseñar a Eleonor a ser mejor persona y así ganarse un lugar en El lugar bueno

    • El Dilema del tranvía de Philippa Foot se convierte en un gag recurrente durante toda la serie.
    • La cita de Lao Tzu- «Conocer a otros es sabiduría, conocerse uno mismo es iluminación» es el leitmotive de un episodio
    • Se presenta la Fundamentación de la metafísica de las costumbres de Kant como un libro sobre «cómo ser bueno»
    • David Hume y su Tratado sobre la naturaleza humana intentan ser el primer acercamiento para comenzar a entender y reconocer al otro… algo pedagógicamente imposible.
    • Se menciona al jurista Jeremy Bentham y cómo el utilitarismo, que suena tan sencillo en la premisa de elegir la opción que menor daño cause, puede ser muy problemático porque ¿cuál es el menor daño? ¿cómo se determina?
    • En la segunda temporada mencionan el eterno retorno, a la manera de ouroboro que Nietzsche lo explicaba, tan sólo para ver a continuación cómo se trata efectivamente, de un eterno retorno, una parte de esta temporada.
    • El contractualismo en Lo que nos debemos los unos a los otros se convierte en una pieza clave pare el final de la primera temporada e inicio de la segunda y no sólo porque un ejemplar tiene injerencia directa en la trama, sino porque «Vetar reglas consideradas injustas» es la manera en que Chidi intenta explicar a Eleonor el límite que tenemos sobre los demás y esa premisa la encontramos en diferentes partes de la historia en adelante.

Y de esta última manera es en cómo se siente más la filosofía en la serie, aplicada a la trama, por ejemplo, el final de la primera temporada (y, por ello toda la construcción del inicio) está construida a partir de la célebre frase de Jean-Paul Sartre en A puerta cerrada que no he de mencionar aquí para disminuir los spoilers entre los lectores.

De todas estas referencias y muchas más que seguro se me escapan porque en filosofía yo soy un panqué, los escritores formulan las tramas, demostrando maestría en el uso de la argumentación (agradeciendo la polisemia de «argumento») y utilizando esta sitcom (que viéndola detalladamente tiene un montón de agujeros de guion) para fomentar el conocimiento, logrando así uno de los objetivos principales de la filosofía.

Es maravillosa la sutilidad con que mencionan una premisa filosófica dentro de los diálogos y la utilizan luego para construir los hilos narrativos, habiendo dejado esa pequeña semilla de curiosidad en el espectador.

El aprendizaje no es exclusivo de los espectadores, pues a lo largo de las 4 temporadas se ve un aprendizaje gradual, un desarrollo tangible en, me atrevería a decir, todos los personajes principales y que culmina en uno de los finales más hermosos y educativos que he tenido el placer de presenciar, un final que llamaría redondo o hasta un punto final infalible para todos los personajes que me ayudó en ese bache en que me encontré tras el fallecimiento de mis abuelos cuya diferencia fue de menos de un mes.

No hablaré más respecto a las últimas temporadas porque cada cosa es un spoiler o consecuencia de algo que se remonta muuuuucho muy atrás.

Vela y hablamos luego, dawg.

Alejandro Zaga

Alejandro Zaga

Director Jurídico

Nacido en 1995 en Distrito Federal (hoy CDMX). Estudió teatro y la licenciatura de Estudios Latinoamericanos, en la UNAM. Ambas truncas. Permanente estudiante/escrutiñador de la comedia, pues la risa es la prioridad. La ironía lo llevó a inscribirse en Derecho, también en la UNAM.

Deivy

Deivy

Ilustrador

Me llamo Deivy Castellano. Pintor aficionado, intento que mi trabajo hable por mí mismo. Trabajo para ser un polímata, en mi tiempo libre soy un misántropo auto exiliado en Marte.

Total Page Visits: 912 - Today Page Visits: 2
Share This