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Ilustración: Caro Poe

Jennifer Puello

Blanca Andreu nació en La Coruña en 1959, iniciadora de la llamada generación de los ochenta o postnovísimos, quienes se reencuentran con la tradición clásica y retoman una poesía minimalista, si bien, ya había presentantes de este “movimiento” escribiendo, no fue hasta que Andreu gana el Premio Adonis que se hacen reconocidos. Reconocimiento que trajo consigo fama y gloria, una que hasta ese momento había deseado, a fin de ser inmortal, pero que con el tiempo entendió que trajo consigo la «falsedad de la fama».

Con el tiempo, esa misma angustia la llevó a alejarse un poco de la farándula literaria, de los críticos que, en sus palabras, la pusieron en un pedestal que a veces se vuelve una carga. El tiempo también la llevó a decidir no volver a escribir poesía y a afirmar que «poeta, era como antes me gustaba que me llamaran, ya no lo soy, estoy retirada», algo que ya se puede leer desde su antología más reconocida.

«Cinco poemas para abdicar,

para que sean un destello terrestre en mi tránsito

mientras el vaivén de mi cuerpo me dote de viejo sueño y tenga un altar adornado,

mientras mis ojos suspendan la aspersión del líquido más breve,

abandonen su aire lacustre y la ligereza de la lágrima cóncava en donde beben grullas

y otras zancudas con pie de bailarina,

mientras mis manos sean hangares en las salinas negras para aviones de turbios vuelos,

mientras el súcubo murciélago diga en mi oído espuma y diga oscuridad

en las marineras negras».

Cinco poemas para abdicar, De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall, 1980.

Volviendo a su poesía, quizá al ser de la provincia o quizá por un deseo de eso que ya no volverá, podemos encontrar, en ella, retratos de un campo amplio, de un lugar más iluminado o de animales que deambulan entre esta realidad y otras, todo ello como metáfora para hablar de los sentimientos profundos:

Dame tu parentesco con una sombra de oro,

dame el mármol y su perfil

leve y ciervo,

como de estrofa antigua.

Dame la noche que no intercede…, De una niña de provincias que se vino en un Chagall, 1980.

como medio cristal y media viña blanca,

como vena furtiva de paloma:

sangre de ciervo antiguo que perfume

las cerraduras de la muerte.

Amor de los incendios y de la perfección…, De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall, 1980.

Sin embargo, poco a poco su escritura, en principio considerada surrealista por muchos críticos, se fue haciendo más suya, partiendo desde su imaginación y creando, menos desde la metáfora y más desde sus vivencias: el amor, la tristeza y el duelo, como principales protagonistas.

Cómo me parecerá extraño el aire que me envuelve,

cómo será así extraño,

cuando tú ya no estés,

la catedral del día,

el claustro que condensa la gran edad de la luz

y el carácter de las tormentas.

Cómo me parecerá extraño el aire que me envuelve…, El sueño oscuro, 1994.

Las tres vinculadas a quien fue su «mejor amigo (…), maestro» y el hombre que amo y murió en 1993: «Entre tú y yo no hay ningún no» (El sueño oscuro, 1994). Aunque el amor está presente en su obra desde sus inicios:

Así, en pretérito pluscuamperfecto y futuro absoluto

voy hablando del trozo de universo que yo era,

de subcutáneas estrellas de sangre

cazadas por el ángel de la anemia

en el cielo arterial,

diciendo leucocitos del alba y rio de linfa,

o bien de lo que quise:

el ligero Mediterráneo,

la prohibición de envejecer,

la gavilla del sueño barbitúrico,

Así, en pretérito pluscuamperfecto y futuro absoluto…, De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall, 1980

Así como desde siempre estuvo junto a ella una tristeza subyacente, que parece más una «tendencia a la desesperación»:

Y casi espíritu de fuego, casi la empuñadura de una idea del fuego

aire de pájaro o espada, pero espía,

en tu interior hay ciervos y prodigios,

acaso un charco de oro.

Dos, Libro de las bestias. Primer fisiólogo, 1984

Finalmente, este pequeño escrito es un llamado a leerla, no solo por lo que representa o porque aun está viva, sino como un llamado a que su poesía no caiga en el olvido en medio de tantas otras cosas que aun nos queda por leer

Como si fueras

el propio olvido

te he visitado

océano

emperador de las aguas

espejo profundo del cielo

y he visto en tus eternas barbas de espuma

cereales azules y flores del silencio.

Marina, El sueño oscuro, 1994.


Obras

De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall, Madrid, Rialp, colección Adonáis, 1980

Báculo de Babel, Madrid, Hiperión, 1982

Capitán Elphistone, Madrid, Visor, 1988

El sueño oscuro (recopilación, en un volumen, de la poesía escrita entre 1980 y 1989), Madrid, Hiperión, 1994

La tierra transparente, Madrid, Sial, 2002

Los archivos griegos, Sevilla, Fundación José Manuel Lara, 2010


Referencias

De Villena, L. A. (1986). Postnovísimos. Madrid: Visor.

Merimo-Marchante, O. (2020)

Navas-Ocaña, M. I. (1983). “La poesía de Blanca Andreu y el surrealismo. Algunas reflexiones”, 97. Universidad de Granada.

Jennifer Puello Acendra

Jennifer Puello Acendra

Redactora

Lic. en educación y lengua castellana de la USCO, maestrando en Lingüística de la UAQ. Ha participado en varios concursos de escritura en diversas instituciones.  Amante de las mariposas, los cuervos y los gatos. Amada por las hormigas. Enemistada con los sapos.

Caro Poe

Caro Poe

Directora de Diseño

Diseñadora gráfica.

Soy encargada del departamento de Diseño e Ilustración de este hermoso proyecto. Estudiante de Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Como no soy escritora, encuentro de gran complejidad describirme en un simple párrafo, pero si me dieras una hoja, un bolígrafo y 5 minutos, podría garabatearlo.

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