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Imagen: Berenice Tapia

Majenda Aliaga

¿Cuándo fue la última vez que la policía lo paró en su barrio porque tenía ganas de pasear y tal vez pensar de noche? A mí me sucedió bastantes veces como para que al fin, irritado, escribiera «El peatón»

Ray Bradbury

Un día, el joven Raymond Bradbury fue a comer con un amigo; saliendo del restaurante decidieron dar una caminata por los alrededores para disfrutar de un poco de sosiego, y cuando apenas habían avanzado unas pocas cuadras, se percataron que eran seguidos por un coche policía a poca distancia. El vehículo finalmente se detuvo a lado de ellos, bajó un agente y, tras pedirles que se identificasen, les preguntó, qué hacían en la calle a altas horas de la noche.

«Poner un pie delante del otro», le contestaría Bradbury, indignado. El agente siguió haciéndoles preguntas, queriendo saber por qué iban de peatones y por qué no tenían un rumbo fijo; no lograba entender que un paseo nocturno no infringía la ley. Está anécdota causó mucha molestia en el autor, y fue tanto el impacto que tuvo en Bradbury que – tiempo después- acabo siendo usada por el escritor como argumento para su cuento «El peatón». En el relato, escrito en 1951, el protagonista es Leonard Mead, quien hace algo muy común en estos tiempos, pero considerado casi prohibido en una ciudad futura, específicamente en el año 2053: caminar.

«—Sin profesión -dijo la voz de fonógrafo, siseando—. ¿Qué estaba haciendo afuera?

—Caminando —dijo Leonard Mead.

—¡Caminando!

—Sólo caminando -dijo Mead simplemente, pero sintiendo un frío en la cara.

—¿Caminando, sólo caminando, caminando?

—Sí, señor.

—¿Caminando hacia dónde? ¿Para qué?

—Caminando para tomar aire. Caminando para ver.

—¡Su dirección!

—Calle Saint James, once, sur.

—¿Hay aire en su casa, tiene usted acondicionador de aire, señor Mead?

—Sí».

[Fragmento de «El peatón» de Ray Bradbury]

Un poco antes, en 1947, Bradbury, escribió Bradbury escribió «Brillante sobre el fénix», un relato que fue rechazado por las revistas a las que lo presentó. Recién en 1963, en un número especial en el mes de mayo, fue publicado por la revista Fantasía y ciencia ficción. En este relato, ubicado en el ahora cercano año de 2022, las bibliotecas son cercadas por hombres que prenden fuego a los libros; y entonces, los lectores deben buscar modos ingeniosos de asir de alguna manera el contenido de los libros, apelando a ello a la memoria de los lectores. Considerando que hace pocas semanas ciertas obras literarias, específicamente cuentos infantiles, de manera absurda, por cierto, fueron vetadas en una biblioteca de España, el cuento toma mucha relevancia.

«—Hola, Keats -dije.

—Tiempo de brumas y frustración madura -dijo el camarero.

—¿Keats? -dijo el Censor jefe —. ¡No se llama Keats!

—Estúpido -dije -. Éste es un restaurante griego. ¿No es así, Platón?

El camarero volvió a llenarme la taza. —El pueblo tiene siempre algún campeón, a quien enaltece por encima de todo… Ésta y no otra es la raíz de la que nace un tirano; al principio es un protector.

Y más tarde, al salir del restaurante, Barnes tropezó con un anciano que casi cayó al suelo. Lo agarré del brazo.

—Profesor Einstein —dije yo.

—Señor Shakespeare —dijo él.

Y cuando la biblioteca cierra y un hombre alto sale de allí, digo: -Buenas noches, señor Lincoln…»

[Fragmento de «Brillante sobre el fénix», Ray Bradbury]

Por cierto, un tiempo después ambos relatos se enlazaron para el borrador de “El bombero” que nació en la primavera de 1950, en apenas nueve días. Está novela fue escrita en una biblioteca; Bradbury necesitaba un lugar calmado para hacerlo, pues él solía escribir sus textos en casa antes de tener a sus hijas, pero cuando las tuvo, las niñas invadían el garaje y él prefería jugar con ellas antes que escribir. Entonces se le ocurrió que la Universidad de California, más específicamente el sótano de la biblioteca, era un lugar idóneo para dar a luz a su proyecto, pues allí alquilaban máquinas de escribir a diez centavos la media hora. En palabras del escritor inglés, fue la novela más barata que ha escrito, donde el costo total de la misma fue nueve dólares con ochenta centavos. Luego hizo una segunda versión de este texto, un poco más extensa, le hizo correcciones y se convirtió en una pieza magistral, una novela distópica en la que el fuego es un protagonista estelar, sí, claramente hablo de Fahrenheit 451. La misma fue publicada por primera vez por entregas en la revista Playboy, a pedido expreso Hugh Hefner, el entonces director, quien era un fanático del género. Muchos otros escritores de Sci-fi o ciencia ficción han publicado en esa revista, pasando por nombres como Arthur C. Clark, Philip K. Dick, Úrsula Le Guin, Margareth Atwood, entre otros.

En la novela ubicada en un futuro distópico, están prohibidas muchas cosas, pero, básicamente, son las relacionadas al ocio en soledad o aquellos en los que podrías hacer algo tan grave como pensar, entre las que consideran a la lectura como una de las más grandes, por ello los libros están prohibidos, además, claro está, caminar sin una dirección o rumbo fijo.

Majenda Aliaga

Majenda Aliaga

Redactora

He publicado poemas en plaquetas en Lima, Perú. Trabajé en librerías limeñas y actualmente escribo en la revista Katabasis y en mi página de Facebook: Lecciones de vértigo. Estoy preparando un libro de cuentos que espero publicar y una novela.

Berenice Tapia

Berenice Tapia

Ilustradora

Demasiado perezosa para pensar en algo decente. Me gusta dormir y mi sueño más grande es poder vivir de hacer monitos. Las dos cosas más importantes que me ha enseñado la vida, son:
1) Estudiar arquitectura no vuelve rica a la gente.
2) El mundo no se detiene nunca, ni aunque estés llorando hecha bolita porque borraste accidentalmente un capítulo de tu tesis.

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