El camino de la nostalgia

Jennifer Puello Acendra

«Nostalgia» es mi segunda palabra favorita. La primera, de las que quizá les hablé otro día, es «melancolía», que se relaciona, causalmente con lo negro (bilis negra, significaría literalmente). Por su parte, «nostalgia» está conformada por dos palabras griegas νόστος (nostos) que significa regreso (muchas veces relacionado con «regreso a casa») y ἄλγος (algos) que significa dolor. Por ende, se considera que la nostalgia es el dolor que existe por el deseo profundo de regresar al hogar.

Ahora, el hogar o la casa no tiene que ser una entidad física. Cuando Odiseo añoraba a Ítaca posiblemente deseaba no solo el pedazo de tierra en la que reinaba, sino todo lo que venía con ello: su familia, su perro, sus recuerdos y los años vividos ahí. Nuestra casa puede ser desde todo un territorio extenso hasta los sueños, vivencias y personas que hemos dejado atrás, todo aquello de lo que nos alejamos, porque, en últimas, la vida nos lleva de un lugar a otro, porque crecer a veces significa apartarse.

Este mes he meditado sobre qué escribo, haciendo un recorrido rápido de lo que en este espacio lleva mi nombre, se encontrarán con textos donde habló del sincretismo religioso, del vallenato y la champeta, de filósofos y poetas de la región caribe colombiana, de la manteca negrita y la reivindicación del pelo negro y crespo. Siempre que escribo lo hago, inconscientemente quizá, desde la añoranza de lo que dejé al estar lejos del hogar.

Ahora bien, no es el dolor de la distancia y el deseo de regresar lo que me ha motivado a escribir tantas veces sobre los temas antes mencionados, hay, por un lado, un deseo profundo de que quienes los conocen recuerden y sientan ese mismo sentimiento de amor por lo que nos representa. Por el otro, una esperanza de que otros conozcan sobre ese pedazo de tierra donde viví, así como sus costumbres, su folklor y sus tradiciones.

Y es que el dolor por el deseo de regresar a casa no solo se «cura» viajando a aquello que nos hizo felices, también lo hace cuando se escribe, en esos momentos siento como si sacara el veneno de la ausencia y estuviera ahí, de nuevo, reviviendo cada instante. Como si recreara al mar de siete colores de San Andrés, una pequeña isla en el Mar Caribe donde nací; las noches estrelladas en diciembre de Villanueva, pueblito en el norte de Bolívar, donde viví mi infancia y adolescencia; la playa amurallada de Cartagena, la heroica; la música que te hace bailar en Turbaco, también al norte del departamento de Bolívar, de donde viene mi apellido paterno; la brisa calurosa de Barranquilla, donde espero algún día vivir su carnaval; o la pasividad de Santa Marta, su mar en calma, sus noches que me enamoraron, aunque solo fui una vez…

Escribir me lleva a «volver» a instante y momentos que jamás viví, pero que pueden extraerse de las letras y se hacen realidad en mí; de esta manera, Alicia vuelve a estar viva en los versos que Juancho Polo compuso en «Flores de María» y en otro rincón, en otro tiempo Gabriel Escorcia compone, en una tumba, «La Gran Miseria Humana».

Es posible que el camino de la nostalgia tenga ramificaciones infinitas y que muchas de ellas parezcan tan distantes que se olviden de su raíz, por el momento, espero que todas ellas traigan consigo calma, para algunos y descubrimientos para otros.