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Ilustración: Arturo Cervantes

Alejandro Zaga

Seguramente tienes pasiones, tal vez sea la lectura y eso te trajo a esta revista, tal vez sea el cine, la danza… O pueden no ser expresiones artísticas, sino la medicina, la antropología, el comercio… Si te dedicas a tu pasión y vives de ella seguro significaría una pesadilla el tan solo pensar que puedas no realizarla de pronto. Esa es la premisa de Sound of metal, en la que Ruben Stone, baterista de una prometedora banda de metal, pierde repentinamente la mayoría de su capacidad auditiva. ¿Te lo imaginas? Es obvio que la reacción inmediata sería guiada por la frustración y la desesperanza que representa renunciar a la manera en la que se conoce la vida, porque, conocemos en gran medida, a través de aquello que amamos. No utilizo la palabra amor laxamente, pues él se siente distanciado también de su pareja, vocalista de la misma banda.

Esta película me puso nuevamente, como antaño, a enfrentar el miedo personal de perder mi vista; pues la uso para lo que amo, que es leer y su complemento (como puedes apreciar), escribir, así como ver cine y seguir soñando con hacerlo. La exploración que hace el director y guionista, Darius Marder, con ésta historia es una nueva visión de un tema que en la vida real ha acosado a creadores de diversos ámbitos.

Ludwig van Beethoven es el nombre de un compositor que para nadie es desconocido, pues su legado musical es tan gigantesco como la leyenda que se ha creado sobre él. Un compositor virtuoso, tanto, que aún joven dejó de depender de conciertos para sobrevivir, pues sus composiciones eran ansiadas por los intérpretes y que, sin embargo, padecía del oído. Al parecer su más famosa (y ambiciosa) sinfonía, la novena, fue compuesta cuando él ya estaba completamente sordo… aunque, a diferencia del personaje de Sound of metal, su pérdida fue paulatina. Se sabe que era su mayor preocupación (antes de sus problemas económicos) pues suponía una barrera para el reconocimiento de su propio quehacer. En la pantalla grande ha sido interpretado por maestros como Ed Harris (Copying Beethoven) y Gary Oldman (Immortal beloved).

Otro conocidísimo ejemplo de éste tipo de situaciones lo constituye Borges, quien siendo «desagradablemente sentimental» expresó en un cuento llamado Veinticinco de agosto, 1983[1], «La ceguera no es la tiniebla, es una forma de la soledad». Esto se lo dice a una versión más joven de él, mientras le cuenta otras cosas que intentan apaciguarlo ante la su irremediable muerte. Borges exploró maneras de emitir su ceguera mediante sus cuentos y poemas, como en Poema de los dones:

Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche.

[…]

De hambre y de sed (narra una historia griega)
muere un rey entre fuentes y jardines;
yo fatigo sin rumbo los confines
de esta alta y honda biblioteca ciega.[2]

En éstos y muchos otros ejemplos que se pueden encontrar, descubrimos a un Borges que si bien no está cómodo con su destino, lo había abrazado mucho antes de que llegara.

Hace unos años se volvió viral en redes una nota sobre Pete Eckert, quien con treinta años perdió la vista y después de esto se convirtió en fotógrafo. Había estudiado escultura y diseño industrial, pero cuando supo que perdería la vista completamente, en sus palabras, le pegó como un martillo. Cuando quedó totalmente invidente tomó la decisión de retar a su suerte y utilizar para ello la herramienta más inusitada para alguien en su posición como es la cámara fotográfica, valiéndose para esto de otro elemento fundamental, la luz, que recuerda muy bien y utiliza para sus capturas. Su método es tocar para reconocer lo que busca fotografiar y así saber qué indicaciones dar para la colocación de las luces. Resume su condición y trabajo en una frase «Soy una persona visual, sólo que no puedo ver». Su trabajo ha sido respaldado por marcas que reconocen su trabajo, como Volkswagen.

Volvamos a Sound of metal. Ruben tiene contacto con centro de adaptación, una granja dirigida por un sujeto muy amoroso que también perdió el oído y que auxilia a otras personas bajo el mantra «no escuchar no es una desventaja». Ruben no se adapta, quiere volver a escuchar y para esto tiene fe en una milagrosa cirugía en la que le implantan ciertas prótesis. Se niega a dejar de conocer como lo ha hecho, a pesar de la invitación de éste mentor que lo acoge a abrazar la quietud («stillness» ¡qué bonito se escucha en ambos idiomas!).

Considero a éste, el punto medular de incidentes así; no sabemos cuándo nos ocurrirán eventos que nos impidan continuar conociendo como hasta ahora y el miedo a re-conocer es completamente natural, pero recapitulando el camino desde el encabezado hasta aquí, tenemos a un Beethoven afligido, un Borges resignado y un Eckart decidido; todas posiciones válidas que comparten la aceptación de comenzar a conocer, porque lo que amamos sigue siendo lo mismo y hay tantas maneras de acercarnos como nuestro ingenio nos lo permita.

Yo no dejo de temer que mi visión empeore con los años y he de tener en cuenta el antecedente familiar de cataratas y diabetes, pero me guardo también la esperanza de poder crear desde ahí, como hay cineastas daltónicos, corredores con prótesis e incluso escuché de ebanistas invidentes.

No busco generar condescendencia barata en quien lea estas líneas, pues los creadores, sea cual sea su condición, no la necesitan. Ni siquiera llamo a la empatía (la cual es más difícil de desarrollar de lo que podría parecer), porque, nuevamente, como creadores, quienes se encuentran en una situación diferente a la más común, buscan la voz de lo que hacen y no la propia. Intento, en cambio, que piensen en verdadero reconocimiento y que se busque visibilizar desde la equidad. Cuando alguno de nosotros se vea obligado a re-conocer, lo superaremos con el tiempo pero la alusión a lo que nos lleve hasta ese hipotético lugar puede significar revictimización y ésta no la merece nadie, mereceremos (entonces y ahora) quietud.

We deserve stillness.


  1. La memoria de Shakespeare —1983 
  2. El hacedor —1960 
Alejandro Zaga

Alejandro Zaga

Director Jurídico

Nacido en 1995 en Distrito Federal (hoy CDMX). Estudió teatro y la licenciatura de Estudios Latinoamericanos, en la UNAM. Ambas truncas. Permanente estudiante/escrutiñador de la comedia, pues la risa es la prioridad. La ironía lo llevó a inscribirse en Derecho, también en la UNAM.

Arturo Cervantes

Arturo Cervantes

Ilustrador

Una oscura noche de verano, el abismo abrió su boca infernal, dejando escapar un ser etéreo y terrible, que devoraría todo a su paso con su furia. Eternamente manchado de acuarelas y las almas de los incautos que obtienen lo que desean, se mueve por el mundo deslizándose por entre las cerraduras. También me gustan los gatitos y el té.

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