Almudena Miláns
I
Quisiera entender el lenguaje de tus grietas,
absorber el conocimiento de tu savia y la reciedumbre de tu albura,
profunda armonía, serenidad invicta.
¿Es así? ¿Convives realmente solaz con tu suerte?
No obstante te separa una lejanía impenetrable
de tus simientes, no obstante tu altura
se yergue inexorablemente impotente hacia un cielo
siempre inaprensible.
Y lo desasido, cómo nos embauca, lo desconocido,
¿también a ti te silva el ulular de la duda?
Tú, como nosotros, imploras hacia la vasta eternidad
que se abre al final de cada una de tus extremidades,
la extensión de tu contorno te es igualmente incierta
mientras vives arraigado en la tierra que te nutre,
permaneciendo en el seno que te alberga.
Y cuando tus hojas caen como lágrimas al viento
se alzan tus espinas como tridente sobre la maleza,
haciendo patente el contraste de tu sombra
sobre la tierna hierba.
Miras a tu alrededor, invocas a la naturaleza
y no estás solo.
Pronto llega el relente como un manto a cubrir
en la noche tu corteza
y no estás solo
cuando una brisa mece tu esqueleto
zaherido por los años.
II
¿Cómo convives con tantos recuerdos bajo tu madera?
¿Cuántas emociones a flor de piel escondes bajo tus capas?
Y cómo despliegas una floración nueva cada primavera
conociendo de antemano lo fútil de su destino,
impulsando con el empeño de Sísifo la roca de tu hogar.
Cuántas aves a las que has dado cobijo han migrado
y nunca han vuelto,
cuántos retoños han manado de tus entrañas
y han caído sobre el polvo de septiembre.
Quiero escanear los anillos de tu memoria,
sentir el pulso de la vida por la vida misma,
la vida que brota siendo dada.
Constatar cómo nuestra existencia sólo cobra sentido
cuando se expande hacia lo que le rodea
y así nunca solamente está
sino que es.
Pero no todos sentimos ese impulso, qué agradable sería
vivir sin las añagazas del individualismo, y que no existiese
un solo un grito de desesperanza
ahogado entre el tiberio de nuestros pensamientos.
Vivir como tú, en la quietud que permite
escuchar los sonidos más genuinos,
absorber la luz más pura y devolverla
en forma de vida.
Almudena Miláns
Autora
VonPeps
Ilustrador
Soy Alejandro, 24 años, colesterol bajo, estudiante de psicología y fotógrafo habitual, guionista cuando hay leche y galletas. Me gusta bailar solo, decir groserías y escuchar a Iggy Pop. A veces, creo que sería más feliz viviendo en el campo con un buen poemario, luego me llega una notificación a mi smartphone y me olvido de todo. Soy un pésimo pintor, por eso me hice fotógrafo.