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Ilustración: Florencia Luna

 

Tito Pizarro Castro

El artesano o artesana en búsqueda de greda. Espacio, ya habitual, que se recorre con los pies tranquilos y la mirada segura.

Hay un sendero donde se impone una ruta invisible y es llevada por un trueno viejo con su rayo silencioso que cae allí donde escaba, el artesano o la artesana y lee el mensaje que brota de la tierra linda, greda mágica, material sublime que alimentará sueños. La flauta de pan, en melodía salvaje, dejará el sello del tiempo marcando esa harina ancestral y se mantendrá la memoria colectiva intacta de mano a mano, barro de origen y mujer alfarera.

El artesano junto a la artesana camina, avanzan y descansan.

A ustedes les hablo, soy la greda recién sacada de la matriz tierra. Tengo el tinte del rostro de la joven nortina llevando leña para el horno de la abuela.

El artesano le dice a la artesana: Sentimos en nuestras manos voces y música, acordes de vientos que recorren montañas, praderas y valles.

La artesana le dice al artesano: -Escucha quien habla Soy la mano del artesano. Soba y soba la amalgama terrosa que hará apareo lindo con agua fresca de la noria aquella, donde cantaba el sapo enamorado de su vecina rana, cubierta de yerba buena.

El artesano ve su arte y su pecho se inflama. La artesana lo mira, sonríe y un mate prepara.

Las voces de la artesanía hablan:

Soy el agua y besaré esa tierra linda para construir una cosa bella que ya viene cantando con su vihuela.

Soy arcilla roja que da vueltas en el vacío de un espacio circular y me transformo en un trance embrujado. Estoy quieto y no nado.

Soy negro humo y barro calcinado, engordo y engordo. Una ranurita me llega cuando me bautizan. Estoy quieto y disfruto del barro.

Soy el torno, doy vueltas y vueltas y pido la mano de la rosita, gran alfarera. Me mira y se pone coqueta.

Es tiempo mágico, es tiempo lúdico, es tiempo de malabares, es tiempo de musicales y con instrumentos hechizados a otro mundo nos conduce. En ese tiempo la historia no siempre olvida la poesía y por qué no contar lo que acontece debajo de una física mecánica y para todos los días.

Contar en ese tiempo mágico, lúdico, animando otros personajes y cosas que le acontecen.

Se crea esta historia de artesanías y figuras lindas que nunca mueren. Con bondad, paciencia y curiosidad veamos qué nos cuentan.

Y aquí están estos universos paralelos.

Sentado en un gran sillón hecho de madera de guayacán y con un respaldo, que contiene una gran águila labrada con las alas abiertas. Caen hacia el piso y cubren todo el escaño, un cuero de llamo y otro de guanaco. Allí se imponía, solemne, la figura del chamán, erguido, el torso desnudo, con los ojos cerrados, tenso, concentrado y en estado de espera.

Pocas palabras, espero un breve relato, el chamán, así dijo.

Y habló la artesanía diaguita.

Soy el Jarro Pato. Me he vestido con mis mejoras galas y están presentes mis colores predilectos blanco, rojo y negro. He sido convocado. Espero ser elegido para la gran ofrenda. Provengo de los objetos de un famoso curaca del norte. Soy de diaguita estirpe.

Y muy tranquilo, su compañero, también se presentó:

Soy el Cuenco Ornitomorfo. Tengo unas simpáticas patitas y una túnica y pechera con figuras geométricas y el toque de los colores correspondientes de mi raza, blanco rojo y negro. También he sido convocado. Sin duda, seré yo quien triunfe para la gran aventura que viene. Provengo de los objetos predilectos de la mujer de un curaca rico del Sur. Soy de diaguita estirpe.

Es tiempo mágico, es tiempo lúdico, es tiempo de malabares, es tiempo musical y en un carro fantástico de colores a otro sitio nos conduce.

Salimos de un universo y pasamos al universo paralelo.

Con un cultrún y siguiendo el ritmo del trompe, llamando en alta voz ¡Treng! ¡Treng! repetidas veces, dando saltitos repetidos y en seguidilla, llegaron las sacerdotisas convocantes. Madre e hija portaban pañuelo multicolor y trapelacuchas de plata reluciente.

Y a la ceremonia se dio inicio.

Una de ustedes va ser elegida para una gran y noble misión. Hablen, dijo la machi

Ahora aquí estoy. Hablo por dos. Me muestro llena de belleza y siento que el lustre me recorre entera. Soy una Guitarrera de Quinchamalí morena.

Soy la Guitarrera de Quinchamalí. Me hago presente ante usted. Dejo de lado mi guitarra, me saco el sombrero y el gran ruedo que me acompaña siempre tiene hojas y flores blancas, están vivas, gracias a trasparentes gotitas de aguardiente. Mi historia acabó bajo la sombra de un peral. Gracias al esgrafiado de la machi mayor debajo de un canelo se superó mi amor.

Soy, otra guitarrera de Quinchamalí. Vengo recién saliendo de manos de experta alfarera, ya tengo tiempo y con muchas mañas. Me siento linda, alegre y buena cantora. Quien me acompaña siendo gemelas y aunque, unidas por gredas de terruños diferentes. somos hermanas y nos separamos sólo para cumplir alguna ofrenda sagrada. No creo que se me convoque para fiesta o velorio. Estoy a la espera.

Todos los convocados están esperando. Los poderes trascendentes ya tomarán decisiones y conocer resultados se espera impaciente.

Es tiempo mágico, es tiempo lúdico, es tiempo de malabares, es tiempo musical y en un centauro alado a otro espacio nos conduce.

En un poblado pequeño de la pre cordillera. La vida giraba en cultivar la tierra y cuidar el poco ganado de ovejas.

La vieja artesana llamó a su hija a su lado y le dijo

Hija mía sé que pronto voy a morir. Quiero contarte lo que he soñado. Un pariente lejano muerto ya muchos años, me ha visitado, mientras dormía. Me recordó el caso del adinerado latifundista de poncho negro que había pedido a la alfarera Juana unos cerditos de greda fina y con toque elegante de alcancía. Veía a esos chanchitos, en mi sueño profundo, como conversaban

Soy un cochinito especial hay en mi mucho de alma humana y frenesí de vidas. Es extraño la corriente en mi sangre que da muestras de bailes y cantos. Como cayana de marca llevo ranura en el lomo. Y ya sé que pronto desaparecerá.

Soy un cochinito de la misma especie que mi hermano. En mi cola se refugian las marcas de historias de sangre de moros que llegaron con los castellanos. Como cayana de marca llevo ranura en el lomo. No me molesta, Me agrada y no quiero perderla.

Lo que más me sorprende es que, en el sueño clarito lo veía, era un cartelito, que puesto al lado de la pareja de cochinitos se leía:

«Venta de cerámica que no tiene aromas, como otros ofertan, pero si mucho de embrujo y quien pague buen precio tendrá sorpresa suprema.»

Los resultados ya vienen.

Es tiempo mágico, es tiempo lúdico, es tiempo de malabares, es tiempo musical y en un ave mítica a otro espacio nos conduce.

La primera encrucijada se resolvió.

Y el museo, tomada la decisión de expertos, a la escuela llevó tal pieza de artesanía. El Cuenco Ornitomorfo relucía en tan bella vitrina y se regocijaba ante tantos ojos de niños y niñas todos los días.

En un sitio muy remoto, conociendo la noticia, el chamán, esta vez sonreía y se deleitaba de tan cómodo y bello soporte que su silla le ofrecía.

El destino en dicha encrucijada hacia el futuro apuntaba.

La segunda encrucijada se resolvió.

La Guitarrera no cabía en sí. Lucia serena, dichosa y mostrando su mejor pose. En un atril especial y con todas las medidas de seguridad que su exhibición exigía. Adornaba la sala de espera, en una clínica para niños con tratamiento de cáncer. Muchos decían que los padres, al ingresar, la saludan con respeto y fervor.

La hija le dijo a la machi madre: – Misión cumplida.

El destino en dicha encrucijada hacia el futuro apuntaba.

Y lo que aconteció con el pedido del latifundista de poncho negro

La abuela, en aquel edificio de pequeños departamentos, junto a su nieta se preparaba para la hora del cuento. Con voz baja así procedió:

Es la historia de dos chanchitos que sufrían mucho por su condición animalesca y resulta que un día vino un tordo del campo, con una campanita de plata, se posó en cada uno de ellos y los cerditos se transformaron en dos bailarinas de flamenco. Y bailaron y bailaron con sus trajes de lunares y cola. Se movían con los pies en zapateo y las manos arriba con mucha gracia.

La niña sonriente se durmió y la abuela la luz apagó.

La hija de la artesana repitió esta historia a mucha gente y luego se dio cuenta que en leyenda se convirtió.

Tito Pizarro Castro

Tito Pizarro Castro

Autor

Florencia Luna

Florencia Luna

Ilustradora

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