contacto@katabasisrevista.com

Ilustración: Berenice Tapia

Jennifer Puello

 

Las décimas me recuerdan a los Palacios, una familia de Villanueva, Bolívar que suele utilizar este medio para contar historias cotidianas que terminan siendo universales; esta estrategia, en ellos, parece que viene en la sangre, porque cuando tenía 16 años vi a un niño que escasamente sabría escribir, recitarlas sin ayuda, fruto de su propio ingenio al escuchar las «palabras claves» que daba un jurado en un festival de escritura y poesía; así como a los intentos fallidos de mi profesora en noveno grado por enseñarnos a rimar esos 10 versos en una estructura que por cierto ya olvidé.

Esa estructura, con tanto encanto para mí, es como está construida una de las canciones que escuché de niña en la voz del maestro Lisandro Mesa, gracias a la afición de mi papá por el vallenato «viejo» y la cantina al lado de casa de mi abuela: La miseria humana.

Esta tonada tan poética fue extraída de 16 décimas de 30 que escribió el escritor soledeño Gabriel Escorcia Gravini, de cuyo nacimiento el 19 de marzo de este 2021 se cumplirán 130 años.

Gabriel Escorcia padeció de lepra desde sus 15 años y por ello se apartó de los estudios, tanto como la gente se apartaba de él. Fue recluido en el lugar al que él llamaba su «celda cristiana» en lugar de ser enviado a un sitio por la cuarentena de leprosos, que para esa época era la isla de Tierra Bomba, en Bolívar, gracias a que no fue reportado su caso por influencia de sus padres.

Sus cuatro paredes que debían recluir su cuerpo no lo hicieron con su espíritu, se escapaba a través de sus décimas y poemas que entraba a amigos para concursos en cantinas, o enviaba a su enamorada, la cual después de leerlos los quemaba. Su otra escapatoria, esta sí corporal, eran las salidas nocturnas, principalmente al Cementerio Central del pueblo. Iba vestido de blanco y andaba entre las tumbas, algunos consideran que justo ahí se inspiró para la confección La gran miseria humana como un dialogo entre él y su amada representada en un cráneo que ahí yacía.

Una noche de misterio

Estando el mundo dormido

Buscando un amor perdido

Pase por el cementerio

Desde el azul hemisferio

La luna su luz ponía

Sobre la muralla fría

De la necrópolis santa

En donde a los muertos canta

El búho su triste elegía

Poeta existencial caribeño, en medio de un país tan centralizado en su cultura (y entre ella su literatura), nacido en medio de grandes poetas del llamado Centenarismo y pre-vanguardistas que hoy por hoy son ampliamente reconocidos; en un país donde no ser de Bogotá o la zona Andina figuraba un desconocimiento, Gabriel Escorcia retumba con sus versos, así como Lisandro Meza con su musicalización. Aquella decima que muestra cómo aquellos que aun respiran parecen más atemorizantes que los que no se levantarán jamás, y son dignos de recibir ese amor y devoción que quieres viven no merecen.

Acompañado de incienso

Los difuntos visité

Y en cada tumba dejé

Una lágrima y un verso

¿Estaba allí de perverso

entre seres no ofensivos?

¿Fui a perturbar los cautivos

de los sepulcros desiertos?

Me fui a buscar a los muertos

Por tener miedo a los vivos

Según nos cuenta Gabriel García Márquez, en su biografía Vivir para contarla, «La gran miseria humana» era un texto que se encontraba con facilidad, principalmente en el mercado y cementerios, y era recitado de memoria por las personas. Para 1976 Lisandro Meza la musicalizó, el poema ahora canción se volvió más popular que el poeta.

Aquí está la gran verdad
Que sobre el orgullo pesa
Aquí la gentil belleza
Es igual a la fealdad
Aquí acaba la maldad
Y la bondad tan preciada
Aquí la mujer casada
Es igual a la soltera
Me decía la calavera
Con una voz apagada

En 1920, a sus 28 años, el poeta muere a causa de la lepra, y por fin se reúne con la calavera con la cual dialogó en su gran miseria; a causa de su enfermedad fueron quemadas sus pertenencias, junto con ello su obra y lo que hizo en vida, entre lo salvado aún nos queda su poema que hoy recordamos.

Yo escuchando aquellas cosas

Tan llenas de horrible espanto

Salí de aquel campo santo

Como fugaz mariposa

La luna llena y rabiosa

Ver que en su lumbre fugaz

Y la calavera audaz

Dijo al verme correr

Aquí tienes que volver

Y calavera será

En palabras del autor, para recordar su obra:

En el jardín de la melancolía,

donde mi corazón es un lirio yerto,

yo cultivo la flor de la poesía,

para poder vivir después de muerto


Referencias

Buelvas, Fabián (2020) Gabriel Escorcia Gravini: vida y miserias del poeta soledeño https://contextomedia. HYPERLINK “https://contextomedia.com/gabriel-escorcia-gravini-vida-y-miserias-del-poeta-soledeno/”com/gabriel-escorcia-gravini-vida-y-miserias-del-poeta-soledeno/

Villegas-Restrepo, Juan (2017) “La gran miseria humana”, de Gabriel Escorcia Gravini: lectura necropoética de la Colombia de comienzos del siglo XX. En Tópicos del Seminario, Universidad de Antioquia, 38, p-p 49-75

Jennifer Puello Acendra

Jennifer Puello Acendra

Redactora

Lic. en educación y lengua castellana de la USCO, maestrando en Lingüística de la UAQ. Ha participado en varios concursos de escritura en diversas instituciones.  Amante de las mariposas, los cuervos y los gatos. Amada por las hormigas. Enemistada con los sapos.

Berenice Tapia

Berenice Tapia

Ilustradora

Demasiado perezosa para pensar en algo decente. Me gusta dormir y mi sueño más grande es poder vivir de hacer monitos. Las dos cosas más importantes que me ha enseñado la vida, son:
1) Estudiar arquitectura no vuelve rica a la gente.
2) El mundo no se detiene nunca, ni aunque estés llorando hecha bolita porque borraste accidentalmente un capítulo de tu tesis.

Total Page Visits: 2747 - Today Page Visits: 2
Share This