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Ilustración: Caro Poe

Majenda Aliaga

Alejandra Pizarnik conoció a Julio Cortázar una tarde primaveral de 1960, año en el que la escritora argentina viajó a París, y desde entonces se hizo evidente entre ellos una afinidad exquisita, donde él admiraba la brillantez de Alejandra.

Iniciaron una amistad fraterna, en la que Julio llevaba el papel de hermano mayor; le veía cuál si fuese un cervatillo o un conejo indefenso al que debía cuidar. Y a ello se dedicó, tratando de ayudarle a paliar sus apuros económicos encargándole trabajos como pasar a limpio sus manuscritos, algo que ella trató de hacer con presteza, a la par que avanzaba en sus versos.

Cuando Julio termina de escribir Rayuela, le pide a Alejandra que lo digite para presentarlo a la editorial. Ella lo recibe con mucha alegría, debido al pago posterior que esto significa, además, claro está, de disfrutar de primera mano una de las obras del narrador.

Pasaron las semanas y Julio llamó a la casa de Alejandra para saber si ya había terminado el tipeo. En la casa le dijeron que no estaba. Ante lo cual Julio sólo dejó un mensaje. Días después volvió a sonar el timbre en la casa de Alejandra. ¿Está Alejandra? preguntó apenas sintió que tomaron el teléfono. No se encuentra, ¿algún recado? Que me llame, respondió. Unas semanas después Julio ya estaba un poco apremiado, tenía fechas que cumplir y aún no recuperaba el manuscrito. A estas altura poco importaba si estaba tipeado o no.

En su casa, Alejandra volteaba de arriba a abajo la biblioteca y hasta su habitación sin dar con Rayuela, fruncía el ceño, maldecía. ¿Dónde se encontraba el trabajo de su amigo? Ya no lo recordaba; sólo sabía que él había confiado en ella. Unas semanas después, cuando ambos lo daban por perdido, lo encuentra y se lo envía a Julio con premura. Este pequeño incidente no mermó su amistad, él seguía velando por su amiga.

A propósito de eso, el círculo más íntimo de ella afirmaba que la Maga era Alejandra, o que tenía al menos algunas de sus características.

«La Maga soy yo», soltó Alejandra, y Julio no quiso contradecirla.

Tiempo después la depresión de Pizarnik se aguzó y un día le escribió lo siguiente a Cortázar:

«P.D. Me excedí, supongo. Y he perdido, viejo amigo de tu vieja Alejandra que tiene miedo de todo salvo (ahora, ¡Oh, Julio!) de la locura y de la muerte. (Hace dos meses que estoy en el hospital. Excesos y luego intento de suicidio —que fracasó, hélas)».

A lo que Julio respondió:

«Mi querida, tu carta de julio me llega en septiembre, espero que entre tanto estés ya de regreso en tu casa. Hemos compartido hospitales, aunque por motivos diferentes; la mía es harto banal, un accidente de auto que estuvo a punto de. Pero vos, vos, ¿te das realmente cuenta de todo lo que me escribís? Sí, desde luego te das cuenta, y sin embargo no te acepto así, no te quiero así, yo te quiero viva, burra, y date cuenta que te estoy hablando del lenguaje mismo del cariño y la confianza –y todo eso, carajo, está del lado de la vida y no de la muerte. Quiero otra carta tuya, pronto, una carta tuya. Eso otro es también vos, lo sé, pero no es todo y además no es lo mejor de vos. Salir por esa puerta es falso en tu caso, lo siento como si se tratara de mí mismo. El poder poético es tuyo, lo sabés, lo sabemos todos los que te leemos; y ya no vivimos los tiempos en que ese poder era el antagonista frente a la vida, y ésta el verdugo del poeta. Los verdugos, hoy, matan otra cosa que poetas, ya no queda ni siquiera ese privilegio imperial, queridísima. Yo te reclamo, no humildad, no obsecuencia, sino enlace con esto que nos envuelve a todos, llámale la luz o César Vallejo o el cine japonés: un pulso sobre la tierra, alegre o triste, pero no un silencio de renuncia voluntaria. Sólo te acepto viva, sólo te quiero Alejandra.

Escribíme, coño, y perdoná el tono, pero con qué ganas te bajaría el slip (¿rosa o verde?) para darte una paliza de esas que dicen te quiero a cada chicotazo.

Julio (septiembre de 1971)».

Alejandra se suicidó el 25 de septiembre de 1972, un año después de recibir esta carta.

Majenda Aliaga

Majenda Aliaga

Redactora

He publicado poemas en plaquetas en Lima, Perú. Trabajé en librerías limeñas y actualmente escribo en la revista Katabasis y en mi página de Facebook: Lecciones de vértigo. Estoy preparando un libro de cuentos que espero publicar y una novela.

Caro Poe

Caro Poe

Directora de Diseño

Diseñadora gráfica.

Soy encargada del departamento de Diseño e Ilustración de este hermoso proyecto. Estudiante de Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Como no soy escritora, encuentro de gran complejidad describirme en un simple párrafo, pero si me dieras una hoja, un bolígrafo y 5 minutos, podría garabatearlo.

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