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María Alejandra Luna

Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer pedestre, y por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando.

Oliverio Girondo

Diferentes contextos siguen siendo hostiles con las mujeres que se dediquen… Que se dediquen a cualquier actividad que pueda darles cierto prestigio, cierta posición, cierta proyección para sus voces. Lo dije más extensamente cuando hablé sobre Alfonsina Storni y las Viudas. Lo repito ahora porque quiero escribir acerca de otra poeta argentina.

Como señalaba, diferentes contextos siguen siendo hostiles. En el caso de la literatura, tenemos un panorama especial. Por un lado, está el contexto de concepción y producción de la obra. Por el otro, está el contexto de recepción. Hay más, pero me sirven estos ejemplos para este caso en particular.

Imaginá que tu contexto de concepción y de producción sea ameno, sea amable y, de hecho, guste de tus obras y te incentive para que muestres tu talento. Suena genial, ¿no? Quienes nos sumergimos en ambiciones estéticas de la mano de las letras o de cualquier rama del arte sabemos que está bonito contar con el apoyo familiar y/o amistoso.

Imaginá que vos escribís y que tu conviviente se siente orgulloso de tu trabajo y te pide que destines algunas horas a la escritura porque te admira. Y tanto te admira que a veces también opera como editor de tus textos. Él escribe y vos leés lo que escribe. Hay una retroalimentación maravillosa en esa casa, te diría que hasta ideal.

Suena excelente, ¿no? Así vivía Norah Lange. Quizá desconozcas su nombre. No te juzgo y no es tu culpa, pero no me gusta. El canon, el terrible canon siempre tiene la simpática demencia de excluir sutilmente a muchas personas según género, entre otras cuestiones. Por eso, es improbable que pronunciar Norah Lange genere gestos de reconocimiento.

Norah nació en Villa Mazzini, en la calle Tronador y Pampa. Era argentina, de ascendencia noruega. A los cuatro años, se mudó a Mendoza. Cuando tenía diez años, murió su padre y la familia regresó a la calle Pampa. Colaboró en las revistas Proa y Nosotros. A los veinte años, ya esperaba la publicación de su segundo libro (que sería en 1926).

No es la escritora más desconocida de mi país. Pero dudo mucho que tenga la repercusión que en verdad merece. Norah hizo poéticas la soledad, la maternidad, la imposibilidad de maternar, las ausencias del sujeto amado. Sus primeros poemarios dan testimonio de una destreza innegable, de un tratamiento original de los temas y de una búsqueda voluntaria.

Es decir, se nota que no hace poesía sin querer. Hay una intención, una preocupación por la forma, una búsqueda de metáforas e imágenes, un juego con la versificación… Y eso no es todo. Explora, además, otros géneros: la narrativa, la autobiografía, los discursos. Los leo y sé que su estilo trasciende los poemas.

Norah se asoma y se hace notar en cada párrafo y en cada estrofa, según corresponda. Siento por ello que mis palabras son insuficientes para hacerle justicia a su gran obra. Me gustaría, entonces, que la leyeras en algunos versos de su autoría, en sus propias palabras cotidianas y en los dichos de quienes la conocieron en vida.

Tres poemarios que recomiendo:

    • La calle de la tarde
    • Los días y las noches
    • El rumbo de la rosa

Sus palabras en una entrevista:

    • La única realidad que me interesa de la gente y de mis personajes es la psicología, la parte interior. Por eso es que en mis novelas casi no hay nombres, ni fechas, ni datos que sirvan para configurar los aspectos externos. En ese sentido soy muy económica.
    • Tardo de tres a cuatro años en escribir un libro. Busco la palabra justa, evito los términos repetidos, me chocan de tal manera que hasta pienso que ofenden al lector. Siempre utilizo la primera persona porque me resulta más cómodo.
    • Me he pasado la vida hablando sobre la muerte. Me gusta. Hablo en serio, en broma y en toda forma. Xul Solar y yo teníamos largas conversaciones sobre la muerte. No le tengo miedo. Me parece que es una gran aventura. Por eso no soy partidaria del suicidio. Porque como es una gran aventura hay que dejarla para el último momento, como el gran postre.

Palabras de quienes la conocieron:

Yo recién había cumplido dieciocho años y llevaba a cuestas mi tremenda timidez. Mientras introducía los huesitos de pájaros entre sus fauces no pude contenerme y me largué a llorar. Como estábamos tan cerca, enseguida me vio. Y comentó en voz alta: “No se puede comer cuando una niña llora”. Apartó el plato y comenzó a conversarme. Yo me calmé. Después de un rato él dijo: “Te vas a hacer gran amiga de Norah (por Norah Lange, su esposa). Lo presiento, aunque Norah no haya podido venir esta noche, toma…” Y, mientras sacaba un papel del bolsillo, me pidió: “Escríbele algo”. ¡Y yo le hice caso: mandé un poema improvisado a una desconocida! Al día siguiente la propia Norah me llamó para invitarme a tomar juntas una copa. Al cabo de un rato apareció Girondo. Su vaticinio se había cumplido: nos habíamos hecho amigos para siempre. Oliverio decía que una mujer debe saber volar; no importa que tenga piel de jazmín o de higo seco con tal que sepa volar. Y bien, Norah Lange era una mujer que volaba con la imaginación, con las palabras. Tenía el porte de un barco que avanza sin detenerse en su mar de sonrisas y una facilidad encantadora para inventar discursos: su lenguaje era casi quevedesco. Ambos eran extraordinarios. Mi encuentro con ellos me transformó la vida.

Como conclusión a esta humilde presentación de la autora, me gustaría invitarte a leer uno de sus poemas, mi favorito. Sé que no disfrutaría que lo dijera en estos términos, pero es sofisticado y la forma como versifica es elegante. A la vez no le escapa a lo sencillo, a lo directo, a lo claro y, de todas maneras, genera imágenes que considero preciosas:

«Verso final para su recuerdo»

Afuera en las ciudades

las calles se te acercan,

presurosas de leguas,

ansiosas de distancias.

Y comprendo que te llevan

por sobre noches y días.

Hasta que la vida grite tu nombre

en una primera ausencia.

Anhelo de serte agua de mar

para que nunca aminore el beso

su honda fogosidad.

¡Y solo te soy recuerdo!

Mi querer sencillo

te dice en cada silencio

como si fueses un Credo.

Hoy me siento niña y he olvidado mis rezos,

quisiera ser sobre la tibieza de tus mejillas

triste dulzura de lágrima

que habrá de resbalar sin besos…

Después de leerla de primera mano, te invito a que te preguntes conmigo: ¿qué pasó? Todo iba bien y, sin embargo, el canon obligado la tiene bastante olvidada. Las búsquedas en la web conducen a poquísimos sitios que informen sobre ella y tratar de ubicarla desde otros países es caro y difícil. Te invito a que te preguntes conmigo y a que me ayudes a nombrarla más.

Fuentes:

De Nobile, Beatriz. Palabras con Norah Lange.

Noy, Fernando. «Olga Orozco después del premio» en Página/12.

María Alejandra Luna

María Alejandra Luna

Subdirectora General / Directora de Redes Sociales

Buenos Aires le dio el soplido de vida a mi existencia. De origen hebreo, mi primer nombre. La Antigua Grecia me dio el segundo. La Luna alumbró mi apellido. Escritora de afición, lectora de profesión, promotora de poesía y de los márgenes de la cultura. Dicen que soy quisquillosa con las palabras, que genero discursos precisos y que sobreanalizo los discursos ajenos. Y todo esto se corresponde conmigo. Pueden ser tan expresivos los textos que escribo como los gestos que emito al hablar. Y esos rasgos trato de plasmarlos en los ámbitos donde me desarrollo, como las Redes Sociales.

VonPeps

VonPeps

Ilustrador

Soy Alejandro, 24 años, colesterol bajo, estudiante de psicología y fotógrafo habitual, guionista cuando hay leche y galletas. Me gusta bailar solo, decir groserías y escuchar a Iggy Pop. A veces, creo que sería más feliz viviendo en el campo con un buen poemario, luego me llega una notificación a mi smartphone y me olvido de todo. Soy un pésimo pintor, por eso me hice fotógrafo.

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