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Ilustración: Caro Poe

Paulo A. Cañón Clavijo

Seamos honestos: lo más probable es que este año no gane el premio. Y que el siguiente tampoco. Y que el año que siga a ese la historia se repita. Bien sabemos que la sombra de un premio Nobel de literatura casi que imposibilita a sus compatriotas para ganarlo en un tiempo. Siendo así, Julian Barnes tiene el handicap de pertenecer a la misma tradición literaria que Kazuo Ishiguro, a quien ya premiaron en 2017.

Comúnmente se dice que es el más francés de los escritores ingleses, y, de cierto modo, yo también lo creo. No tanto por el hecho de que sea influido o no por las letras francesas, sino por el hecho de que su narrativa representa, tal como lo hacen —e hicieron— las de Rushdie, Lessing o Naipaul, una expansión continental de la identidad metamórfica de la literatura de su país, capaz de apropiarse talentosamente de características literarias de un lugar y de otro, pero retornando siempre al eco reverberante que suponen sus raíces, a Austen, Dickens y, como no podía ser de otro modo, Shakespeare.

Barnes es dueño de una prosa inigualable, de una inteligencia y lucidez únicas, capaces de erguir —al mismo nivel y sin esfuerzo aparente— reflexiones sobre la condición humana y recetas de cocina. Un narrador tan inteligente como hilarante, que se mueve con habilidad en la extraña relojería que supone alterar las formas “clásicas” de la novela.

Si es necesario buscar una razón para concederle el Premio Nobel de Literatura, tal vez lo importante sea entender que Barnes pertenece a esa estirpe de escritores que son capaces de demostrar que existe una literatura que rehuye a los temas épicos, y se asienta, con una belleza terrible, en el lenguaje y las formas. Su capacidad de escribir sobre cualquier cosa y —por ejemplo— convertir la vida de un compositor desgraciado en la Unión Soviética (El ruido del tiempo) en una pieza de arte que parece palpitar y vivir por medio de las palabras que la componen, es posiblemente su mejor mérito.

Nació en Leicester, Inglaterra, a comienzos de 1946, ha tenido diversos oficios, en los que destacan el periodismo, la crítica de televisión y la lexicografía. Ha recibido diferentes premios y condecoraciones como el Premio Somerset Maugham —1981—, el Premio E. M. Forster de la American Academy of Arts and Letters —1986—, el Caballero de las Artes y de las Letras en Francia —2004— y el Premio Booker por El sentido de un final —2011.

Algunos libros:

    • El loro de Flaubert (1984)
    • El perfeccionista en la cocina (2003)
    • Arthur & George (2005)
    • Nada que temer (2008)
    • El sentido de un final (2011)
    • Niveles de vida (2013)
    • El ruido del tiempo (2016)

Julian Barnes en sus palabras:

    • Juntas dos cosas que no se habían juntado antes. Y el mundo cambia. La gente quizá no lo advierta en el momento, pero no importa. El mundo ha cambiado. [Niveles de vida]
    • Tu tarea como escritor es decir la verdad, describir la vida de la manera más precisa que puedas, y, si te dedicas a la ficción, de la manera más bonita posible.
    • Este era otro de nuestros temores: que la vida no resultara ser como la literatura. [El sentido de un final]
    • Criticar cine me deprimiría porque con suerte ves una buena película al mes. Criticar la televisión es criticar la vida: todo cabe.
    • El arte es el susurro de la historia, que se escucha por encima del ruido del tiempo. [El ruido del tiempo]
    • Creo que la novela siempre ha sido una forma muy grande y generosa. En una consideración total, cuando pienso en la novela quiero que incluya lo más posible en lugar de que excluya.
    • ¡Qué fácil era ser comunista cuando no se vivía bajo el comunismo! [El ruido del tiempo]
    • Escribir ficción es un proceso muy consciente, en muchos sentidos, pero hay ciertas áreas de las que no hay que estar muy consciente; estas cabalmente consciente en el momento de poner las palabras en la página y sabiendo con exactitud qué hace esa palabra en relación a otras palabras.
    • ¿Por qué una palabra en una receta debe ser menos importante que una palabra en una novela? Una puede llevar a la indigestión física, la otra a la mental. [El perfeccionista en la cocina]
    • Soy un moralista, pero no en el sentido de creer que la tarea del novelista es decirle a la gente cómo vivir. No creo en eso. El deber del novelista es describir cómo vive la gente.
    • Los libros dicen: Ella hizo esto porque. La vida dice: Ella hizo esto. Los libros son donde se te explican las cosas; la vida es donde las cosas no. No me sorprende que algunas personas prefieran los libros. Los libros dan sentido a la vida. El único problema es que las vidas a las que dan sentido son las vidas de otras personas, nunca la tuya. [El loro de Flaubert]
    • Yo soy un escritor serio que hace reír.
    • Todo está conectado, incluso las partes que no nos gustan, especialmente las partes que no nos gustan [Una historia del mundo en 10 capítulos y medio]
    • Lo que Nietzsche dijo de que aquello que no te mata te hace más fuerte era una completa gilipollez. Eso sí que era un eufemismo. Lo que no te mata puede causarte un daño del que no te recuperas, que le pregunten a Primo Levi.
    • La libertad consiste en ajustarse a la voluntad de la mayoría. [El puercoespín]

 


Fuentes:

https://elpais.com/elpais/2014/11/07/eps/1415390787_188683.html

https://elpais.com/diario/1987/10/17/cultura/561423609_850215.html

https://elcultural.com/Julian-Barnes-Tu-tarea-como-escritor-es-decir-la-verdad

https://www.nexos.com.mx/?p=7099

https://elpais.com/elpais/2014/11/07/eps/1415390787_188683.html

Paulo Augusto Cañón Clavijo

Paulo Augusto Cañón Clavijo

Redactor

Colombiano, periodista y lector de tiempo completo. Escribo para encontrarme. Apasionado del fútbol, la música, los elefantes, las mandarinas y los asados.

Caro Poe

Caro Poe

Directora de Diseño

Diseñadora gráfica.

Soy encargada del departamento de Diseño e Ilustración de este hermoso proyecto. Estudiante de Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Como no soy escritora, encuentro de gran complejidad describirme en un simple párrafo, pero si me dieras una hoja, un bolígrafo y 5 minutos, podría garabatearlo.

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