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Ilustración: Caro Poe

Santiago Clemente

Con la publicación de su último libro, Mario Vargas Llosa suma su tercera obra consecutiva en los últimos tres años, después de los ensayos de La llamada de la tribu (2018), dedicada a sus referentes intelectuales, y la novela Tiempos recios (2019), dedicada al golpe de Estado a Jacobo Arbens en Guatemala. Como indica su título, Medio siglo con Borges (2020) está dedicado al escritor argentino, probablemente el más importante de su país, y un autor ineludible del siglo XX. Pese a que el catálogo de los ensayos, artículos, obras críticas y homenajes dedicados a Borges es tan abultado como fatigoso, siempre resulta interesante lo que un escritor importante puede decir de otro.

Como el «escritor total» que es, Vargas Llosa ya cuenta con una sólida trayectoria como crítico y ensayista: a los excelentes y conocidos estudios dedicados a Gabriel Garcia Márquez (García Márquez: Historia de un deicidio) y Gustave Flaubert (La orgía perpetua), hay que agregar los volúmenes que dedicó a José María Arguedas (La utopía arcaica), Victor Hugo (La tentación de lo imposible) y Juan Carlos Onetti (El viaje a la ficción). Sin embargo, si ya El viaje a la ficción incurría en ciertas simplificaciones y superficialidades a la hora de analizar la obra del uruguayo, Medio siglo con Borges adolece de idénticos defectos, cuando no los profundiza.

Obviando la agotada discusión de sus ideas políticas, hay un consenso general en que la narrativa de Vargas Llosa decayó sensiblemente después de La fiesta del Chivo, juicio que podría hacerse extensivo a su ensayística y su obra periodística. Frente a la expectativa que podría tener un lector interesado, Medio siglo con Borges no deja de parecer una broma de mal gusto: un volumen de poco más de cien páginas, que en la versión digital se reducen a setenta y seis, conformado por un poema plagado de citas a los lugares comunes más transitados del mundo borgeano, dos entrevistas al autor de Ficciones hechas en 1964 y 1981, y un rejunte de viejos artículos y conferencias fechados en diferentes lugares y momentos, entre 1987 y 2018. Aunque los textos intentan abordar diferentes facetas de la figura de Borges (uno de ellos incluso se dedica a hablar de su posición política, que le sirve como excusa para repetir su repertorio de diatribas contra el peronismo, plagado de inexactitudes históricas y disparates propalados por la misma dictadura que condena unos renglones más abajo), lo poco rescatable es más de índole testimonial que literaria, y salvo dos textos (no casualmente los fechados con más antigüedad), la sensación general que da el libro es la de una prosa cansina, que recuerda demasiado a las plomizas lecciones de literatura de un mal maestro de escuela. Que el prólogo esté fechado en 2004 indica que este libro era un proyecto pensado desde hace mucho, y que, en un intento desesperado por mantener a Vargas Llosa en las primeras planas literarias (desesperación que no sabría si atribuir al autor o a la editorial), fue exhumado del fondo de sus cajones, sin pasar por un necesario proceso de revisión y reelaboración que le diera mayor coherencia, y sobre todo, mayor sustancia a un libro que promete mucho y entrega apenas migajas.

Provoca una mezcla entre lástima y decepción ver cómo un novelista que en su momento corregía meticulosamente sus libros, ahora se dedica a entregar borradores a la imprenta con una total falta de pudor y de autocrítica, amparado en la impunidad que le da su nombre, en la seguridad de que cualquier cosa firmada por él se vende bien, convirtiendo la publicación de este libro no sólo en un desperdicio de recursos materiales, sino también en una estafa. Tan desleales actitudes, para con los lectores y para con la ética de cualquier escritor, sólo reafirman que Vargas Llosa ya es un personaje de sí mismo, una figura pública insertada en esa civilización del espectáculo que criticaba y de la que ahora forma parte, posando en portadas de revistas, firmando artículos que cada vez menos gente lee o toma en serio, y que cada tanto saca un libro para recordarnos que alguna vez fue un gran escritor.

Autor

Santiago Clemente

Santiago Clemente

Redactor

Ilustradora

Caro Poe

Caro Poe

Directora de Diseño

Diseñadora gráfica.

Soy encargada del departamento de Diseño e Ilustración de este hermoso proyecto. Estudiante de Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Como no soy escritora, encuentro de gran complejidad describirme en un simple párrafo, pero si me dieras una hoja, un bolígrafo y 5 minutos, podría garabatearlo.

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