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Imagen: Caro Poe

Gemma Ramírez

He aquí una breve explicación de cómo empezó todo esto. Esta es una pequeña historia que un duende, amigo mío y del hada verde, me contó y le creo, pues es muy sabio y ha estado desde la creación de todo.

El duende me explicaba, mientras fumaba una gigantesca pipa llena de yerba verde, que los dioses y las criaturas mágicas son como cualquiera de nosotros, tienen necesidades tan básicas como conseguir un empleo para subsistir en el vasto universo que los dio a luz. Un hada, que poseía una pequeña corona de oro sobre su cabeza, y vestía color esmeralda y tornasol, fue en busca de su primer empleo como gobernante de un planeta. Su don era dar vida y muerte con su aliento, la vida que daba era cálida y buena, pero la muerte era lenta y asfixiante.

El Comité de Seres Mágicos del Universo A.C. le asignó el planeta Tierra para que lo gobernara, pero tenía que compartirlo con el otro Creador. Nuestra hada al principio no tuvo problemas con trabajar en ese planeta, pues realmente el Creador no había hecho mucho y ella empezó a decorarlo con plantitas y animalitos saltarines que tenían grandes ojos: delfines saltarines, conejitos felices saltando para después ser devoradas por otro animal superior a ellos, etcétera. El hada verde regía todo lo pequeño, lo diminuto y lo microscópico, aquello que no se ve, pero que protege a los indigentes con capas de mugre y cochambre.

Todo iba bien, pero un mal día, el Creador se compró un horno de pan gigante para hacer a los humanos y a muchos los había logrado hacer con gran arte y otro tanto eran muy sabios; pero había una gran porción que fueron hechos con una masa fermentada que se había amargado o de maíz transgénico (no era un experto panadero). Por eso algunos eran duros como bolillo de una semana, otros eran muy estúpidos y hacían cosas igual de idiotas como lamer tazas de baño, lamer helados de los supermercados, aplastar y matar animalitos, etcétera, etcétera.

Con el paso de los siglos, que para ellos se traduce en semanas o hasta minutos (recordemos que ellos no tienen noción del tiempo), él y el hada comenzaron a tener conflictos por los humanos y comenzaron la guerra entre los dos. Si los seres vivos del Creador destrozaban la naturaleza, el hada les respondía con un brote de sarna o una lepra por aquí, una peste negra por allá o una gripe española más para allá. De hecho, con la peste negra el hada casi le ponía fin a todos los humanos; pero desafortunadamente no lo logró, los humanos eran demasiado resistentes y aunque el Creador había cerrado la panadería, ellos seguían reproduciéndose, ni su mismo creador podía ya detener esos homúnculos con mente propia y de los que hasta él mismo estaba cansado.

Pero eso no significaba que no los quisiera, pero definitivamente tampoco lo contrario. Así que de vez en cuando el Creador no respondía a los ataques del hada ya que le convenía que se murieran unos cuantos. Cuando al hada verde se le acababa la paciencia iba a reclamarle y él sólo la veía sin prestarle atención y continuaba leyendo su periódico.

Corría un nuevo siglo y una nueva década estaba por empezar. Desde su casa en medio de un bosque de bambú, en China, veía una oportunidad de hacer enloquecer a los humanos como lo habían hecho con ella, aunque lamentablemente no podía escoger quiénes morían y quienes vivían, pues muchos humanos eran buenos. Los humanos eran avanzados en tecnología, pero eran demasiado estúpidos y primitivos, muchos de ellos se dejaban guiar fácilmente por el miedo. Así que no lo pensó más para poner una plaga que los volviera a diezmar, aunque eso implicara perder a una de sus criaturas, pero había perdido a tantas que estaba dispuesta a sacrificar a una más con tal de que el resto de las especies estuvieran con bien o, al menos, estuvieran una temporada tranquilos.

Para dicha tarea pensó en una de las criaturas más nobles que había hecho, la llamó con una suave canción que hacía eco entre las ramas y las hojas de los árboles, el viento la llevaba como en una cuna por todo el bosque que subía y bajaba hasta llegar a una cueva terminando en una nota aguda, solitaria.

Los murciélagos acudieron al llamado, el hada verde tomó a uno de ellos y puso en él su soplo de muerte para que lo esparciera por el mundo. Sabía que a los humanos, en general, les gustaba la comida hecha con animales exóticos, así que sólo era cuestión de esperar a que alguien atrapara a su murciélago. Aunque en los libros que estoy revisando, la versión del duende se dice que no es del todo cierto que el hada haya tomado a un murciélago, pudo haber sido cualquier otra criatura, pero para fines prácticos de esta historia dejémoslo así.

El murciélago sabía su destino desde que el hada le dio dicha tarea, sabía que no iba a ir por ahí dándoles besos a los humanos para que murieran, sabía que tenía que morir y dejar el aliento venenoso del hada. Así el murciélago volaba tranquilamente, sin sospechar nada aunque sabiendo su destino. Se acercaban las fiestas decembrinas de los humanos y uno de esos días lo atraparon, iba volando por la noche y no se percató de una red que estaba ahí como una telaraña de la que no iba a poder escapar, a pesar de todo tenía miedo de morir, pero su sacrificio sería en beneficio de toda la creación del hada. Así iba el murciélago junto a otros de su especie, todos iban aleteando mientras eran subidos a una camioneta de forma brusca, como si fueran piedras y en compañía de otros animales del bosque. Todos los animales iban silenciosos hacia su muerte.

Llegaron al mercado, el humano dejó la mercancía sobre el suelo en donde entraba la luz cálida del sol en la mañana, pero por dentro el piso estaba mojado y lleno de sangre fermentada, había jaulas sucias con perros vivos y muertos, víboras despellejadas y todos los tamaños de ratas sobre la carne cruda.

Sobre cómo murió nuestro amigo el murciélago es muy triste de contar, pero quedó con las alas extendidas y la boca abierta servida en una sopa y comida por un humano, eso era lo importante.

Así comenzó todo, primero fue lento como cualquier otro veneno, pero después fue cada vez más rápido y afectando otras partes del mundo. Era tan fácil adquirir el aliento del hada que bastaba hablar enfrente de otra persona para que esa misma fuera regando el veneno.

Los humanos empezaron a entrar en pánico, por alguna extraña razón empezaron a comprar papel de baño en exceso. Había una parte de la tierra a la que el hada le molestaba sobremanera, tenía una relación amor-odio con ellos y era la parte llamada México en donde sus humanos eran bastante particulares, pues cuando globalmente todo mundo se estaba encerrando, ellos se iban a las playas. Los ama por tener muchos lugares en donde poder ir de vacaciones, pero odiaba su ignorancia y lo influenciables que eran, y que parecían no temerle a la muerte. Los de México hacían mofa de la muerte y es normal, pues llevan catorce años en una guerra sin fin que muestra sus estragos diariamente en periódicos, revistas y noticias de la televisión. Esa guerra tal vez tenía más tiempo, desde los ochenta y eso, que conste, no era culpa del hada. Además los días 2 de noviembre de cada año regalan calaveras de azúcar o chocolate a sus seres queridos, que siguen vivos, con su nombre.

Muchos de ellos no creían en la existencia del hada y la muerte que causaba, pero creían en su vecina bruja que se quitaba las piernas por la noche. Los panaderos hasta hacían un pan en honor a ella. Algunos más que si bien no creían, se inventaron pociones para combatir el veneno que ni el mejor hechicero de la galaxia hubiera podido hacer: limón, miel, ajo y paracetamol. Guárdenla por si la llegan a necesitar.

Varios se encerraron y empezaron a enloquecer a las pocas semanas, no soportaban estar sin hacer nada. Enloquecían al ver sus planes futuros truncados. Se enviciaban viendo películas y cada vez decaían más mentalmente. Mientras pasaban los meses, el aliento se extendía cada vez más y el mundo parecía un crematorio gigante, los humanos se aterrorizaban de lo que estaba sucediendo, eran demasiado vulnerables. El Creador se bronceaba mientras veía a todos quemarse como si estuvieran en su horno de pan y escuchaba cómo se alzaban las voces pidiendo su ayuda entre gritos, lamentos y gente tosiendo desesperadamente.

A pesar de eso, la naturaleza se fue recuperando poco a poco, los animales y las plantas iban recuperando su territorio. Nadie sabía hasta cuándo iba a terminar todo esto, pudieron pasar muchos años, que para el hada y el Creador pueden ser segundos, pero en algún momento de la historia de la humanidad esto terminó. El viento soplaba nuevamente con tranquilidad y los animales regresaban a esconderse, sabían que no estaban libres de los humanos. Los homúnculos sobrevivientes salían de nuevo, con temor a tocar cualquier cosa, con temor a tocarse a ellos mismos.

El hada y el Creador veían cómo la plaga humana volvía a extenderse nuevamente, cuestión de segundos, minutos para ellos, cuestión de años para los humanos.

—Espero que al menos el miedo que les produje lo recuerden siempre —comentó el hada en tono molesto.

—No, todo ese temor lo van a olvidar pronto. Nosotros seguiremos siendo invisibles para ellos y a los que no les pasó nada, seguirán igual —respondió mientras veía a su alrededor con sus lentes de sol.

El hada veía pequeños puntos de humo alzándose al cielo y respondió:

—En algún momento tendrán que irse por completo, por muy buenos humanos que hayan. No sé en qué momento se te ocurrió comprar ese horno.

—Ofertas de otros planetas.

Sin decir ni una palabra más el hada regresó a su lugar de descanso, protegiendo a sus creaciones y haciéndolos cada vez más fuertes por sí, en unos cuantos siglos, había otra guerra contra los humanos.

Autora

Gemma Ramírez

Gemma Ramírez

Escritora dedicada al fino arte del chisme, artista de la engordación en pasteles y golpeadora amateur de gente. Ha dedicado su corta existencia a estos tres placeres de la vida. Obtuvo el tercer lugar, a nivel oriente del Estado de México, en el Tercer Certamen de Cuento “Buscando a la Muerte”, organizado por el Centro Cultural Mexiquense Bicentenario. Tiene un blog llamado “El Cerebro de la Gema” (que por alguna razón no lo van a encontrar si lo buscan) que está dedicado a la escritura y a la divagación a través de hadas, brujas, sueños tenebroso, reyes muffins de chocolate y una perrita azul que tiene aventuras.

Ilustradora

Caro Poe

Caro Poe

Directora de Diseño

Diseñadora gráfica.

Soy encargada del departamento de Diseño e Ilustración de este hermoso proyecto. Estudiante de Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Como no soy escritora, encuentro de gran complejidad describirme en un simple párrafo, pero si me dieras una hoja, un bolígrafo y 5 minutos, podría garabatearlo.

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