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Ilustración: Caro Poe

Paulo A. Cañón y Camilo Bernales

Who can even praise enough
The world of his belief?

W. H. Auden

All we have to decide is what to do with the time that is given us

J.R.R. Tolkien

Who made who?

El Existencialismo es una rama de la filosofía que, a pesar de considerarse un movimiento que encontró su inicio con Søren Kierkegaard en el siglo XIX, causó un gran impacto durante el siglo XX. Esto no se da por pura casualidad, el siglo XX fue un momento de la historia marcado por las guerras, la melancolía, la desesperanza, la inestabilidad, la violencia y un vacío general frente al sentido de la vida.

La frustración marcaba todos los aspectos de la vida cotidiana de la mayoría en el Viejo Continente, Francia, el cual llegó a ser una de las potencias europeas durante el siglo XIX; hacía temblar de terror a los ejércitos de sus enemigos e impulsó con su propia revolución las demás rebeliones de otros países que se sentían oprimidos por un poder mayor, dando así, el primer paso para que se escribiera la Declaración Universal de los Derechos Humanos, se vio derrotada y derrocada de su enorme trono de hierro. El Reino Unido también perdió gran parte de su poder y tuvo que depender económicamente de una nación que anteriormente era su colonia; Alemania, que había presentado un crecimiento bastante significativo con la cancillería de Otto Von Bismarck y, consecuentemente generado un sentimiento de orgullo patriota demasiado alto, decide desatar no sólo una, sino dos guerras mundiales, lo que acaba en una de las peores crisis de su historia y en un mal lugar dentro de los libros de texto americanos. Por esto y más, pensadores como Albert Camus, Ortega y Gasset, Hannah Arendt, Martin Heidegger, Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir y Emil Cioran, fueron mentes forjadas en una filosofía de vida acorde a su momento.

Algo similar sucede en la obra de John Ronald Reuel Tolkien, El señor de los anillos. En la Tierra Media ocurre lo que parece ser un sin fin de momentos clave en los que al lector lo asedian preguntas como: «¿saldrán de esta?» y, «si lo logran, ¿cómo lo harán? »; por ejemplo (y se presenta una disculpa por el spoiler), a pesar de saber que Gandalf sobreviviría después de luchar contra el Balrog, cuesta imaginar que en realidad pudiese hacerlo. El mago gris es mucho más fuerte y poderoso de lo que uno podría imaginarse, pero, no sólo él, la unión que se puede encontrar entre la trilogía de Tolkien y el movimiento filosófico del siglo XIX también puede llegar a ser bastante fuerte, pues, en ambos, se puede notar que el constante conflicto es una pieza fundamental durante toda su narración.

I. Filosofía y literatura

A pesar de que haya gente con ganas de socavar tan bella unión, la filosofía y la literatura siempre han ido de la mano. Desde los antiguos presocráticos y la poesía de Homero, hasta la actualidad, con Milan Kundera y sus novelas filosóficas influidas por Friedrich Nietzsche, aunque no siempre es necesario buscar este tipo de relaciones de manera explícita.

En El principito, una obra que puede parecer básica e infantil para muchos, es posible encontrar detalles sutiles que sugieren posturas metafísicas muy sólidas; por ejemplo, en la muy conocida frase lo esencial es invisible para los ojos, el zorro invita al Principito a reflexionar sobre aquello que se nos es dado de manera inmediata para analizar el trasfondo en nuestra relación con el mundo y todos aquellos quienes lo habitan (O Daseins, según Heidegger).

Y, en general, aquello que impulsa al amor por la sabiduría es la curiosidad que se nos es dada por el hábito de leer. No es usual que alguien empiece leyendo filosofía y luego voltee la mirada hacia la literatura, por el contrario, es la literatura la que nos abre la puerta hacia la tarea filosófica, hay que aprender a caminar antes de tirarse a correr.

Por todo eso, es bastante usual que los filósofos también hagan literatura, como es el caso de Simone de Beauvoir (La mujer rota, Los mandarines, Malentendido en Moscu), Jean Paul Sartre (La nausea, Las moscas, El muro), Søren Kierkegaard (Diario de un seductor) e incluso Friedrich Nietzsche, quien, si bien era filólogo, es considerado uno de los filósofos más reconocidos de su siglo y se destacó por haberse valido de un lenguaje profundamente literario para la exposición de sus ideas en textos como Así habló Zaratustra o Ecce Homo.

II. Hoy Boromir ha muerto. O tal vez ayer, no sé.

Resulta atractivo pensar que Smiggle es un héroe del absurdo, él dejó todo por el anillo, al punto de llegar a dar su propia vida. El absurdo consiste en buscarle a la existencia un sentido, cuando en realidad no hay tal cosa. La vida no tiene significado y Smiggle de alguna manera lo sabe, mata al portador inicial del anillo y se queda con él. ¿Por qué digo que Gollum es el héroe del absurdo? porque él comprende el sin sentido existencial y vive como quiere, eso es, cuidando y persiguiendo su anillo. Ahora, Smiggle no es todo un seguidor de Camus, él no tiene en consideración la vida de otros.

De cierto modo, Smiggle también comparte algo con Mersault, el protagonista de El extranjero, obra cumbre de Camus, ambos son seres ajenos a su contexto, al orden que los rodea. Mientras que Meursault es un outsider dentro de las convenciones sociales, llegando al punto de insensibilizarse en las interacciones con todas sus personas conocidas, Smiggle adopta un rol similar en La Tierra Media, siendo indiferente a si Sauron gana o no la guerra, o a las consecuencias que el conflicto podría tener en los demás. Lo importante para ambos, si acaso, es la celebración de su individualidad, deformada aún por las subvenciones de los mismos al orden común, cuando actúan en pro de sus ambiciones. A Smiggle le importa únicamente su anillo, el placer que este produce, la sensación de poder que se guarda en el hecho de la tenencia del objeto, no en vano lo apoda my precious —mi precioso—. Y Mersault, por otra parte, actúa en consecuencia de conseguir el placer y la satisfacción de sus apetitos carnales, por medio de su relación con Marie, al punto de ser indiferente a si casarse con ella o no, y decidirlo más por complacerla que por una convicción sincera, su relación acaba siendo una de las pocas cosas que —spoiler alert— añora cuando está encarcelado. Esto se sentencia de forma sencilla, con una pregunta que se formula el protagonista: ¿Cómo habría podido saberlo yo puesto que fuera de nuestros cuerpos, ahora separados, nada nos ligaba ni nos recordaba el uno al otro?

III. ¿Ser o Dasein?

La relación entre Martin Heidegger y Tolkien puede resultar un poco contradictoria. La publicación de El hobbit en idioma alemán tuvo un par de contratiempos, pues se llegó a pensar que Tolkien era judío. Asunto que el autor no pasó por alto y llegó a molestarlo en gran medida, no porque tuviera algo en contra de los judíos, sino porque Tolkien estaba totalmente en contra de la posición racista que mantenía el Partido Nacional Socialista, al cual, por cierto, pertenecía Heidegger. Y, aunque el icónico filósofo alemán compartía una hermosa historia de amor con Hannah Arendt —la que pudo haber sido la pensadora política más influyente del siglo XX—, no habría podido tener esa misma relación con Tolkien. Mucho menos cuando, a ojos de muchos lectores, el pueblo de los enanos encuentra muchas similitudes con el pueblo judío.

Uno de los conceptos fundamentales en Ser y tiempo es el del Dasein, lo cual traduce como el ser que está ahí. Frodo cumple con los requisitos para ser denominado Dasein, el heredero de Bilbo Bolsón está en la capacidad de hacer la pregunta del ser, de su ser, además, también entiende la futilidad existencial y se dispone a una aventura peligrosa para fines que no son estrictamente particulares. Muchos de nuestros gobernantes podrían aprender un par de cosas de este personaje, pero no, que no se malinterprete, no se está sugiriendo que cierto presidente haga algo con respecto a las zonas rojas del país para ver si se llega a sentir la presencia del Estado, ni que use recursos para algo más que no sea mejorar su imagen y comprar camionetas blindadas.

Entonces, el hobbit se hace la pregunta por el ser y su sentido, conociéndose por fuera de su cotidianidad, por fuera de las actividades habituales que lo encierran en una rutina y, cuando ya no está encarretado —o ajetreado, encerrado en su rutina— por sus labores diarias y adquiere conciencia de la muerte —lo que lo hace capaz de anticiparse a esta— se apropia de su existencia entendiendo sus límites. Así, comprende que es un ser libre, con posibilidades y, de alguna manera, abre su mundo con tales posibilidades, inclusive se relaciona con otros Dasein —la compañía— para co-ser; es decir, ser en conjunto y realizar actividades en conjunto —salvar La Tierra Media y todo lo que se desata en el proceso—. Frodo ha sido arrojado al mundo y, después de cierto periodo de negación, entiende ese escenario, de esta manera, debido a las afecciones —interacciones que lo afectan— del mundo y de otros Dasein, se preocupa por otros y por sí mismo, a pesar de estar conciente de la posibilidad de morir en cualquier segundo, pues, lo único cierto es que el Dasein es un ser hecho para la muerte, y Frodo no es la excepción.

Costas extrañas

Pero mirado con un ojo filosófico, El señor de los anillos no se adscribe únicamente al Existencialismo, sino que también puede abordar otros conceptos distintos, como es el caso, por ejemplo, del Panóptico que retoma Michel Foucault en su libro Vigilar y castigar.

El ojo de Sauron es una herramienta mística que le permite a su dueño vigilar la mayor parte de cosas que ocurren en la Tierra Media, es el ojo que lo ve todo y a todos, es la vigilancia constante de un estado autoritarista que mitiga la mayoría de posibles rebeliones a partir del sencillo conocimiento de su existencia. Sauron forja a la vez un artefacto para vigilar, pero también para castigar, puesto que su constante presencia se convierte en un elemento disuasorio y generador de miedo en todos los habitantes —o al menos en su mayoría— de la Tierra Media.

Cuando se fue, recuperé la calma.

Meursault se destaca como protagonista al mostrarse desinteresado por la mayoría de las afecciones provenientes del mundo, sólo proyecta sus esfuerzos hacia su propia satisfacción y el disfrute de la compañía de Marie, pero, al final, a pesar de haberse sentido inquietado por el sacerdote y su sermón, agradece que se haya acabado y simplemente acepta su muerte abriéndose a la tierna indiferencia del mundo.

Se podría decir que sucede algo similar con Gollum cuando se sumerge a la lava por el anillo. Cuando Frodo lanza el anillo a las entrañas del Orodruin, Smiggle no lo piensa dos veces al ir tras su precioso; sin embargo, aquí se puede rescatar cierta diferencia que nos impediría proclamar al asesino Déagol —el primer hobbit que encontró el anillo— como un héroe del absurdo.

Gollum anhela tanto el anillo que, al final, entrega su propia vida para pasar un último instante con él. Esto se podría ver de una manera excesivamente romántica —o incluso podría surgir una novela amorosa de esta relación—; no obstante, es todo lo contrario a la historia de Romeo y Julieta. A la hora del té, la relación que sostiene este particular personaje con el anillo único es más semejante a la de un adicto a la heroína. El anillo va destruyendo lentamente a Smiggle y corroe por completo su mente, por eso, se puede establecer cierto paralelo con alguien que ya está muy sumergido en la heroína y llega a realizar ciertos actos que normalmente no haría, únicamente para conseguir eso que tanto desea. Sólo basta con ver Requiem for a dream (Aronofsky, 2000) para querer alejarse todo lo posible de esa sustancia, aunque quizá esa haya sido una de las razones para hacer la película.

Meursault y Sísifo no son adictos, o, al menos, ninguno de ellos consume alguna droga tan fuerte que llegue a nublar su juicio y los lleve al mismo punto que Gollum. Pero, como se ha intentado demostrar hasta ahora, obviando este hecho, encontrar similitudes entre la filosofía existencialista y la literatura no es completamente descabellado, aún se puede pensar a Smiggle como nuestro héroe absurdista, y que Frodo —al igual que Sam— es el perfecto Dasein.

Autores

Paulo Augusto Cañón Clavijo

Paulo Augusto Cañón Clavijo

Redactor

Colombiano, periodista y lector de tiempo completo. Escribo para encontrarme. Apasionado del fútbol, la música, los elefantes, las mandarinas y los asados.

Camilo Bernales

Camilo Bernales

Estudiante de Filosofía de la Universidad de La Sabana, seguidor del existencialismo francés. Me gustan la literatura urbana de Charles Bukowski y los cuentos de Edgar Allan Poe y la naturaleza

Ilustradora

Caro Poe

Caro Poe

Directora de Diseño

Diseñadora gráfica.

Soy encargada del departamento de Diseño e Ilustración de este hermoso proyecto. Estudiante de Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Como no soy escritora, encuentro de gran complejidad describirme en un simple párrafo, pero si me dieras una hoja, un bolígrafo y 5 minutos, podría garabatearlo.

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