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Ilustración: Arturo Cervantes

David Forigua

 

Tengo una duda hoy ¿O es quizás, tal vez?

Piero

Debo empezar por decir que soy un (mal) fanático del cine francés de la Nouvelle vague, del conocido género de arte y ensayo, de las películas independientes, de ese cine de culto, conocido por pocos, amado por los críticos más perspicaces y educados e ignorado con algo de desprecio por la mayoría; a falta de proyectar y contener acción, finales felices, héroes simpáticos e incluso una narrativa coherente, con un orden lógico y cronológico claro, mejor dicho, por ser “lentas” y aburridas.

En razón de lo anterior, dedicado en mis tiempos libres a alcanzar- cuando no me atiborro de Friends por octava vez-, película a película, ese estándar de erudito del séptimo arte, capaz de citar cuánto director con nombre difícil de pronunciar exista, en los anales de la historia del cine (Tarkovski, Truffaut, Villeneuve, Kar-Wai Jarmusch,etc), tal vez me encuentre en la capacidad de plasmar en palabras algo, así sea un atisbo, de las sensaciones que en mi mente provoca sentarme frente a la pequeña pantalla de mi computador, descargar (en un acto de ambivalente ilegalidad) y disfrutar, sino más bien apreciar, las imágenes en seguidilla de esas clásicas, como rebeldes y artísticas películas, que se insertan a través de mis ojos y se sumergen junto y gracias a los sonidos que a la par las acompañan. Imágenes que resultan sorprendentemente foráneas, hasta el punto de llegar a ser inmensamente aburridas, pero que mantienen una relación intrínseca o invisible con otras piezas de arte, con otras imágenes en seguidilla igual de “artísticas” y revolucionarias, o al menos así lo parece. Pues, superando el sentimiento superficial que me ataja, una vez se terminan, y que se resume en la pregunta: ¿qué carajos acabo de ver? las conexiones que en mi cabeza constantemente estallan durante la película dejando cráteres a través de un diálogo, una nota musical o algún plano, se hacen visibles, tiempo más tarde, cuando la pregunta esa se supera pero, eso sí, no se responde.

Pero no he empezado: hablemos en esta ocasión de Hiroshima mon amour, dirigida por Alan Resnais y escrita por Marguerite Duras, es una película cuya trama, de acuerdo a Wikipedia es: «La documentación de una intensa conversación personal entre una pareja franco-japonesa sobre la memoria y el olvido». No podría resumirla mejor yo mismo… Entiendo que no dice mucho, para aquellos que la conocen concluirán de manera acertada que es un deshonor el que le estoy haciendo y los que en su vida la han escuchado, acaban de perder el ya mínimo interés que su nombre “pretencioso” genera, parece este incluso una parodia imaginada por alguien amante de los estereotipos franceses, Omelette du Fromage, podría decir que se llama y no sería tan inmensa la diferencia.

Sin embargo, me desvío de manera atroz, tengo que decir que el filme está lleno de imágenes trascendentales tanto bellas como desgarradoras, actuaciones viscerales, diálogos poéticos, es, en fin, es una expresión artística impresionante y honestamente difícil de explicar. La experiencia sensorial magnífica que es verla y dejarse llevar en una reflexión sobre el amor, la crueldad del olvido, la separación, la culpa, la guerra, me hace recomendar de manera enfática que sea vista, a pesar de que no sea en lo más mínimo «entretenida».

Ahora, por dónde empezar… se me ocurren tantas reflexiones, insignificantes como trascendentales. «Hi-ro-shi-ma ese es tu nombre», uno de los últimos diálogos de la película hace que lo primero que venga a mi cabeza es si mi nombre es Bo-go-tá, puede que lo sea, es irrelevante.

Por otra parte, pienso en otras películas que hayan dejado en mí un sinsabor parecido (a fin de cuentas sinsabor es la mejor forma de describir la sensación) no a fuerza de comparar, más bien de entender lo familiar del sentimiento, al final eso es todo lo que queda ¿no? sentimientos, aquellos son los más difíciles de olvidar. El problema está, al menos claramente para mí, en ese limbo entre «recordar» y el completo «olvido» de aquel «recuerdo».

Trataré de explicarlo: existen olores, sabores, imágenes, prendas de vestir, incluso canciones que evocan en mí un «recuerdo», se antojan conocidos, cercanos… como si fueran ¿hubieran sido? parte de mi vida en algún momento, pero claro, lo que son en sí, su manifestación, no importa, me vale que sea olor a vainilla o una composición de Mozart, el sentimiento, potente e impreciso, ESE es el que VIVÍ, el que «recuerdo»; «La vida no es la que uno vivió sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla» dijo García Márquez.

Sin embargo, he olvidado, «recuerdo» aquello que sentí al sentirlo de nuevo pero es lamentable, no recuerdo las circunstancias que hicieron aquello digno de generar en mi memoria. He olvidado…

Me cuesta determinar que otra película me ha hecho sentir igual, también he olvidado ya porque me gusta tanto la vainilla, es como si fuera parte de una vida pasada ¿Acaso no lo es? «Recuerdo en el olvido».

Blade Runner, la película es Blade Runner, la joya incomprendida de ciencia ficción de Ridley Scott, mucho menos popular que Alien, al igual que menos épica y premiada que Gladiador y tan difícil de explicar como Hiroshima Mon Amour.

En un resumen digno de la enciclopedia más grande del mundo es la reflexión filosófica, sobre la naturaleza humana, el amor y la inteligencia artificial en un mundo distópico de corte cyberpunkresco.

¿Y qué tiene que ver un mundo distópico con Hiroshima? La pregunta se resuelve sola. Bueno, aun así, parecen distantes ¿Por qué la recuerdo? ¿Por qué me importa el porqué? Seguro son los escenarios, la estética oriental/occidental marcada en ambos y resaltada por su contraste. «¿O es, quizá, tal vez?», como dice Piero (Tomamos un café), EL AMOR, esas historias de amor tan fascinantes y enigmáticas lo que las conecta para mí, tan llenas de contradicción, de pasión, de poesía, diría yo de furia y absoluta atracción.

Siguiendo con Piero: «Tuve que esperar para volverte a ver, nos vino la angustia sin saber porque, vivo una duda hoy ¿O es, quizá, tal vez?» Todo conecta perfecto, es eso, EL AMOR. No, me resulta banal e impreciso, el asunto es claro, LA MEMORIA, aquello es indiscutible y no me alcanzan las palabras para explicarlo así que espero sea tan obvio para los demás, tan solo con ver ambas películas bastaría. LA MEMORIA… como resulta fundamental para entender nuestra existencia olvidadiza, compleja e inexplicable; «Yo conté nuestra historia» dijo la actriz interpretada por la actriz Emmanuelle Riva en Hiroshima Mon Amour, «Vivir para contarla» tituló su libro Gabo, «Recordar es vivir», siempre enfatiza una tía mía cuando con nostalgia habla del pasado. De nuevo, no…. seré honesto; el aburrimiento, el limbo entre comprender y no entender un carajo, dormirme a mitad de las dos películas, seguro es precisamente eso lo que las une para mí, ese mismo sentimiento somnoliento y de vaguedad.

Aun así las recuerdo y lo haré hasta que olvide. Contradictoriamente o no, ambas me fascinan desde la narrativa, la belleza cinematográfica y las premisas filosóficas aun cuando me cueste mantenerme despierto o precisamente por eso.

Ne me quitte pas

Ne me quitte pas

Il faut oublier

Tout peut s’oublier

Qui s’enfuit déjà

Oublier le temps

Des malentendus et le temps perdu

À savoir comment

Oublier ces heures

Qui tuaient parfois à coups de pourquoi

«No me dejes, deberíamos OLVIDARLO, TODO PUEDE OLVIDARSE, lo que ya se fue, OLVIDAR el tiempo de malos entendidos y el tiempo perdido y saber cómo OLVIDAR esas horas que a veces mataban a golpes de ¿Por qué?»

Un poco cliché, podría decirse, hablar de una canción de Brel; el Sinatra francés, trágico y romántico como nadie, teniendo como excusa una película como Hiroshima mon amour, ¡Qué delirios de francófilo, de intelectual! Pues no, otra vez no, además de la obvia importancia en la canción de aquello tan terrible y fundamental como el olvido, hay más conexiones que superan este hecho superficial, quedan en mí más cráteres insignificantes.

Lo trascendental, lo puramente e incluso exageradamente dramático de las actuaciones y los diálogos de la película que me recuerdan a Brel dejando lágrimas caer y sollozando mientras canta , aquello que no pudo replicar y que hace terrible, entre otras cosas, la versión de Yuri Buenaventura. ¡Ah el francés! La música es tan fundamental en el cine que sería no es más mucho que un lugar común recalcarlo, pero acá, el francés, ese idioma que hace aún más romántica Ne me quitte pas —y que gracias a Dios, Yuri Buenaventura no se atrevió a alterar— le da un ritmo, una musicalidad, una profundidad a cada frase que de ser de otra forma, tanto la canción como la película perderían sentido, emotividad… En mi cabeza aún retumba la voz de Riva, con su sensualidad y fascinante repetitividad.

Va lo último, simple y directo, una muestra de cómo el horror, el amor, el recuerdo y el olvido nos afecta a todos, como una obra de arte puede replicarse de mil formas, los detalles que inspiran el recuerdo y que hablan de vidas pasadas, vidas que replican tanto como el arte. LAS FLORES, comenzando la película se hace el siguiente recuento: «Hiroshima se cubrió de flores. Había azulejos y gladiolos por todas partes, y glorias de la mañana y azucenas se levantaron de nuevo de las cenizas con extraordinario vigor, bastante inaudito de las flores hasta ese momento» Esto narrado por una sensual voz francesa se contrasta frente a la imágenes más crudas de las horribles consecuencias sobre aquellos que lograron, por un infortunio radical y burlón, sobrevivir, a uno de los actos más atroces y despiadados en la historia de la humanidad (el infame ataque nuclear de agosto de 1945) articula lo que puede que sea la secuencia de mayor impacto de toda la película. Lo aún más fascinante es que el diálogo es el único no escrito por Duras, sacado de Hiroshima, un recuento periodístico sobre las consecuencias que generó la bomba, narrado a partir de los relatos de algunos sobrevivientes y escrito por el reportero John Hersey. El libro, que fue leído a través de la radio (lastimosamente no por una voz sensual francesa) a los Estados Unidos e Inglaterra, generó como impacto una consciencia, tan solo lógica, sobre el devastador y horrible impacto del armamento nuclear pero fundamental para aquellos que en su momento a metros de distancia se sintieron seguros por su explosión y no fueron ni capaces de olvidar al no conocer el verdadero poder destructivo que dio fin a la guerra… tenebrosamente irónico ¿no?

No me queda nada más sino pensar en el acto de MEMORIA histórica de Hersey incluido en la película sobre OLVIDO de Duras /Resnais, las casi asquerosas ironías e incoherencias del amor y la guerra, todo mientras escucho a Piero y le pongo punto final a mi propia incoherencia.

Autor

David Forigua

David Forigua

Ilustrador

Arturo Cervantes

Arturo Cervantes

Ilustrador

Una oscura noche de verano, el abismo abrió su boca infernal, dejando escapar un ser etéreo y terrible, que devoraría todo a su paso con su furia. Eternamente manchado de acuarelas y las almas de los incautos que obtienen lo que desean, se mueve por el mundo deslizándose por entre las cerraduras. También me gustan los gatitos y el té.

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