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Ilustración: Caro Poe

Eréndira Cuevas

La parte más difícil de escribir es tratar de hacerlo desapasionadamente mientras intentas hablar de alguien a quien admiras. Sin embargo, haré el esfuerzo por dejar de lado a la lectora que sucumbió ante el talento narrativo de una mujer capaz de contar un suceso tan cotidiano como la preparación de un guiso de caracoles en el marco de la literatura fantástica, logrando que este y otros episodios mundanos generen incomodidad, desconcierto o miedo en quienes hemos tenido el placer de conocer su obra.

Al leer historias como «El huésped», «El espejo», «El patio cuadrado» o «Griselda», uno difícilmente podría imaginarse que algunos de los textos que inspiraron a Amparo Dávila para escribir fueron El cantar de los cantares o la obra de Fray Luis de León; sin embargo, ella misma confesó que gracias a ellos se adentró en la poesía y que su primer trabajo publicado: Salmos bajo la luna (1950) nació de sus lecturas religiosas, particularmente de los salmos de Salomón.

Y aunque sus inicios fueron en el ámbito lírico, el reconocimiento mayor le llegaría por sus cuentos, por esas historias que juegan con el mundo real y el fantástico al punto de establecer una línea más bien difusa entre uno y otro, una delgada frontera que suele desaparecer y aparecer sin aviso previo y que convierte el acto más simple en un suceso rodeado de misterio, fantasmas (propios y externos), temores y locura.

Los personajes de Dávila suelen ser aparentemente normales, como cualquiera de nosotros, pero en cada párrafo se devela un carácter misterioso que acaso puede torcer ya no sólo el destino propio, sino el mundo que le rodea, mientras sacude la percepción de su espectador quien al inicio puede pensar que asiste, por ejemplo, a la historia de un compromiso cualquiera pero termina siendo testigo de la pérdida de la razón de su protagonista, de manera tan gradual que nadie, dentro o fuera del relato, podría preverlo.

Así, situaciones tan ordinarias como una visita al médico, un desayuno, el recibir una herencia, un día de compras o el amor mismo, se trastocan en lo que puede resultar lo más terrorífico en la vida de quienes habitan esos relatos.

Sus personajes, a menudo mujeres, en ocasiones se debaten entre la razón y la locura ante situaciones como la viudez, la soltería, un compromiso forzado, la pérdida de un amor o el vacío de una vida que han descubierto mutilada por la rutina. Quizás ante esta serie de injusticias, exigencias o expectativas impuestas por sí mismos o por su entorno, es que sienten la necesidad de eliminar esa división entre lo real y lo que no lo es.

Pero, esto no es más que una interpretación, una de las muchas que tendremos tiempo de hacer y discutir ya sin quien nos diga si hemos exagerado o nos hemos acercado al menos, aunque poco importa saberlo, pues obras como la de Dávila seguirán siendo visitadas y leídas de todas las maneras posibles.

Si bien su trabajo no fue muy extenso y resultó apenas premiado*, el legado de la mujer que el 18 de abril de 2020,a los 92 años (un mediodía de primavera como lo pedía en su poema «Semblanza de mi muerte»), traspasó la frontera del mundo real para instalarse para siempre en el reino de lo imaginario seguirá dando aliento a la creación literaria de este y de cualquier país que tenga a bien acoger su obra, que siempre estará ahí para recordarnos que, como escribió en «El patio Cuadrado»: no hay escapatoria posible al huir de nosotros mismos; el caos de adentro se proyecta siempre hacía afuera.

*Premio Xavier Villaurrutia por Árboles Petrificados, en 1977; Medalla Bellas Artes por sus sobresalientes aportaciones al arte y la cultura en México, en 2015; Ibargüengoitia de literatura por su destacada trayectoria, en 2020 y el cambio de nombre del Premio Bellas Artes de Cuento San Luis Potosí a Premio Bellas Artes de Cuento Amparo Dávila, en 2018.

Autora

Eréndira Cuevas

Eréndira Cuevas

Directora de Investigación Cultural

Originaria de la tierra madre del caos y la inseguridad, mejor conocida como Ciudad de México. Cursó la carrera de Comunicación y Periodismo en la Facultad de Estudios Superiores Aragón, de la UNAM. Es periodista por vocación, y también por necedad, y está convencida de que el arte es una herramienta poderosa contra muchos de los males del hombre.

Ilustradora

Caro Poe

Caro Poe

Directora de Diseño

Diseñadora gráfica.

Soy encargada del departamento de Diseño e Ilustración de este hermoso proyecto. Estudiante de Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Como no soy escritora, encuentro de gran complejidad describirme en un simple párrafo, pero si me dieras una hoja, un bolígrafo y 5 minutos, podría garabatearlo.

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