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Ilustración: Caro Poe

Ixkozauki Hermosillo

“Viajamos, algunos por siempre, buscando otros mundos, otras vidas, otras almas”.

Anaïs Nin

 

Las manecillas del reloj marcan un compás, el segundero lleva un paso acelerado, el minutero marca negras, el horario avanza sin prisa, casi quieto. Estoy acostado en mi habitación con los ojos cerrados, siguiendo el ritmo del reloj, avanzando, desplazándome en el tiempo, viajando.

Me doy cuenta de que sin esfuerzo estoy viajando, me percato de cómo mi presente se convierte en pasado y así voy alcanzando el futuro mismo. Siempre estamos viajando: desde el día de nuestro nacimiento emprendemos un viaje hacia la muerte. Esta ha sido la travesía de todos nuestros antepasados, es la ruta de todos nuestros contemporáneos y será el camino de todos nuestros descendientes. Un viaje implacable, mas es un recordatorio de que todo viaje también es una invención poética.

La Tierra, nuestro planeta, se encuentra suspendido en una órbita que delimita el camino por el que debe circular esta roca inmensa. Los movimientos del planeta son traslación y rotación. Así, viajamos alrededor del Sol,  este viaja a través de la Vía Láctea y nuestra galaxia viaja a través del espacio a una velocidad constante que nos impide percibir ambos movimientos. Somos viajeros cósmicos. Las fuerzas de la naturaleza determinan el futuro de cada ser en la Tierra, de los astros y del Universo mismo a través del mapa cósmico.

El día a día es un viaje en sí mismo, un transitar por el barrio, la ciudad, la escuela, el trabajo y regreso al hogar. Una odisea cotidiana donde ser explorador, cazador, astronauta, marinero y hasta pirata son una cuestión de la imaginación.

Viajar por estudio, placer o negocios, migrar por guerra, pobreza o represión. Canek Sánchez sostiene que la migración es el viaje de los pobres mientras que el turismo espacial es el de los multimillonarios. La humanidad camina, se sostiene en sus pies y avanza. Echó a andar desde el rincón más inhóspito de la Tierra y su marcha continúa, inventó la rueda, se hizo de vehículos para transportarse y para comerciar porque el comercio también es viaje, las personas se mueven de aquí allá, la mercancía, el capital se mueve muy de cerca y ligero. Antes de la rueda, las aguas ya eran navegadas por grandes exploradores de viejas civilizaciones. Los fenicios, los egipcios, los polinesios, los mayas, los incas, los birmanos, vikingos, los grandes imperios europeos que con sus naves arribaron a territorios que jamás imaginaron. El caballo, el camello, el dromedario, animales que sirvieron al hombre como medio de transporte, llegaron a idear los carruajes, la modernidad recurría a la antigüedad y tomaba la rueda para crear en la modernidad el automóvil. Y la industrialización nos dio los trenes y los barcos de vapor, al mismo tiempo se soñaba con volar y ahora se vuela, globos aerostáticos, aviones, helicópteros. El sueño se hizo más ambicioso, volar a la estrellas: Yuri Gagarin sobrevoló el espacio exterior, Valentina Tereshkova se aventuró al espacio, Neil Armstrong dejó su huella en la Luna, el Curiosity habita Marte. Y el viaje continúa.

Viajar al centro de la tierra, un viaje submarino, dar la vuelta al mundo en 80 días, ir de la Tierra a la Luna, por ejemplo. Enfrentar al corsario negro, los piratas de Malasia, a la reina de los caribes o a los bandidos del Sahara. Navegar el corazón de las tinieblas, la línea de la sombra. Julio Verne, Emilio Salgari, Joseph Conrad, Jack London y un largo etcétera nos han fascinado con sus historias de aventuras, nos mueven el sentimiento de salir y descubrir, buscar y encontrar. La literatura nos cautiva con ficciones donde encontramos bestias inimaginables, peligros inminentes, situaciones de riesgo que nos llenan de adrenalina, pero en la historia no todo es ficción. Alejandro Magno recorrió territorios tan alejados de su natal Macedonia que jamás se hubiera pensado que pasarían a ser parte del gran imperio helénico. Marco Polo fue juzgado, pues resultaban inverosímiles las maravillas que juraba que había visto en el reinado de Kublai Kan; al final de su vida resolvió que no había contado ni la mitad de todo lo que vio. Cristóbal Colón inició su empresa con la esperanza de encontrar una nueva ruta hacia la India: para su sorpresa, sucedió el encuentro de dos mundos. David Livingstone logró regresarle una parte de dignidad al continente negro después de ver cómo los nativos eran cazados para el mercado de esclavos. Stephens y Catherwood descubrieron las maravillas de Mesoamérica antes de que la arqueología se interesara por el nuevo continente.

África es el punto de partida: la gran migración fue salir del continente y desplazarse por todo el planeta. Desafiando el clima, el cambio de ecosistemas, la falta de alimento, el encuentro con otras especies de animales. Lograron la hazaña: poblaron al mundo, cruzaron el estrecho de Bering y el resto es historia. Pero no este no ha sido el único desplazamiento de la historia. La travesía continuó hasta que el hombre nómada se hizo sedentario. Aprendió a cultivar sus alimentos, domesticó a sus animales y comenzó a edificar ciudades. En pocas palabras, se civilizó.

Desde que la civilización fue un hecho, las guerras y las invasiones han sido recurrentes en toda la historia; con ello, miles de personas abandonando sus hogares. Los territorios se delimitaron, los mapas dictaban los límites. ¿Los mapas nos definen o nos limitan? La frontera ha sido siempre la última barrera. Actualmente miles de personas huyen de sus territorios con miedo e incertidumbre. El viaje es otro. El viaje se convierte en una búsqueda de la identidad, en un despojo del viaje principal. “Se han usurpado más territorios por medio de mapas que por medio de armas” Nietschmann acierta una verdad contundente. La geografía se ha convertido en esa arma inasible.

Google Maps nos permite explorar el mundo, pero no vivirlo. Vivirlo se ha convertido en un viaje sin retorno. Tenemos mapas para adentrarnos en la cotidianeidad, para no sentirnos ajenos ante una cultura diferente, incluso mapas para no perdernos en nosotros mismos. ¿Qué migración tenemos que emprender? ¿Huir de las fronteras, de los conflictos del mundo, de pandemias, de la enajenación tecnológica, de nosotros mismos?

Mapas mentales, mapas para salir a divertirnos, mapas para viajar por placer, mapas de comercio, mapas de tráfico de drogas, mapas de desaparecidos y asesinados, mapas de conflictos bélicos, mapas planetarios, mapas en blanco y negro, mapas con división política, mapas de ríos, lagos y mares, mapas de montañas, volcanes y depresiones, mapas de los efectos del calentamiento global, mapas de estrellas, mapas de navegación, mapas del transporte público, mapas que dicen “usted está aquí” como si hubiéramos perdido la noción de que estamos aquí, mapas de índices de obesidad y salud, mapas de población, mapas de usos horarios, mapas del cuerpo humano que nos dicen cómo viajan nuestros glóbulos blancos a través de nuestro cuerpo permitiéndonos estar vivos, mapas del tesoro, mapas para encontrarnos entre mapas que no llevan a ningún lado.

El reloj se detiene. Se le terminó la cuerda, sigo acostado en mi habitación escuchando el paso del tiempo. Sigo viajando hacia el futuro. Me levanto, doy cuerda al reloj, las manecillas reanudan su viaje circular. Espero que el futuro ahora sea mejor. Mientras tanto, sigamos viajando.

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