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Ilustrado por: Berenice Tapia

Alejandro Zaga y Paulo A. Cañón Clavijo

Witold Gombrowicz, en sus diarios:

«[…] hoy no hablamos y no escribimos de una manera nueva y particular, sino exactamente igual que lo hemos venido haciendo desde el principio del mundo. […] No hay alternativa: sólo se puede escribir como Rabelais, Poe, Heine, Racine o Gógol, o no escribir».

«La más recóndita memoria de los hombres» es una novela inmensa: la búsqueda de un autor, de un libro, de una literatura. Diégane Latyr Faye, jóven novelista senegalés, vive en París e intenta hacerse un nombre en las letras. Esto, claro, con un énfasis especial en su condición ambigua —y trágicamente estereotípica— de escritor africano en Francia. Por cosas del azar —que como diría el libro, «no es más que un destino que ignoramos, un destino escrito con tinta invisible»— se topa con el rastro de una novela misteriosa y un autor desaparecido.

La novela en cuestión es «El laberinto de lo inhumano», una obra magnética e indescifrable, escrita por el esquivo T.C. Elimane, un desaparecido autor africano de comienzos del siglo XX, apodado «el Rimbaud negro». Alrededor de ella hay un mito latente en los círculos de escritores migrados desde África: algunos han escuchado de ella y unos cuantos conocen su leyenda, pero ninguno la ha leído. Ésto se debe a que nadie cuenta con un ejemplar y su reputación legendaria sólo se transmite de boca en boca, apoyada en una decena de documentos que la ensalzan o acusan de plagiaria. Asímismo, y casi como una imitación de la suerte de su novela, Elimane aparentemente se desvanece y no deja huellas, a tal grado que se duda de que él haya existido.

Luego de encontrar una pista sobre el libro en físico, Diégane queda hechizado por el rastro y es empujado a viajar por varios países —Holanda, Francia, Senegal— en busca de la historia perdida de la novela y de quien la escribió.

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«La más recóndita memoria de los hombres» es una alegoría muy inteligente a la obra de Roberto Bolaño. Al igual que Los detectives salvajes o Estrella Distante, esta novela es un libro de persecución generacional, que bebe de obras inmensas como las de Borges o Sábato, pero también del misterio, de una trama minuciosa que se va tejiendo en torno a una incógnita y, poco a poco, la devela. No sólo es la pesquisa en torno a un personaje que parece haber desaparecido sin dejar rastro; es un libro que narra a alguien que quiere escribir, y también narra la manera en que esa persona va encontrando su obra a partir de buscar una obra mayor, un faro que oriente su trabajo literario.

El misterioso escritor senegalés de esta novela, recuerda al «Bartleby & Co.» de Enrique Vila-Matas, a la pregunta del porqué escribir, y también a la de porqué dejar de hacerlo y abandonar la literatura luego de una gran obra. En medio de ambas ideas, flota la esencia misma de la fiebre que causa la literatura, la pasión por tener algo que decir y necesitar una forma para decirlo. T.C. Elimane, contado por Diégane, no es sólo un fin en la historia, al igual que la Cesarea Tinajero o el Carlos Wieder de Bolaño, es un vehículo para comprender el oficio literario.

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En este punto, seguramente ya estarás preguntándote cómo hemos escrito tanto sobre la novela hablando tan poco sobre el argumento de la misma. Y es que esta es difícil de sintetizar por lo que cuenta y, también, por cómo lo hace. El protagonista sigue al fantasma de Elimane a través de conversaciones, documentos y rumores; pero también está en busca de su identidad como escritor. Conocemos historias de diferentes pasados, no sólo del joven escritor y su exilio en París —casi surgido por la vergüenza de regresar a África para encontrarse con su familia—, sino algunas mucho más antiguas y rurales, que, de un inicio no parecerían relacionadas con lo leído, en geografías tan dispares como la Argentina del Gombrowicz que escapaba de la Segunda Guerra Mundial, o el París de una mujer que parecía querer morir en algún barrio libertino.

Como ocurre con otros libros fascinantes, con esta novela se siente una pulsión increíble en su interior, como si tomara a quien lee de la camisa y lo acercase a las páginas, diciéndole: «Tengo aquí algo que decirte, aunque no lo entiendas, aunque lo entiendas mal, aunque al final no sepas bien qué pasó». Mohamed Mbougar Sarr nos sumerge en un laberinto lleno de espirales, en las voces de una veintena de personajes, entregándonos pasos en falso y rutas que parecieran no llevar a nada, sólo para ir uniendo los puntos sin que lo veamos, construyendo la historia completa que junta todo, desde Elimane hasta Diégane, en poco más de cuatrocientas páginas.

Lo mejor, quizá, es la radiografía profunda y constante de la pasión misma que hay en la literatura, la forma en que el autor habla del oficio como un estado, reflexionando sobre cómo es escribir, por qué hacerlo y, además, desde qué lugar —la memoria, la nostalgia, la vergüenza, la patria, etc…—.

Al final, el libro mismo es capaz de la mejor hazaña posible. No sólo despierta la curiosidad por lo que va a ocurrir en la página siguiente, sino también por qué ocurriría si fuese el lector quien la escribiera. Frente a las sombras de Diegane y de Elimane, lo que se halla es un reflejo mismo de la energía creativa.

Quien lea «La más recóndita memoria de los hombres» encontrará cientos de motivos para escribir: podrá sentir el calor pegajoso de las noches africanas, así como el aire denso de las tertulias literarias en París; conocerá las ruinas de un amor fallido, de una estirpe condenada a buscarse a sí misma en medio de la locura que suponen el tiempo y el olvido; irá de la mano con un escritor jóven, descubriendo que escribir no sólo es poner cosas en una página en blanco y esperar a que salgan bien, sino el recorrido vital que requiere la literatura para catalizar los recuerdos junto con las influencias, las lecturas y los miedos, y convertirlos todos en un trozo brillante de ficción.

Alejandro Zaga

Alejandro Zaga

Director Jurídico

Nacido en 1995 en Distrito Federal (hoy CDMX). Estudió teatro y la licenciatura de Estudios Latinoamericanos, en la UNAM. Ambas truncas. Permanente estudiante/escrutiñador de la comedia, pues la risa es la prioridad. La ironía lo llevó a inscribirse en Derecho, también en la UNAM.

Paulo Augusto Cañón Clavijo

Paulo Augusto Cañón Clavijo

Redactor

Colombiano, periodista y lector de tiempo completo. Escribo para encontrarme. Apasionado del fútbol, la música, los elefantes, las mandarinas y los asados.

Berenice Tapia

Berenice Tapia

Ilustradora

Demasiado perezosa para pensar en algo decente. Me gusta dormir y mi sueño más grande es poder vivir de hacer monitos. Las dos cosas más importantes que me ha enseñado la vida, son:
1) Estudiar arquitectura no vuelve rica a la gente.
2) El mundo no se detiene nunca, ni aunque estés llorando hecha bolita porque borraste accidentalmente un capítulo de tu tesis.

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