Ilustrado por: Caro Poe
María Alejandra Luna
Había una vez un circo que alegraba siempre el corazón. La voz de mi cabeza dice esa frase y la entona según la melodía que recuerda. Pasaron como veinte años, no creo haberla escuchado de nuevo, pero la tengo tatuada a la memoria emotiva. La televisación del show circense y payasesco de Gabi, Fofó y Miliki fue anterior a mi infante existencia. Sin embargo, ya había la tecnología suficiente para que mi mamá tuviera grabaciones que cupieran en la videocasetera y aparentemente también en mis oídos, ojos y almacén de sentimientos.
Hace un rato estaba revisando las efemérides de abril y el 17 es el Día Mundial del Circo. Entonces, me puse a pensar con qué lo asocio. Busqué la etimología de la palabra porque soy una persona de discursos y no me satisfizo. Tuve que escarbar en rincones más viscerales de mi no cuerpo con la esperanza de toparme una respuesta. Así vino el recuerdo. Somos seres humanos y, por ende, somos sedes humanas de un montón de vivencias ajenas a nosotres que se nos instalan ridículamente en el alma.
Gabi, Fofó y Miliki me dieron los primeros juegos de palabras y silencios que escuché. Mi barba tiene tres pelos, tres pelos tiene mi barba, si no tuviera tres pelos, pues no sería una barba. Algunas letras sonaban a incoherencias muy bien escritas. Yo creo que no se asemejan en nada a incoherencias, sino que obedecen a la hermosa regla del circo: la diversión. La poesía circense, la música circense y las danzas circenses deben ser divertidas, deben divertir. Divertir con colores llamativos y sonidos estridentes. Divertir a través de una teatralización exagerada y maravillosa. Maravillosa en el sentido literario.
El circo es la poesía que se levanta del libro y se hace marciana. La propuesta nos escinde de la vida cotidiana y nos brinda un mundo que tiene unas dinámicas imposibles dentro de la rutina adulta. El arte a veces es suspensión de un día a día llano, tedioso y repetitivo, es una alternativa que nos lava los párpados con belleza o grotesco. Por eso nos seduce y por eso sigue emergiendo en más y más formas. Cuadros de equilibristas, acrobacias, espectáculos mortalmente peligrosos y números cómicos de payasos y payasas exigen el pacto ficcional definitivo: una pausa de la realidad y, sobre todo, de la adultez.
La adultez es un piloto (prenda impermeable que usamos cuando llueve) que se interpone entre nosotres y las improbabilidades. Salir ilese de una caminata sobre un fino cable, de un lanzamiento a los brazos de otre, de unos malabares con antorchas encendidas es improbable. Lo gracioso es que el circo tome la posición de contradecirnos y nos induzca a olvidar por un ratito cuántas imprudencias se están cometiendo en la sala para que disfrutemos niñamente del recreo que tienen nuestras preocupaciones diarias. Les trabajadores del circo lucen despreocupades en cada desafío que deviene en entretenimiento para el público. Nos deleita esa despreocupación y el hecho de que haya cosas muy terribles lejos de nuestras prácticas habituales, aunque ahora nos resulten atractivas.
Nos resultan atractivas porque el circo exacerba los lenguajes que conocemos. La vestimenta es lenguaje y, en este caso, lenguaje pintoresco y fosforescente. La danza es lenguaje y, en este caso, lenguaje libre y espasmódico. La máscara es lenguaje y, en este caso y en todos los casos, lenguaje que encubre las angustias y las transforma en facciones alegres. ¿Es siempre la sonrisa del payaso un oxímoron? No creo y tampoco descreo. Y está bien. El espectáculo dice que no, pero tras la función nos acordamos de golpe que también es un recreo para quienes pisan o sobrevuelan la escena.
María Alejandra Luna
Subdirectora General / Directora de Redes Sociales
Buenos Aires le dio el soplido de vida a mi existencia. De origen hebreo, mi primer nombre. La Antigua Grecia me dio el segundo. La Luna alumbró mi apellido. Escritora de afición, lectora de profesión, promotora de poesía y de los márgenes de la cultura. Dicen que soy quisquillosa con las palabras, que genero discursos precisos y que sobreanalizo los discursos ajenos. Y todo esto se corresponde conmigo. Pueden ser tan expresivos los textos que escribo como los gestos que emito al hablar. Y esos rasgos trato de plasmarlos en los ámbitos donde me desarrollo, como las Redes Sociales.
Caro Poe
Directora de Diseño
Diseñadora gráfica.
Soy encargada del departamento de Diseño e Ilustración de este hermoso proyecto. Estudiante de Letras de la Universidad de Buenos Aires.
Como no soy escritora, encuentro de gran complejidad describirme en un simple párrafo, pero si me dieras una hoja, un bolígrafo y 5 minutos, podría garabatearlo.