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Ilustración: Caro Poe

QÜIJOTE

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Y la historia, la cuenta el mismísimo comisario Clementino Otero, sin tapujos en la lengua.

Era una luminosa noche de invierno, de esas que, sin la brisa, la bruma se deposita suave como si la luna apoyara un tul blanco sobre el ondulante follaje.

Juan Andenoche caminaba sigiloso por las tierras de Emancipado Castañeda, tropero de profesión, éste último había arriado el ganado a mejores pastizales, Emancipado tenía hacienda, casa y familia, el gaucho era de la tierra, por esa razón, la mayor parte del tiempo solía estar fuera de su casa.

Edubiges Reyes, la esposa de Emancipado Castañeda, aparte de cuidar el rancho, los gurises y sus quehaceres, ejercía las practicas curativas con métodos naturales sin tener título de médica: en una palabra, era curandera, pero para Castañeda eso estaba mal visto, lo atribuía más a la brujería, por lo que Edubiges actuaba a espaldas del gaucho.

Fue así que Juan Andenoche, se escabulló entre la niebla para curar, según él, un insoportable escozor.

Apenas lo vio Edubiges le dijo: –¡Herpes zóster!, Juan se quedó impávido y preguntó: –¿Y eso que’s?, –¡Culebrilla!, –gritó la curandera, –¿Dónde le anda picando?, –interrogó abriendo los ojos… El paisano se sintió cohibido, era una zona incomoda de mencionar, entre el ciático y la ingle, cabeza y cola estaban a escasos diez centímetros de unirse.

La china le dijo que no había tiempo que perder, aprovechando que al día siguiente era nones y no par, el rezo daría sus frutos, pero para eso debía conseguir algunos elementos para preparar un ungüento, cenizas de sarmiento blanco y manteca de cerdo sin sal, serian su salvación ante tal intensa virulencia.

Juan Andenoche, creyendo en el mito de que al unirse cabeza y cola sería su final, salió corriendo entre los yuyos antes de que la parca lo encuentre, –¡Eso sí!, dijo Edubiges interceptándolo en su apresurar, –¡La cura hay que hacerla en tres etapas, mañana, tarde y noche, pero por ningún motivo se haga ver por mi marido, él es incrédulo y muy celoso!

A la mañana siguiente sabiendo que Castañeda no estaba, el paisano se dirigió al rancho, Edubiges machacó en un mortero los ingredientes hasta formar una pasta que, al untar la zona afectada, dio una sensación de alivio. Ya a la tarde pasó por su segunda fregada, pero al caer la noche, el tropezar con Emancipado pondría más en riesgo la curación.

Y ahí cuenta Clementino Otero, “El comisario”, lo que sucedió aquel crepúsculo de invierno.

2

Desencajado llegó a la comisaria Emancipado Castañeda, como en el tango «A la luz del candil», pidió permiso diciendo: –¡Disculpe señor comisario!, –¡He cometido un crimen y ante la ley me entrego!, –¡Quiero atestiguar lo sucedido!

Ante tal declaración ya esposado Castañeda comenzó su relato: La noche estaba clara, pero la niebla a la altura de los pastos era tan espesa, que se podía cortar con cuchillo, venia caminando luego de repuntar la hacienda con la sola luz del farol, cuando en un claro, vi cerca del rancho un reflejo en el brumazón, apagué el candil pensando que eran cuatreros y ahí los vi, las figuras delataban la traición, como las sombras chinescas, pude observar cómo mi guaina acariciaba el bajovientre del adúltero. En ese momento me enceguecí, y en un entuerto me abalancé profiriéndole el facón en el pecho sacándole el corazón, y aunque el dolor me atormentaba, tiré de un empujón a la china cortándole las trenzas al ras, pero no me animé a matarla aunque a él… A él sí le quité la vida.

Ante tamaña exposición, entre rejas quedó Emancipado hasta esclarecer el caso, aunque en realidad, al testificar lo acontecido ya estaba condenado.

Al día siguiente, Clementino Otero fue a la zona del hecho y si bien corroboró que las trenzas estaban tiradas, del adúltero nada encontró, y continuó su argumento diciendo…–¡Solo vi un poco de sangre cuajada pero del cuerpo, nada hallé, fue ahí que decidí ir para el rancho y escuchar el testimonio de Edubiges!, comentando ella aclaró: –¡Curé de culebrilla a un tal Juan Andenoche!, –¡más tarde tuve que sacrificar un cerdo para la cena, fue en ese momento, cuando Emancipado se abalanzó enceguecido sacándole de cuajo el corazón al animal, y a mí, a mí me pegó un rempujón cortándome las trenzas!, –¡como loco corrió después del incidente y desde esa noche, ya no volvió!.

Claro que Clementino Otero tuvo que confirmar la coartada de Edubiges y descartar el error de Emancipado, nadie podía estar preso por destripar un cerdo.

Tras una profunda investigación, se localizó a Juan Andenoche a cincuenta y siete kilómetros de Cacharí, específicamente en la localidad de Tapalqué, aunque él dijo no haber estado ahí y jamás volvería a estar, estúpidamente confirmó su presencia.

Emancipado Castañeda, una vez libre nunca volvió a ser el mismo, después de unos años la historia se transformó en leyenda, los lugareños cuentan que los viernes de neblina, se suele ver al gaucho correteando un cerdo, algunos dicen que lleva las trenzas de su china como extensiones de su propio cabello, otros, argumentan que Juan Andenoche volvió a tener culebrilla.

QÜIJOTE

QÜIJOTE

Autor

Mi nombre es Rodolfo Alberto Micchia, mi seudónimo es QÜIJOTE, tengo 65 años, nacido en Quilmes, provincia de Buenos Aires, Argentina en el año 1956, si bien hace mucho que escribo, habiendo cumplido mi ciclo laboral establecido, me dedico mas de lleno a la pasión por la escritura, agradezco la oportunidad que nos brindan, incentivando al escritor, como así también la lectura.
Caro Poe

Caro Poe

Directora de Diseño

Diseñadora gráfica.

Soy encargada del departamento de Diseño e Ilustración de este hermoso proyecto. Estudiante de Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Como no soy escritora, encuentro de gran complejidad describirme en un simple párrafo, pero si me dieras una hoja, un bolígrafo y 5 minutos, podría garabatearlo.

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