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Ilustración: Caro Poe

Paulo Cañón

 

Si hay un autor terriblemente ignorado por el Nobel, en definitiva, es Salman Rushdie.

Dueño de un talento espectacular, este escritor de origen indio es capaz de conjugar en su obra las complejidades del mundo moderno con las formas narrativas de Las mil y una noches y la tradición cultural árabe de oriente medio.

De sus letras pueden surgir con igual facilidad figuras mitológicas o personajes de una profunda complejidad psicológica que invitan al lector a considerar que la realidad, esa que vemos, tocamos y percibimos, puede ser más lógica si se ve desde un punto de vista fantástico, en lugar de regirla únicamente bajo preceptos realistas y formales.

Amado por unos, odiado por otros y perseguido por muchos, Rushdie es un nombre político desde hace más de 30 años, cuando su novela, Los Versos Satánicos, provocó que el mundo árabe se volcara en una cruzada inmensa por censurarlo e, incluso, ponerle precio a su cabeza, debido a que en el texto realiza sátiras con relación a pasajes de El Corán, libro sagrado para los países musulmanes.

Desafortunadamente, es bastante difícil que gane el premio, aunque a mi parecer es una de las mayores deudas que este tiene, en la misma línea de autores como Ian McEwan, John Banville, Ngugi Wa Thiong’o o Margarete Atwood. La presión política que su nombre aún genera en los países árabes, luego de que aún existan amenazas contra su vida por parte de grupos fundamentalistas, parece haberse convertido en un muro infranqueable para la academia sueca, que ha preferido no tentar las aguas con un premio a Rushdie.

En un mundo donde los ataques causados por extremismos de carácter religioso son cada vez más frecuentes (como los ocurridos en el teatro Bataclán y las oficinas de Charlie Hebdo en 2015), un premio a un autor como Salman Rushdie podría recordarnos la importancia no sólo de la libertad de expresión, sino también de la libertad artística y de crítica, garantías fundamentales para el arte, la democracia y, sobre todo, para los artistas en los estados modernos.

Rushdie nació en Bombay un 19 de junio de 1947. Ha escrito cuentos, ensayos, artículos periodísticos, columnas de opinión y, sobre todo, novelas. Ganador de premios como el Booker (1986) el Booker of Bookers (1993), la Orden del Imperio Británico (2007) y el Hans Christian Andersen (2013).

Algunas obras:

  • Hijos de la medianoche (1981)
  • Vergüenza (1983)
  • Los versos Satánicos (1988)
  • El último suspiro del moro (1995)
  • El suelo bajo sus pies (1999)
  • Joseph Antón: memorias (2005)

Rushdie en sus propias palabras:

  • «Para comprender una vida, tienes que tragarte al mundo».
    Hijos de la medianoche (1981)
  • «Un pueblo que se ha mantenido convencido de su grandeza y su invulnerabilidad, que ha optado por creer en tal mito, a despecho de la evidencia, es un pueblo que está sumido en el sueño, o en la locura».
    Los versos satánicos (1988)
  • «La misión del poeta es nombrar lo innombrable, denunciar el engaño, tomar partido, iniciar discusiones, dar forma al mundo e impedir que duerma».
    Los versos satánicos (1988)
  • «Pero la vergüenza es como todo lo demás; se vive con ella el tiempo suficiente y se convierte en parte del mobiliario».
    Vergüenza (1983)
  • «Las raíces, a veces pienso, son un mito conservador, diseñado para mantenernos en nuestro sitio».
    Vergüenza (1983)
  • «(…) cada historia que uno elige contar es una especie de censura, impide contar otras historias (…)»
    Vergüenza (1983)
  • «Un suspiro no es sólo un suspiro. Inhalamos el mundo y exhalamos su significado».
    El último suspiro del moro (1995)
  • «Donde se queman libros, al final también se queman personas».
    Joseph Anton: memorias (2005)
  • «Recordó el viejo proverbio chino, a veces atribuido a Confucio: Si te sientas junto al río el tiempo suficiente, el cuerpo de tu enemigo pasará flotando».
    Joseph Anton: memorias (2005)
  • «Y a medida que nos van llegando, los relatos se van desprendiendo de su época y de su escenario, van perdiendo la particularidad de sus inicios, y a cambio ganan la pureza de las esencias, de ser ellas mismas sin más. Y por extensión, o bien por esa razón, tal como suele decirse, aunque no sepamos cuál es o fue la razón, esos relatos se convierten en lo que conocemos, en lo que entendemos y en lo que somos, o tal vez deberíamos decir en lo que nos convertimos o en lo que tal vez podamos llegar a ser».
    Dos años, ocho meses y veintiocho noches (2015).
Paulo Augusto Cañón Clavijo

Paulo Augusto Cañón Clavijo

Redactor

Colombiano, periodista y lector de tiempo completo. Escribo para encontrarme. Apasionado del fútbol, la música, los elefantes, las mandarinas y los asados.

Caro Poe

Caro Poe

Directora de Diseño

Diseñadora gráfica.

Soy encargada del departamento de Diseño e Ilustración de este hermoso proyecto. Estudiante de Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Como no soy escritora, encuentro de gran complejidad describirme en un simple párrafo, pero si me dieras una hoja, un bolígrafo y 5 minutos, podría garabatearlo.

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