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Ilustración: Sofía Olago

Mauricio Rumualdo Avila

En 1905 el escritor japonés Natsume Sōseki, el célebre autor de Sanshiro y Kokoro, escribió un pequeño relato para la revista Hototogisu con el título de Soy un gato (Wagahai wa neko de aru). Por petición del editor, Sōseki continuó desarrollando la historia por 10 capítulos más para completar su primera obra, una novela satírica que se ha vuelto popular por todo el mundo y que fue traducida al castellano por primera vez en 1996.

Bajo le premisa de un gato callejero que es aceptado en casa de un maestro de inglés, el autor se vale del protagonista felino para revelar la vida cotidiana y privada de una familia de la clase media de Tokio que se enfrenta a la transformación de una sociedad que se abre hacia la modernidad de Occidente. Se trata de una sátira que contrapone los vestigios de una sociedad tradicional de la era Meiji (1868-1912) con las transformaciones de una generación emergente que apuesta hacia los valores modernos.

Como si fuera un dios omnipresente, el gato de la novela nos cuenta los embrollos por los que atraviesa su amo, el señor Kushami, y los visitantes que acuden a su casa: el esteta Meitei, el joven científico Kangetsu y el joven poeta Toito, entre otros personajes como madame Hanako de Kaneda y el funcionario Tatar Sampei. Es a través de las discusiones generadas por este grupo de humanos que el gato filósofo reflexiona sobre los diversos comportamientos que hacen recrear su curiosidad, diálogos y acciones que lo hacen pensar en múltiples disertaciones.

Los humanos hablan por hablar

Recostado en las rodillas de su amo, el gato atestiguó múltiples de las diversas pláticas entre humanos que lo llevaron a concluir, tras oír tantas historias falsas y sin sentido, que los humanos hablan más cuando menos saben: «Solo me sirvieron para concluir que los humanos eran buenos para nada, que solo servían para emplear con estruendo su boca a fin de pasar el rato divirtiéndose con cosas que no eran graciosas ni entretenidas».[1] Tan falsos le resultaban los humanos que, para tener que convivir con unos dueños ordinarios, el gato tuvo que rebajarse a cazar ratas para aparentar ser un felino común y corriente.

El Dios creador, ¿es omnipotente o incompetente?

Algo que el gato resalta sobre los humanos es que todos son diferentes del rostro y del cuerpo. Al preguntarse sobre esta cuestión, sugiere que Dios, en lugar de ser visto como un ser omnipotente, se trata de un incompetente incapaz de crear la uniformidad: «La heterogeneidad de las caras humanas puede ser considerada una demostración del éxito divino o la evidencia de un descuido. Desconocemos su intención creativa, y ante lo evidente de los rostros humanos solo puede afirmarse, con el mismo peso, que Dios es omnipotente o incompetente». [2]

La ropa hace al hombre

Mientras visita un balneario, el gato piensa distintas cosas en torno a la desnudez de los humanos, la cual le hace concluir que ellos esconden su pudor en el vestido, el cual los diferencia de las bestias y, a la vez, los hace comunicar su posición social entre la raza humana: «Estoy tentado a sugerir que la historia humana no es la de la carne, los huesos y la sangre, sino el relato de su indumentaria. Se ha llegado al extremo de ver a un hombre desnudo no como un hombre sino como un monstruo». [3]

La tierra gira en torno al dinero.

Frente a los intentos fracasados de su amo por ser un artista, el gato se da cuenta de que, en cambio, sus vecinos enriquecidos viven despreocupados al entregarse a sus negocios empresariales. El mismo Tatar Sampei, que había sido sirviente del señor Kushami, se había vuelto un abogado y funcionario exitoso. Así, el gato entiende que lo que mueve a los humanos es la generación del dinero: «No sé por qué la Tierra gira alrededor de su eje, pero lo cierto es que el dinero es la motivación de todo. Y justo los negociantes conocen mejor el verdadero poder y alcance del dinero». [4]

El espejo es un arma de doble filo

Consciente de la importancia del reflejo para los seres humanos, el gato sentenció el carácter doble del espejo al observar a su amo mirarse a sí mismo por una eternidad: «El espejo fabrica presunción y, a la vez, se trata de un medio para eliminar rastros de vanidad. Nada exhibe mejor lo absurdo y amorfo de cada persona». [5] Así, los espejos tienen el poder de mostrarnos todo lo que queremos y lo que no queremos ver.

El positivismo occidental hace infelices a los hombres

Aunque esta afirmación no es directa del gato, sino que surge a partir de una plática entre humanos, es una de las grandes reflexiones que atraviesa por todo el libro. Si bien la novela expone los cambios que la modernidad ha tenido en la poesía, la actitud de independencia de las mujeres, los valores familiares y sociales, el cultivo de la individualidad, el matrimonio y el amor, también critica la filosofía positivista occidental que hace creer en la existencia de un progreso hacia un ideal imaginario que, en realidad, nunca puede ser satisfecho, porque los humanos somos seres insatisfechos que nunca logramos todos nuestros deseos: «El característico positivismo de Occidente ha generado mucho notables progresos, pero al final no ha generado sino una sociedad profundamente insatisfecha, conformada por gente profundamente infeliz. Al contrario, la civilización japonesa tradicional no buscaba el cambio en los otros, afuera, sino en uno». [6]

Soy un gato es un libro de lectura pausada que se disfruta por el humor e ingenio del gato protagonista que se burla de los humanos, seres ilustrados y contrapuestos que en su vida cotidiana exponen la complejidad de las relaciones interpersonales de los individuos. De gran variedad temática, la novela habla de otros aspectos como la gastronomía, el arte, la música, la literatura occidental, los haikús, el suicidio, la ciencia, el matrimonio, las imperfecciones físicas, la enfermedad, el budismo, el ahorcamiento, el ejercicio, la educación y la guerra, conjunto de reflexiones que hacen de Soy un gato uno de los clásicos de la literatura japonesa más leídos a nivel mundial.

Bibliografía:

Soseki, Natsume, Yo, el gato, México, Editorial Mirlo (colección fractales), 2020.

  1. Soseki, Natsume, Yo, el gato, México, Editorial Mirlo (colección fractales), 2020, p. 81. 
  2. Ibíd., p. 191. 
  3. Ibíd., p. 284. 
  4. Ibíd., p. 338. 
  5. Ibíd., p. 362. 
  6. Ibíd., p. 348. 
Mauricio Rumualdo Ávila

Mauricio Rumualdo Ávila

Autor

Mauricio Simón Rumualdo Ávila (Acapulco, 1996) estudió Historia en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) y se tituló con una biografía intelectual acerca del escritor mexicano Francisco Tario. Ha escrito en revistas digitales como Temporales, Ouroboros, Página Salmón, Campos de Plumas y Metáforas al Aire. Actualmente labora como corrector de estilo para el proyecto Autores Implacables.
Sofía Olago

Sofía Olago

Ilustradora

Mi nombre es Diana Sofía Olago Vera, para abreviar prefiero ser llamada Sofía Olago. Tengo 19 años y nací en Lebrija, un pequeño municipio del autoproclamado país del Sagrado Corazón de Jesús: Colombia. Sin embargo, desde pequeña he vivido dentro del área metropolitana de Bucaramanga, capital del departamento de las hormigas culonas.

Soy una aficionada del diseño que nutre su estilo y conocimientos a base de tutoriales y cacharrear softwares de edición. Actualmente, soy estudiante de Comunicación Organizacional, carrera que me dio la mano para mejorar mi autoconfianza y mis habilidades comunicativas.

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