Alejandro Zaga
Este escrito sería, de por sí, aborrecido por el maestro (quien seguro prefería que le llamaran profesor), quien predicaba llanamente, en Nota sobre la lección de la antipoesía: «7. Si quieres aprovechar, lee de buena fe y no te complazcas jamás en el nombre del literato.» pero ya que jamás podré hablar con él de frente (ni él podrá reclamar mi osadía) voy a compartirles mi concepción de una de las personas que más admiro y no creo que sea tan difícil pues quien me conoce sabe que podría hablar horas sin parar de su obra y persona.
Al concebir la idea de una recomendación literaria me di cuenta de cuán corto de mente había sido al buscar tan sólo un libro que quisiera que alguien más descubriera, cuando puede ser una invitación abierta no sólo a un libro, sino a un autor, un género o una época, por comenzar ligeros. Un saludo a quien me propuso escribir sobre alguien y no sobre algo.
Nicanor Parra fue, entre muchas otras cosas, un físico, matemático, profesor, poeta y artista plástico. Pero no estamos aquí para hablar de sus defectos. Trataremos, más bien, de relatar su recorrido tántrico por las letras del siglo XX y la nociva huella que ha dejado en muchos lectores, como su servidor, durante los 103 años que vivió y aún después.
Digo nociva huella porque no creo ser el único que ha sufrido por el acercamiento a la poesía y en mi historia particular podría no haber comprendido la poesía de la manera en que me precio hoy (es decir, un poco) sin leerlo a él. Me explico: considero (y otros lectores me han confirmado en mayor o menor medida) que un joven, a pesar de conocer poemas, aprenderlos y pregonar un bobo estatus de poeta, encuentra en algún momento un autor o autora que derrumba lo que concebía hasta entonces como poesía, expande sus límites y se descubre exclamando torpemente «esto… esto es poesía». Para mí, ese alguien fue Nicanor Parra.
Su aporte más conocido debe ser la acuñación del término Antipoesía, la cual es una postura productora contraria al dogma chileno de aquel momento, a la poesía oficial. Vayamos despacio, por si nunca habías escuchado al respecto, un antipoema no es algo distinto de un poema, como el antihumor no es sino un tipo de humor, sólo que abordado de manera diferente, conteniendo un discurso que acude y desafía directamente a la preconcepción de la poesía en el lector. Un antipoema se sitúa en una perspectiva distinta, una en que el autor no crea, sólo muestra/señala desde su esencia mortal y llena de vicios. El yo poético que se encuentra en estos antipoemas es, como dije, mortal y esta característica implica muchas posibilidades, no está exenta de opiniones equivocadas, de hecho estas pueden abundar traducidas principalmente en soberbia. Esto no hace repudiable su lectura pues no llegan ni a lo panfletario ni a lo hedonista, tan sólo son recubiertas por una película reflexiva en el discurso; en ella se encierra su valor discursivo.
« El autor no responde de las molestias que puedan ocasionar sus escritos:
Aunque le pese.
El lector tendrá que darse siempre por satisfecho.»[1]
Para leer antipoemas me parece indispensable tener una reserva de humor y romper con la convención literaria en que el lector da por hecho lo que está sucediendo en las páginas, pues muchas figuras pueden no ser más que una tomada de pelo, una bien pensada y extremadamente artística que se procesó con diversas significaciones antes de ser publicada y que espera otras tantas del lector.
«Padre nuestro que estás en el cielo
Lleno de toda clase de problemas
Con el ceño fruncido
Como si fueras un hombre vulgar y corriente
No pienses más en nosotros.
Comprendemos que sufres
Porque no puedes arreglar las cosas.
Sabemos que el Demonio no te deja tranquilo
Desconstruyendo lo que tú construyes.
El se ríe de ti
Pero nosotros lloramos contigo:
No te preocupes de sus risas diabólicas.»[2]
A Parra no podría considerarlo un autor humilde estrictamente pues, si bien ha dicho que nunca se sintió autor de nada y se limitaba a transcribir lo que oía de diversas personas (especialmente niños), es verdad que su ingenio daba tres vueltas al del lector promedio y sabiéndolo, lo engatusaba, para llevarlo de la mano a los lugares que él quería primero y luego soltarlo para que llegara a los lugares que pudiera llegar. Ese es precisamente otro punto de su genialidad, pues, si bien su ingenio llegaba a un nivel mayor, era perfectamente consciente de la humanidad, de la especialización individual y la historia personal de todos los posibles lectores que eran factores en el proceso cognitivo y mantenía una actitud admirable (una que como creador siempre he querido adoptar): no subestimar el conocimiento del lector. Hay una ofensa implícita en dejar sin retos al lector de literatura, pues, como un autor puede escribir sobre cualquier cosa, un lector puede saber cualquiera también, no se sabe quién será el lector, un joven de gueto que cursa la educación media ya con antecedentes de delincuencia, un militar lisiado o un pastor en crisis de fe. En este aspecto considero que Nicanor Parra fue siempre un escritor esperanzado en que quienquiera que tomara un poema suyo entendiera una u otra parte de él sin necesitar especializarse.
Tomar un poema (o antipoema) de este hombre e intentar analizarlo formalmente puede ser atarse una soga al cuello, esto se advierte explícitamente en el mismo texto citado al inicio «6. Nuestra curiosidad nos impide muchas veces gozar plenamente la antipoesía por tratar de entender y discutir aquello que no se debe.».
«No me gusta mirarme
En los espejos salpicados de sangre.
Preferible dormir al aire libre
Antes que compartir
El lecho de bodas con una tortuga.
El automóvil es una silla de ruedas.»[3]
Aquí otro ejemplo:
«…Eran todas frases cortas, escritas con mayúsculas:
LA POESÍA HA MUERTO
VIVA LA POESÍA
EL ARTE ES HOMOSEXUAL
etc., etc.
Se sospechó que yo era el autor de esas frases…»[4]
Así pues, muchas veces el acercamiento formal (o más valdría llamarlo convencional) a la poesía de Parra podrá ser sólo desde la lógica interna y si el aventurado no encuentra esta, puede no ser más que un esfuerzo fútil.
Su obra no está exenta de contenido político como prácticamente ninguna de un autor latinoamericano. Sin embargo, siendo un hombre universalmente crítico, dudaba tanto de las imposiciones gubernamentales como del activismo cuando no encontraba una correspondencia clara en las acciones y los discursos.
Un día la literatura le fue insuficiente y le añadió imágenes, no era la primera persona que lo hacía, pero para demostrar que había inventado algo, le puso otro nombre. Así nacen los Artefactos que dan título a la obra que los contiene, editados como una nada convencional caja que contiene 242 postales con imágenes sarcásticas cuyo contenido revienta en todas direcciones, tomando lo mejor de los antipoemas y condensándolo en una imagen, el lector actual podría reducirlo a memes hechos décadas antes de la popularización del internet, pero su iconicidad va más allá de eso, por su contenido altamente político y el atrevimiento de distribuirse como un poemario… en realidad, tal vez sí se trate de memes o, por lo menos, protomemes.
Naturalmente un alma inquieta como la suya debió seguir adelante, explorando y así terminó llenando galerías en diversos países como artista plástico.
Me gustaría de pronto que olvidaras, lector, todo lo que te he comentado sobre este escritor de nombre feo, quisiera, de pronto volver a empezar el artículo (y podría, en este momento aún no es enviado a edición) y cautivarte con los poemas suyos construidos de la manera más tradicional, para que logres apreciarlo en su manera más clásica. Poemas como Soliloquio del individuo o El hombre imaginario se encargan de devanar sentimientos flotantes en la mente o donde el lector archive los suyos.
«Yo soy el Individuo.
Primero viví en una roca
(Allí grabé algunas figuras).
Luego busqué un lugar más apropiado.
Yo soy el Individuo.
Primero tuve que procurarme alimentos,
Buscar peces, pájaros, buscar leña,
(Ya me preocuparía de los demás asuntos).
Hacer una fogata,
Leña, leña, dónde encontrar un poco de leña,
Algo de leña para hacer una fogata,
Yo soy el Individuo.
Al mismo tiempo me pregunté,
Fui a un abismo lleno de aire;
Me respondió una voz:
Yo soy el Individuo.
Después traté de cambiarme a otra roca,
Allí también grabé figuras,
Grabé un río, búfalos,
Grabé una serpiente
Yo soy el Individuo.
Pero no. Me aburrí de las cosas que hacía,
El fuego me molestaba,
Quería ver más…»[5]
Este poema sin duda fue una de las piedras angulares en toda su producción, aunada a los diversos poemas que dedica indirectamente a la docencia, es imposible que no se fijaran en él quienes lo postularon al Nobel en diferentes ocasiones.
Así recomiendo yo a uno de mis autores predilectos, sin distinguir en un poemario o en una época, pues eso te toca descubrirlo a ti, risa tras risa, sorpresa tras sorpresa. Tan fácil es comenzar como hacer click acá https://www.nicanorparra.uchile.cl/
Y para terminar, de nuevo del mismo texto citado al inicio «9. Saludos a todos.»
- ADVERTENCIA AL LECTOR. Poemas y antipoemas. Parra, Nicanor, 1954 ↑
- PADRE NUESTRO. La camisa de fuerza. Parra, Nicanor, 1969 ↑
- IDEAS SUELTAS. La camisa de fuerza. Parra, Nicanor, 1969 ↑
- IMPROVISACIONES MÁS O MENOS PREMEDITADAS. News from nowhere. Parra, Nicanor, 1975 ↑
- SOLILOQUIO DEL INDIVIDUO. Poemas y antipoemas. Parra, Nicanor, 1954 ↑
Autor
Alejandro Zaga
Director Jurídico
Nacido en 1995 en Distrito Federal (hoy CDMX). Estudió teatro y la licenciatura de Estudios Latinoamericanos, en la UNAM. Ambas truncas. Permanente estudiante/escrutiñador de la comedia, pues la risa es la prioridad. La ironía lo llevó a inscribirse en Derecho, también en la UNAM.
Ilustradora
Berenice Tapia
Ilustradora
Demasiado perezosa para pensar en algo decente. Me gusta dormir y mi sueño más grande es poder vivir de hacer monitos. Las dos cosas más importantes que me ha enseñado la vida, son:
1) Estudiar arquitectura no vuelve rica a la gente.
2) El mundo no se detiene nunca, ni aunque estés llorando hecha bolita porque borraste accidentalmente un capítulo de tu tesis.