Fernando Arroyo
LA FIESTA
Me he permitido asistir quejumbroso, harto,
a una fiesta de aforismos insanos y flatulentos,
abyecto de mis ideas y leales axiomas de vida,
pero dichoso de complacer la pasión ajena
que me acecha y domina.
Que no se preste a debilidad o excusa pueril,
tentación efímera o deseo siempre suprimido,
este acto de simple ociosidad aterradora,
al que mi instinto de exploración solidaria
me ha incitado descubrir:
Veo a los guardias como gorilas rabiosos y racistas,
cuidando la entrada a la fiesta de carnes desiguales,
obstruyendo la fluctuación según el criterio del oro y la tez,
cuidando líneas ridículas e insensatas que proclaman
sus domadores, (Los Anfitriones).
Las luces rojas dominan con su titilar nauseabundo
la estela que envuelve la pista llena de desechos;
Paulatinamente los foquitos blancos se difuminan más
por el humo de cigarros industriales y el destello artificial
de bailarines embebidos.
El ardor que provocan los cuerpos sudados en invernadero
hace colapsar cualquier esperanza de productividad;
y en una mesa sórdida a lo lejos, dos sombras incompatibles
se besan y apuñalan al compás de un estribillo polifónico
de mutua dependencia.
La charla entre sujetos tan diversos como comunes
es voraz y acelerada, buscona de tesoros y falacias,
resonancia de diferencias y cantidades banales,
separatista del intelecto común, y motor floreciente
de afrentas y sexualidad.
¡He allí el vino! La pizca blanca de pecado
para una diversión espontánea y pasmada
que pervierte, en vez de unificar las veredas solitarias
que enmarañan la fiesta oscuramente perturbada
por un sueño del que añoro salir.
Las mesas se acomodan a razón de la necesidad,
o de la cruel comodidad, creando panoramas desleales
donde la podredumbre se vanagloria sobre una opulencia
a la baja, efecto de la manía ciega de La Clasificación,
esencia malograda de Anfitriones nefastos.
La música ya entonó su principio simplón y juvenil, alegrando
para sí las conversaciones. Y en un arranque de prodigio
ha invitado a sus feligreses al culto dancístico de la creatividad;
pero entrada las copas en la noche, los sonidos se tornan torpes
y vacíos, como el letargo del suicidio.
Veo que las vascas y desvaríos reinan más y más.
La embriaguez ha inutilizado al más recio asistente,
la consciencia y el recato quedan ahogados en licor
y las acciones perdidas nos llevan al abismo culminante
de esta celebración anormal.
Los invitados abortan el lugar, y sus fantasmas carnales
desbordan como plaga la faz de este mundo,
“Cada día muere un sueño y nacen mil voluntades”,
recita el beodo asqueroso que en su mesa resiste
el embestir del frío matutino.
Sin embargo aquí sigo a la espera de instrumentos dorados.
que bellos seres anuncien el término de la fiesta,
solo así veré qué tanto exceso ultrajantemente vulgar
es enseñanza para un tiempo trascendental, donde sobrios y libres
sopesamos el actuar de aquella fiesta mortal.
SORPRESAS QUE DENOTAN PAZ
Y he aquí lo más estúpido
de entrar al cauce de esta sociedad:
Descubrir que pese al cinismo y las apariencias,
S.A. de C.V. no significa
Autor
Fernando Arroyo
Ilustradora
Berenice Tapia
Ilustradora
Demasiado perezosa para pensar en algo decente. Me gusta dormir y mi sueño más grande es poder vivir de hacer monitos. Las dos cosas más importantes que me ha enseñado la vida, son:
1) Estudiar arquitectura no vuelve rica a la gente.
2) El mundo no se detiene nunca, ni aunque estés llorando hecha bolita porque borraste accidentalmente un capítulo de tu tesis.