Porque ese cielo azul que todos vemos,
ni es cielo ni es azul. ¡Lástima grande
que no sea verdad tanta belleza!
Daniela Morales Soler
Es hora de poner en su lugar al amor. Al que hemos conocido, al que nos ha sido mostrado. Ese con el que se sueña de adolescente, ese amor que no parece serlo. Para ello abordaré dos concepciones diferentes y las haré rendir cuentas. Por un lado, el amor que se definirá como punk y el otro como rosa. Recurriré a algunos ejemplos que ilustran la romantización y que se han convertido en objeto de culto.
Comencemos definiendo, así no hay confusiones.
El punk no es solo un género musical, es también una corriente ideológica y estilística. Comúnmente se entiende al punk (en un sentido no musical) como rebeldía y anarquía o como desorden, descuido y actitud más bien destructiva. Tomaremos esta última acepción. Hola, Sid, ya sabes por qué.
Por otro lado, la novela rosa es entendida como aquella que trata principalmente del amor y cuyo público objetivo es mayoritariamente femenino. Sus argumentos románticos y con finales felices (¿será verdad tanta belleza?) nos han acompañado en el imaginario popular, tanto así que podríamos hacer una trama en nuestra mente. No pasarán tan rampantes sin que echemos una miradita analítica. Hola, Heathcliff, ya tendremos un minuto para ti.
¿Por qué estas historias? Dejemos que la cultura popular nos dé una mano.
Amar al estilo punk
(De acuerdo con el ejemplo provisto por Sid Vicious y Nancy Spungen)
Be a man, kill someone, kill yourself
Be a man, be someone, kill someone
Be a man, kill yourself.
De comunión y pareja debemos hacer énfasis en un punto: hay que compartir gustos. El punk, los cigarrillos y la heroína, por ejemplo. Sid Vicious, el aclamado bajista de los Sex Pistols, a la edad de 19 años conoció a Nancy Spungen, una fanática que se convertiría en su pareja. Ambos murieron en menos de seis meses: ella el 12 de octubre de 1978 –fue hallada muerta con un puñal en el abdomen. Sid fue acusado culpable– y él, el 2 de febrero de 1979 –murió por sobredosis de heroína tras salir de rehabilitación y antes de ir a juicio–.
Esto me recuerda a las palabras que Joaquín Sabina dice en «Contigo»: Y morirme contigo si te matas, y matarme contigo si te mueres. Porque el amor cuando no muere, mata. Porque amores que matan nunca mueren. Acertado comentario.
En fin, el crimen de Nancy nunca fue resuelto. El sensacionalismo que creó esta trágica historia los convirtió en ídolos pop (¿o punk?), sobre todo a él. A Nancy se la ha culpado de haber llevado a Sid cada vez más hacia las drogas y de controlar su vida, y a él, de asesinarla. Y pese a que culpas van y culpas vienen, esta pareja tan disfuncional y tóxica, aún conserva ese halo místico de amor desenfrenado y que va hasta las últimas consecuencias. De amor punk.
Leí en algún comentario en una entrevista de Sid y Nancy en Youtube que era una extraña forma de amar. Concuerdo.
Y cuántos desafortunados casos de extrañas formas de amar ha tenido la música: Kurt Cobain y Courtney Love, Ike y Tina Turner, Amy Winehouse y Blake Fielder-Civil… Y la lista continúa.
Puede que sea solo yo, pero el amor no debería llevar al abismo irremediable. Hay más casos. Veamos.
Caso de estudio (estilo rosa)
Bienvenidos al maravilloso mundo de Cumbres borrascosas y el amor entre Heathcliff y Catherine.
Es importante en cuanto al amor tener en cuenta que debe ser duradero, mínimo toda la vida. Si un miembro muere, el amor no debería hacerlo. Quizá se debería preguntar a Heathcliff –el protagonista de la novela y eterno enamorado de Catherine– qué entiende por amor. Él lo llevaría más allá: amar de por vida y vengar de por vida.
Emily Brontë, autora del libro, plantea una historia en la que su personaje principal, Heathcliff, llega a la familia como hijo adoptivo y se enamora de su hermana. Los giros de la historia harán que su amor, Catherine, termine casada con el hijo de los vecinos. Heathcliff inicia un lento proceso de revancha para hacer pagar a los que lo hicieron infeliz, incluso después de la muerte de su amada. Años después se hace con las propiedades de ambas familias por medio de tretas, deja iletrado al hijo de Catherine, ya muerta, y su esposo. ¡Qué romántico!
Y, nuevamente, no es el único caso. Romeo y Julieta no son precisamente mejores ejemplos. Quiero aclarar que no estoy juzgando las obras en sí, sino a sus personajes y su curiosa manera de entender el amor.
La pregunta que me ronda la mente es ¿quién dijo que eso es amor? Quizá mi indignación parezca injustificada, pero nace de la preocupación. De la admiración que he visto hacia esta pareja (Heathcliff y Catherine), como si de un modelo a seguir se tratara. Y es aquí cuando saco mi dedo acusador y señalo a Stephanie Meyer, quien en su archiconocida saga Crepúsculo no hace más que alabar a Heathcliff como un incomprendido y a Catherine como una mártir del amor. Y sobre todo, a los lectores –la mayoría de las veces adolescentes– que quieren extrapolar esas páginas destinadas a ser solo páginas (o bueno, también películas) y llevarlas a la vida, a sus vidas.
Iconografía punk
¿Y cómo llegamos a este punto? Pues puedo lanzar una teoría: hacer de estas historias un producto cultural que se ha llevado a la mitificación (guiño, guiño a Roland Barthes). Por ejemplo, la música con su capacidad de influir, de dejar en el imaginario una idea de pareja épica, ha sido parte de la creación de este monstruo.
La historia de Sid y Nancy ha derivado en canciones tan famosas con Love kills de los Ramones, «Irresistible» de Fall Out Boy, «Sid and Nancy do NYC» de Bankrupt, «I’m your favorite drug» de Porcelain Black o «Loyal like Sid & Nancy» de Foster the People.
En el caso de Cumbres borrascosas, novela de Emily Brontë, también se han creado canciones que conmemoran a la pareja. La más famosa es «Wuthering heights» de Kate Bush, canción que ha sido versionada en distintos géneros: desde metal con Angra, pasando por punk con China Drum, hasta indie con Josh Pyke. Incluso la polémica artista Yoko Ono compuso una canción: «You’re the one». La protagonista femenina, Catherine, inspiró a la banda Death cab for cutie en su canción Cath.
Así, estas referencias a sus relaciones icónicas se han transformado en parte del problema: la romantización del amor tóxico. Los consumidores de estos productos quizá busquen satisfacer una especie de fetichismo en la imagen de personajes que se han instalado en el altar de la iconografía pop (¿punk?).
Con esto no estoy atacando las obras, ni los autores. No ataco la importancia de Sex Pistols y Sid Vicious dentro del punk, ni de Cumbres borrascosas, un clásico de la literatura inglesa. Con esto solo busco llamar las cosas por su nombre: relaciones tóxicas, y bajarlas de su pedestal. Porque ese cielo azul que todos vemos…
Daniela Morales Soler
Directora de Redacción
Nací en Bogotá, Colombia, en día que muy posiblemente fue caluroso, pues desde el inicio de mis días he añorado el calor. Me crié entre montañas y el trinar de los pájaros hasta que la ciudad me reclamó de vuelta. Periodista apasionada por la música, la literatura y el arte. El primer libro que leí lo he odiado desde entonces.
Es acertado mencionar lo tergivesado que está el amor a causa de la influencia tanto literaria como de la influencia social (tal el caso de Sid y Nancy). En lo personal, como empedernida lectora de la lectura he podido concluir que este artículo es tan cierto como que el amor de Romeo y Julieta no era amor.
Ha abierto un panorama distinto y concreto a mis pensamientos más recientes sobre esta situación, enfermedad o estado sentimental como lo es el amor.
No deberíamos buscar un amor que siga un patrón (mucho menos un patrón tóxico y hueco) sino uno que se base en lo más equilibrado en cuanto a valores y acciones.
¡Estupendo artículo!
He dado cuentas de mi error al no concluir la frase “empedernida lectora de la literatura clásica renacentista”
Michelle, esa era la idea. Creo que debemos lanzar una crítica a este tipo de patrones en la cultura. Muchas gracias por tu comentario. 💙