Majenda Melgarejo
Yaces sobre la arena, nada puedo hacer para recuperarte, te he perdido.
Hoy me he levantado de la cama, por fin lo he conseguido, sigo observando el mismo paisaje a través de la ventana, la sombra perpendicular que va creando la caída del sol, busco algo para abrigarme y lo único que encuentro es una capucha que tiene el borde de los puños gastados, me la pongo, abro la ventana, necesito respirar aire, en el calendario dice que es 5 de mayo, voy arrancando los días, uno tras otro hasta llegar al 15, enciendo el televisor, es 15, tengo la certeza de ello, sin embargo, necesito comprobarlo, voy pasando los canales uno tras otro hasta llegar al de las noticias, sí es 15, me duele un poco el cuello, es la huella que ha horadado en mi cabeza la almohada, cuántas horas he pasado en cama, no lo recuerdo más. Yo hubiese sido un caballero, yo lo era contigo en mis manos.
Hoy me he levantado de la cama, siento la boca toda seca, me cuesta tanto pasar la saliva, me he levantado y puedo observar el vacío que dejé, cómo mi cuerpo ha ido amoldando el colchón hacia sí mismo, he reptado fuera de la cama al fin, busco entre la ropa sucia un polo y un short, un buzo, qué sé yo, algo con que cubrirme, voy hacia la sala en búsqueda de aire.
Dicen que el paisaje puede ser el mismo, lo importante es mirar las cosas con otros ojos, contigo en mis pupilas el panorama era diferente siempre, el tiempo se me escapaba de los dedos, ahora siento que los días pasan más lentos incluso en ciertos instantes puedo contar los segundos, cada segundo que tardo en abrir los ojos para descubrir que aún respiro, lo que demoro en dejar la cobija, colocarme las sandalias, levantarme y procurar algo que me abrigue para afrontar el frío, un frío que viene no sé cómo explicarlo, que viene desde dentro; cada segundo que tardo en colocar el agua en la tetera para beber un café pensándote, luego me dirijo de nuevo a la cama para ordenarla sintiendo que podrías estar acá ahora conmigo y yo no estaría pensando en volver a dormir, dormir contigo a mi lado sería lo último que haría, no creo que alguien pudiese lograrlo. Yo que te quería, yo que me aferré a ti como si fueras, caray, sí, lo eres, la cosa más linda del mundo. Como no hacerlo, como no quererte si ella no miente, ella no miente, y ella está ahí cuando tu día se terminó y quieres correr, la primera vez que escuché la canción de Clapton no la entendía del todo y ahora que la hallé en la radio las palabras son precisas, si todo no anda bien If you got bad news, you wanna kick them blues, solo necesitaba que llegaras y las cosas empezaban a mejorar.
Esta tarde he pensado en cómo llegaste a mí. Y ello me ha estremecido, sé que ahora has de estar con cualquiera que pueda pagar tu precio, ahora que miré mi billetera en busca de algún fragmento tuyo que haya quedado por ahí, algo de tu aroma y al no hallar nada siento un vahído, a ratos me pregunto cómo terminaste convirtiéndote en una obsesión que necesitaba tener aunque fuese compartida. O quizá te convertiste en una curiosa luz, una que se apoderaba de mí. Ahora que ya no estás, ¿qué iluminará?
Admito que aquella noche, con veintiún años encima, iba al centro de la ciudad buscándome o tal vez buscándote, de alguna manera tentando algo que me dejase fuera foco. Mientras la Luna ya se había adueñado de todos nosotros, te apoderaste de mí, estuve contigo un breve instante y me largué. Aun a ratos traigo ánimos de volver a sentirte, creo que fue un jueves o quizá miércoles, estaba con un exnovio, caminábamos ese día por el centro de Quilca, cruzamos la plaza San Martín, era casi la medianoche, me dijo que sabía dónde encontrarte a pesar de que nunca antes te había tenido cerca, acepté, él era músico, creo, o al menos fingía muy bien serlo, caminamos por el Jirón de la Unión rumbo a la Plaza de Armas, son apenas cinco cuadras y el corazón ya me daba un pequeño vuelco por saber que te vería, sí, esa noche te ibas a apoderar de mí y yo como un pequeño niño ansiaba verte, algo me daba cierta certeza de que si te tenía dentro de mí, que si te percibía, no iba a poder dejarte, en el fondo lo sabía y era algo que ansiaba, qué importaba si después, si mañana, cuando me levantase con tu nombre en mis pupilas, no pudiese dejarte más, que importaba si no eras solo mía, si tenía que compartirte, lo único que yo sabía, en ese instante que pagaba por ti, era que ibas a ser mía, aunque más precisamente, yo, yo iba a ser tuya, yo iba a convertirme en una más de tus adeptos, quizás uno de los más fieles.
Tras un pequeño intercambio de dinero te tuve entre mis manos, para mí el tiempo que pasó entre el pago y tenerte me pareció una eternidad, es algo que podría entender solo alguien subyugado por ti. Tu valor se ha ido elevando con cada año que pasa y sí me gustaría a veces que permanezcas solo conmigo, que estés solo para mí sobre todo cuando estamos con mis amigos y vas pasando de mano en mano para una u otro, sin embargo, sé que no es posible.
Un día me obligaron de verdad, yo no quería dejarte ir, decían que no hacía otra cosa más que despertar con tu nombre en mis pupilas, me dieron un ultimátum, ni sé bien cómo me terminaron de convencer, debía dejarte, no quería hacerlo, habría que ser muy tonto para no saber que me haces un poco de daño, mas no lo decía el viejo indecente: «Encuentra lo que amas y deja que te mate». Lo nuestro fue idílico, lo admito, he hecho cosas inimaginables por ti. He robado por ti, aquel día que cogía dinero de mis amigos, que mis amigos me habían dado para comprar alcohol y fingí que se me había caído. Ese día, mientras cogía la billetera de Jota que dormitaba en medio de la fiesta, he sonreído y mucho, sabiendo que pronto te tendría dentro de mí, ha sido terrible tener que sonreír por dentro, no podía hacer ruido. He mentido por ti como cuando me preguntaron en la reu de André si te había visto, que Jorge te había traído, y yo les dije que no desde el teléfono, que yo me había ido antes porque tenía trabajo al día siguiente y tú estabas entre mis manos. He aprendido a inventar historias por ti y he caído muy bajo, lo confieso, por ir en tu búsqueda, he hecho cosas de las que no me arrepiento porque cuando se quiere es así y yo, aunque a alguno le cause repulsa, yo a ti te quiero y no puedo negar toda la falta que me haces, yo te necesito.
Hay una curiosa calidez cuando empiezas a tomarme, y tras tenerte dentro es como si de pronto pudiera tocar el cielo con mis manos, sé que esa es la razón por la que todos te adoran y, sin embargo, yo, creo que solo yo, he pasado noches enteras pensando en ti porque debo dejarte aunque no quiera y aunque me cueste mucho hacerlo y haya días en los que mi voluntad se ve mellada.
Hoy te he visto y he temblado al hacerlo, ha sido solo un instante, un amigo mío me dijo: «Adivina quién vino conmigo». «¿Paloma?», le he preguntado, ha extendido sus labios de manera enorme formando una sonrisa, me ha dicho: «Sí, tu novia de blanco, Paloma, está radiante, brilla. Mírala», y lo he hecho, ya ni ha sido necesario decir que sí, que quiero sentir- te de nuevo, que tú vuelvas a apoderarte de mí, que mis senos paranasales, que mis aletas, sé que sería maravilloso volver a sentirte, estoy a punto de llorar por ello, sería glorioso volver a tu aroma, estoy tan nerviosa, tanto, que al estirar mi mano para cogerte me he resbalado y con ello he provocado tu caída sobre la caja del gato, estábamos en el baño y he soltado una risa nerviosa, mi amigo ha abierto los ojos tan grandes y ha ahogado un grito al ver que caías.
Yaces sobre la arena del gato, nada puedo hacer por recuperarte, eres polvo y has vuelto a él.
Majenda Aliaga
Redactora
He publicado poemas en plaquetas en Lima, Perú. Trabajé en librerías limeñas y actualmente escribo en la revista Katabasis y en mi página de Facebook: Lecciones de vértigo. Estoy preparando un libro de cuentos que espero publicar y una novela.
Alejandra Villela
Ilustradora